Ventanas Abiertas

27 JULIO

---

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” (Isaías 9:2)

¡Qué cosa más tremenda la irrupción de esta Luz sobre nosotros, cuánto nos levanta, cuánto nos llena de gloria, cuánto cambia el panorama cuando se irrumpe en la Luz espiritual, Luz que nunca había estado en la tierra ni en el mar, Luz de arriba! ¡¡Y el Señor Jesús es la suma de esa Luz divina!! Él es la Luz. ¡Si nuestros ojos fueran abiertos para ver el significado del Señor Jesús, que tremenda diferencia haría, cuán libres seríamos! Necesitamos ver al Hijo de Dios como aquel que tiene la prerrogativa en Sí mismo de dar Luz divina porque es la Luz. La Luz viene con Él directo a nuestra escena de tinieblas y las saca. Esa es Su gloria y usted puede conocer la gloria del Hijo de Dios y puede adorarlo porque sus ojos son abiertos.

Él está aquí, como Él, como la resurrección y la vida, lo cual significa, como resurrección en cada momento y no, meramente, el último día. Recuerda que Marta dijo: “Yo sé que él resucitará en la resurrección en el día postrero”. Y el Señor dijo: “!Alto! Yo soy la resurrección y la vida, y estoy aquí, el día postrero puede estar aquí en lo que se refiere a la resurrección. No importa cuando me presente, ¡la resurrección puede ser ahora!” Por lo tanto, al estar Él aquí, puede haber ahora una nueva creación con una nueva Luz; no que Él vaya a traer Luz más tarde, sino ahora, mediante Su intervención gloriosa desde el exterior. La gloria de Jesucristo, la cual tenía con el Padre antes que el mundo fuera, la gloria del Hijo es, que sólo Él tiene la prerrogativa divina, derecho, poder y habilidad de brindar Luz. Nadie más puede darla, no es posible alcanzar dicha Luz. Es Su don, es Su obra. Esa es Su gloria.

Por T. Austin-Sparks. Título original: Visión Espiritual – Capítulo 6