Extractos des mensajes de T. Austin-Sparks
"Lo mejor que yo puedo esperar es que esto abra una ventana,
y que según usted mire a través de ella vea una sola cosa:¡Cuán superior es Jesucristo de todo lo demás!"
- T. Austin-Sparks
29 AGOSTO
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe. Examinaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros…?” (2 Corintios 13:5)
La suma de todo en la nueva creación es en Cristo, o, para ponerlo de otra manera, está fuera del hombre mismo. Es aparte del hombre, y siempre lo será. Aunque Cristo, la suma de la nueva creación, sea uno con nosotros, esa nueva creación se mantendrá en Cristo, y sólo estamos en ella por razón de nuestra unión con Él. Él se convierte en la plenitud de todo en nosotros, pero el trabajo práctico de esa plenitud siempre será pura y exclusivamente por medio de la fe. Si en cualquier momento se pudiera decir que tiene su origen en nosotros, entonces la fe sería descartada. Si lo tuviéramos en nosotros mismos, si fuera nuestra constitución, se podría prescindir de la fe. ¡Eso resultaría en una repetición de nosotros mismos!
La dificultad que encontramos todos en el camino, somos nosotros mismos. Vemos que el principal obstáculo, el principal enemigo de nuestra plenitud en Cristo, todo lo que significa la nueva creación, somos nosotros mismos de alguna manera. O bien es nuestra auto ocupación - que no es sino una forma de tratar de ser algo bueno, algo en nosotros que le traiga satisfacción a Dios - o es nuestro propio esfuerzo en el servicio. Esta vida natural es “nuestro aparecer” en una u otra dirección, y cuando surge algún contratiempo cortamos completamente entre nosotros y con las cosas de Dios, y encontramos que somos nosotros mismos los que quedamos cortos, lo que crea la interrupción.
Si miramos dentro de nosotros mismos para encontrar algo bueno, vamos a buscar en vano. Nunca encontraremos nada en nosotros mismos, sino corrupción. Eso, que de verdad se instaló en nosotros. Es así tanto en las personas que tienen alguna opinión de sí mismas, que lo mejor sería que resolvieran de una vez por todas que no hay nada en ellas, sino corrupción, y por otro lado también en los que lo “han arreglado”, pero que todavía están tan ocupados con su viejo hombre como si se tratara de algo en que realmente valiera la pena estar ocupado. Pongámoslo donde el Señor Jesús lo ha puesto, en la tumba, y no caminemos alrededor de ella, dándole vuelta, como si fuera posible encontrar algo que valiera la pena. Fijemos y sujetemos nuestra fe en el Hijo de Dios, y dejemos al “yo” para siempre. Sólo así podremos encontrar nuestra emancipación.
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