Extractos des mensajes de T. Austin-Sparks
"Lo mejor que yo puedo esperar es que esto abra una ventana,
y que según usted mire a través de ella vea una sola cosa:¡Cuán superior es Jesucristo de todo lo demás!"
- T. Austin-Sparks
20 MARZO
“El que tenga oídos para oír, debe escuchar al Espíritu y entender lo que Él está diciendo.” (Apocalipsis 3:22 NVI)
Un rasgo notable de nuestro tiempo es, que muy pocas de las voces tiene un mensaje distintivo. Hay una penosa falta de una palabra clara de autoridad para estos tiempos. ¿Por qué es así? ¿Puede ser que muchos que podrían tener este ministerio, han llegado a ser parte importante de un sistema? ¿Un sistema que pone predicadores sobre una base profesional, cuyo efecto es hacer de la predicación una cuestión de oferta y demanda; de proveer para el establecido orden y programa religioso? No solo en el tema de la predicación, sino en toda la organización y actividad del cristianismo sistematizado de hoy. No existe libertad ni integridad, ni conciencia para hablar ÚNICAMENTE cuando “la carga de la palabra del Señor” está sobre el profeta o cuando se podría decir, “La mano del Señor está sobre mí.”
El orden actual requiere de un hombre que hable de vez en cuando, de ahí que él debe obtener algo, y esta necesidad significa, ya sea que Dios ofrezca nuestro programa y pida que nos reunamos con Él (que Él no lo va a hacer), o el predicador debe hacer algo para la ocasión constantemente recurrente. Este es un sistema insano y abre la puerta a cualquier número de intromisiones peligrosas y funestas de lo que es del hombre, y no de lo que es de Dios. El aspecto más grave de esta manera de cosas es que da lugar a una gran confusión de voces, voces y voces, pero no a la voz específica de la expresión específica de Dios para estos tiempos. Aquí tenemos la necesidad de un despertar a lo que Dios tiene que decir. En el Apocalipsis se dice, “El que tiene oído, oiga”; y en el caso de Laodicea – que representa el final – es, “Yo te aconsejo que compres de Mí colirio para que veas.” “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo”, dijo Juan. Dios está hablando, Él tiene algo que decir, pero debe ser en “un espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, para que los ojos de nuestro corazón sean iluminados.”
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