15 SETIEMBRE
“El amor sea sin fingimiento... Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Romanos 12:9-10)
“Él los amó hasta lo sumo”. Creo que en esta declaración está lo más maravilloso que haya venido a este mundo. Jesús había tenido muchos problemas con estos hombres. Lo habían malentendido frecuentemente, lo habían decepcionado repetidamente; eran un muy pobre puñado de hombres. Él sabía cuán pobre puñado de hombres eran, pero los amó hasta lo sumo. Esto es lo primero acerca de este amor. No se ofende por nuestros fracasos. Él no retira Su amor porque cometamos errores. Podemos decepcionarlo con frecuencia, podemos fallarle a menudo, podemos afligir su corazón muchas veces, pero Él va a seguir amándonos. Nos ama hasta lo sumo, hasta el fin. Este es un tipo muy diferente de amor al nuestro. Este es el amor de Dios en Cristo.
Usted lo sabe, es muy fácil hablar de amor, fingir amor, usar el lenguaje del amor, cantar himnos sobre el amor, y todo puede ser sentimental. Todos hemos conocido personas que nos han dicho que nos aman, pero, con frecuencia, son las mismas personas que nos han herido más. Ahora bien, el amor de Jesús no era sentimental, era práctico. Él no fue a Sus discípulos y les dijo: “Hermano, te quiero mucho”. Él les mostró que los amaba por lo que hizo por ellos. No era un amor sentimental, era un amor práctico. Este es el amor con que los amó hasta lo sumo. Las cosas que caracterizan el amor de Cristo por los Suyos, debe caracterizar nuestro amor por otros. Esta es la razón por la que el Espíritu Santo ha venido. Para que así como Él nos amó hasta lo sumo, nos amemos unos a otros.
Por T. Austin-Sparks. Título original:
“That They May All Be One, Even As We Are One” – Capítulo 3