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El Persistente Propósito de Dios

por T. Austin-Sparks

Capítulo 4 - El Hombre en el Trono rige Todas las Cosas

Ahora volvemos a las profecías de Ezequiel. Ustedes recordarán que ayer por la mañana empezamos a considerar la preparación del profeta para su ministerio, y hablamos sobre el cielo abierto: "los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios". Ahora, esta mañana hemos llegado a la segunda mitad de la declaración, "visiones de Dios", y aprovechamos esta gran visión, en primer lugar que le fue dada al profeta. Esto ocupa los versículos 4 al 28 del capítulo 1. Ustedes han leído los tres primeros capítulos, de modo que no es necesario que lean esta sección de nuevo esta mañana.

EL TRONO.

Lo primero que debemos señalar es que toda esta visión es una sola cosa, que tiene varias partes, pero tiene un solo objetivo a la vista. El último versículo del capítulo nos dice que esto es así. La segunda parte del versículo 28, dice: "Esta fue la visión de la semejanza de la gloria del Señor". Todo el capítulo está relacionado con esa "visión de la semejanza de la gloria del Señor".

El factor incluyente de conjunto de esta visión era el trono del Señor. Todas las otras cosas en la visión son sólo una parte del Trono; todas van a complementar o hacer parte del trono del Señor. Es muy importante que tú reconozcas esto. Esta visión no se trata de un número de cosas diferentes, sino que se trata de una sola cosa que se compone de muchas partes. Aparece fuego, hay un resplandor, hay un terrible poder, existe allí un progreso irresistible, están los seres vivientes, están las ruedas, había la semejanza de un hombre. Todas estas cosas son parte del Trono. Todas ellas contribu- yen a integrar el significado del trono del Señor. Todas ellas están incluidas en esta declaración final: "Esta (todas estas cosas maravillosas) fue la visión de la semejanza de la gloria del Señor".

Ahora yo quiero que ustedes comprendan esa apariencia como lo registramos en este capítulo. No debemos pensar en el Trono, como algo aparte, lejos en el cielo, y entonces los querubines como aquí abajo. Lo que tenemos que ver es que todo esto. Todas y cada una de estas partes, forman un todo. Aquí está el trono arriba, entonces, debajo del trono hay una expansión, y luego inmediatamente debajo de la expansión se encuentran los querubines. Pero todos ellos son uno, y todos se mueven juntos. Parece que el Trono y los querubines se mueven juntos. Tú puedes ver que vienen del norte. Todo esto es una sola cosa, y ese es el punto que quiero resaltar ahora. Ahora, antes de considerar lo que está bajo la expansión, vamos a considerar lo que está arriba. Tal vez será mejor leer el versículo 26 de nuevo:

“Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él”.

EL HOMBRE EN EL TRONO.

Así empezamos por señalar que el factor que rige todo es el Hombre en el Trono. Hasta que no hayas comprendido el significado de esto, no podrás entender el conjunto de las profecías de Ezequiel. Lo que está en este libro, tanto de la historia como del futuro, debe considerarse a la luz del Hombre en el Trono. Hay un trono sobre la expansión, y ahí está la semejanza como de un Hombre sobre él. Todo el gobierno recae en ese Hombre en el Trono. Eso no sólo es la clave para el Libro de Ezequiel, sino que también esa es la clave de todo en la historia, y en particular para esta dispensación. Es el gobierno que recae en el Hombre en el trono. Esa es la clave de todo. De esto depende que venga todo lo demás, hasta que todo lo demás haya venido.

Tenemos una gran pregunta desde cuando empezamos estos estudios: "¿Tiene este libro un mensaje para la dispensación actual?" La respuesta puede darse en tres fragmentos del Nuevo Testamento. Uno se encuentra en Juan 6:62, de los labios del Señor Jesús mismo, "¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?” Como puedes ver, esto introduce la cuestión acerca del legítimo lugar del Hijo del Hombre ""¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?" El segundo paso proviene de la boca de Esteban en Hechos 7:56 : "He aquí, Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios". Esto revela que las palabras del Señor Jesús se han cumplido. "Veo... al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios". La pregunta ha sido contestada.

Ahora, el tercer pasaje incluye ambas cosas, y va más allá de ellas. Eso está en Hebreos 1:8: "Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo". Como lo puedes ver, este pasaje se remonta a donde Él estaba antes; el Hijo del Hombre subió adonde estaba antes. “Tu trono es desde siempre, y lleva a la eternidad. Tu trono es para siempre jamás". Esto se dice del Hijo, pero Jesús habla de Sí mismo como el Hijo del hombre, el Hijo del Hombre en Su trono eterno. "Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono... y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él".

EL HOMBRE EN EL LUGAR QUE LE CORRESPONDE

En primer lugar, Dios tiene a Su Hombre. Expresamos eso con una "H" mayúscula. Dios tiene Su Hombre, el Hombre que Él siempre anheló y determinó tener, y ahora ese Hombre está en Su lugar, el lugar que le corresponde; el hombre está donde Dios quería que estuviese. Sólo tente asido de esas dos cosas, porque, como he venido diciendo, ellas lo gobiernan todo. Al fin Dios tiene a Su Hombre. Hay un sentido que Dios ha estado buscando para el hombre a través del pasado. Dios creó a Adán a fin de que fuese un hombre, y Dios ha estado en la búsqueda del hombre según Su corazón a lo largo de la historia. Dios ha encontrado al hombre en Su propio Hijo. Ese es el significado pleno de la Encarnación. Dios se ha provisto a Sí mismo de un Hombre, y ese Hombre está ahora en el lugar indicado por Dios. Él está en Su lugar correcto. Él está en el lugar de gobierno. Esto responde al Salmo 8:6: "Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos". Todo el dominio y la autoridad recae sobre este Hombre. Él es el Hijo de Dios, pero Él es también el Hijo del Hombre. Ahora debemos señalar que todo está gobernado por eso. La preparación del siervo del Señor se rige por esto. El ministerio del siervo del Señor se rige por esto. Todo el ministerio debe tomar su carácter de ese Hombre en el trono.

A continuación, al desplazarte a través de este gran libro, entras en los juicios de Dios, el juicio sobre el pueblo del Señor y luego lo juicios sobre las naciones, y todos estos juicios están regidos por el Hombre en el Trono. Después de los juicios, llegas a la recuperación del testimonio de Dios. La recuperación de Su testimonio es conforme al Hombre en el Trono. Ahora podríamos estar mucho tiempo con esto, pero tenemos que dejar su mayor plenitud hasta más adelante.

Pero esto plantea la pregunta: ¿Cuál es el testimonio que Dios quiere, y que Dios quiere recuperar? Es el testimonio de Jesús. Es el testimonio de que Dios tiene al Hombre conforme Su corazón, y que el Hombre conforme el corazón de Dios es un cierto tipo de Hombre, un Hombre que es diferente de todos los demás, y que toda la autoridad es conferida a ese Hombre Cristo Jesús. Ese es el testimonio que Dios desea recuperar. Veremos más adelante que la Casa de Dios es el lugar en que se encuentra el testimonio. La Casa de Dios está constituida de acuerdo con ese Hombre, y es el significado de ese Hombre el que se expresa en la Casa de Dios. A eso es a lo que vendremos, pues, como lo puedes ver, es el testimonio de Dios en Jesucristo en la Casa de Dios.

Así que la obra de recuperación, tal como lo tenemos en las profecías de Ezequiel, está regida por el Hombre en el Trono. Y cuando hablo de esto que está siendo regido, no me refiero sólo al gobierno oficial, sino que me refiero a que es el carácter de ese Hombre lo que gobierna todo. Entonces nos movemos hacia esta Casa de Dios. Esto ocupa un lugar muy importante en estas profecías. Es una casa maravillosa. Cuando lleguemos a esto, veremos que esta Casa está regida por el Hombre en el Trono. Luego vendremos al río, a partir de la Casa, que fluye del altar a través de la corte y por todo el país, con todo lo que el río viene obrando para dar vida.

Veremos que eso tiene su concordancia con lo que tenemos en el Libro de los Hechos, porque vemos el río que fluye del santuario de Jerusalén espiritual a todos los de Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra. Todo lo del río está hecho para dar vida. Ese es un río muy largo. Es el río más largo del mundo. Se ha alargado hasta China. Ha fluido a través de la India. Es un río que fluye por toda la tierra, y donde el río llega hace que las cosas vivan. Pero recuerda, este río tiene su nacimiento en el Hombre que está en el Trono. Todo está regido por Dios con Su Hombre en Su lugar correcto.

LA HEREDAD.

Luego veremos al pueblo de Dios entrar en su heredad. Esa es otra gran verdad del Nuevo Testamento, la gente del Señor que entra en su heredad espiritual. Esa es una de las últimas cosas en estas profecías. Una vez más, el pueblo del Señor sólo entra en su heredad cuando el Señor Jesús está en Su lugar correcto. Miremos eso por el otro lado. Cuando Jesús está en Su lugar correcto, el pueblo de Dios entra en su heredad. Nunca podemos entrar en nuestra heredad, hasta que Él esté en Su legítimo lugar.

Ahora mira el libro de los Hechos; con qué plenitud entró el pueblo del Señor, qué gran heredad vino a ellos. ¿Por qué vino, y cómo llegó? Debido a que el gran mensaje de ese libro es que Jesucristo es el Señor. Dios levantó al Señor Jesús por encima de todo principado y autoridad. Cuando Jesús tiene Su lugar, el pueblo del Señor obtiene su herencia.

LA CIUDAD.

La última cosa en estas profecías es la ciudad. Sabemos que la última cosa en la Biblia es la ciudad, y ahí está el río que fluye fuera de la ciudad, pero fluye del trono de Dios y del Cordero. Jesús, al fin está en Su lugar pleno, y la ciudad es el vaso de Su plenitud, y esa plenitud brota así de la ciudad hacia todas las naciones. Todo esto está como tipo y símbolo aquí en las profecías de Ezequiel. ¿He respondido a nuestra primera pregunta? –"¿Tiene este libro un mensaje para la dispensación actual?"– Creo que ahora podemos ver que lo tiene, pero nuestro punto ahora es que todo esto está regido por el Hombre en el Trono.

Vemos dos cosas acerca de eso, pues que Dios tenga Su Cristo en el cielo es una cosa muy grande. Me gustaría que pensaras mucho en eso. Qué gran cosa es que Dios tenga Su Cristo en el cielo. Esto podría ocuparnos durante mucho tiempo. Se nos dice por medio de Pablo que Dios ejerció la grandeza de Su poder para llevar a Cristo allí. Eso significaba que había que superar cualquier otro poder en este universo para llevar a Cristo hasta allí. Es una cosa muy grande para Dios el tener a Cristo en el cielo. Y entonces, en segundo lugar, es una cosa muy grande para el pueblo de Dios que Cristo esté en el cielo.

EL JUICIO VIENE DESDE EL TRONO DE CRISTO

Ahora volvamos a lo que decíamos hace un minuto o dos. Todo juicio viene del trono de Cristo, y Él es el Juez de Su pueblo y de las naciones desde Su trono. En las profecías de Ezequiel se nota que el juicio comienza con el pueblo de Dios. Esto nos lleva al comienzo del Libro de Apocalipsis. Esto significa que la Iglesia es la primera que será juzgada por el Señor Jesús en la gloria. Es un principio de Dios que el juicio debe comenzar por la Casa de Dios. Por supuesto, esto es necesario por motivo del carácter de Dios. Si Dios fuera a juzgar al mundo, entonces el mundo podría señalar a los cristianos, diciendo: "Pero mira, mira la contradicción que ellos son, y, sin embargo, Tú los dejaste continuar. Ahora vienes a juzgarnos, pero no juzgas a tu propia gente". Eso sería un error. Así que, como cuestión de principio, "el juicio comience por la Casa de Dios". Nosotros, como pueblo del Señor, debemos venir bajo el juicio de ese Trono.

Permítanme tener mucho cuidado para explicar lo que eso significa. Ya lo he dicho más de una vez esta mañana. Como lo puedes ver, es un tipo de Hombre el que está en ese trono, y Dios juzga todo según el carácter de ese Hombre. Eso es lo que encuentras al principio del Libro de Apocalipsis. Tú tienes un retrato tamaño completo del Señor Jesús al comienzo de ese libro. Allí Su Persona y Su aspecto se describen en detalle. Él mismo se presenta así a las iglesias, y entonces es como si el Espíritu Santo estuviese diciendo: "Yo voy a juzgarlos de acuerdo con ese Hombre". Así que el mensaje a cada iglesia es: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice". Toda la obra del Espíritu Santo está relacionada con Cristo. Tú sabes que eso es una gran verdad del Nuevo Testamento. Ahora el reto para las iglesias es "¿Cómo mides tú a ese Hombre? ¿Cómo responde tu vida, tu carácter, y tu obra a ese Hombre?"

El Hombre es la base del juicio. Las iglesias son juzgadas de acuerdo con el Hombre; ese es el sentido del juicio; la línea de medición de Dios es Su Hijo. La pregunta es siempre: "¿Cómo podemos medir a Cristo?" Ese es el sentido del juicio. Cuando la Iglesia haya sido juzgada, entonces Dios se dirigirá a las naciones. Eso es lo que tenemos en Ezequiel, y eso es lo que tenemos en el Libro de Apocalipsis. Todo juicio del pueblo de Dios y de las naciones es según el Hombre.

LA RECUPERACIÓN DEL TESTIMONIO DE JESÚS

A continuación podrás ver el segundo movimiento de Dios. Eso está muy claro en el Libro de Apocalipsis. Es el movimiento para la recuperación del testimonio de Jesús. Juan dice: "Yo Juan... estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo". Y esa frase, el testimonio de Jesucristo, aparece varias veces en el Libro de Apocalipsis. Eso es lo que es la base de la actividad de Dios.

Ahora, en las iglesias la cuestión es la siguiente: "Al que venciere..." Los vencedores representan la recuperación del testimonio de Dios. El movimiento de recuperación del testimonio de Dios se encuentra en los vencedores. Los vencedores son aquellos que se han apartado de lo que no está conforme a Cristo, y ahora son una expresión de ese Hombre divino, así que cuando llegamos al final del libro, tanto Ezequiel como Apocalipsis, tenemos la ciudad. Todos sabemos que esto no es una ciudad literal; no podría ser eso. Tú tendrías que deshacerte de una gran cantidad de cosas para tener esta ciudad en la tierra. Esta ciudad, por supuesto, es una figura. Se trata de una figura de la Iglesia, y ahora esa Iglesia, como la ciudad, responde a la descripción divina. Pablo lo puso de esta manera: "Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella... a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante" (Efesios 5:25,27). Eso describe completamente la ciudad al final del libro del Apocalipsis: «El Espíritu... me mostró la ciudad santa de Jerusalén... teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor (una Iglesia gloriosa; su luz) era semejante al de una piedra preciosa» (Apocalipsis 21:10,11). La luz es siempre el símbolo de la pureza; "que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante". "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella". En medio de la ciudad está el Trono del Cordero. Tú ves ahí el simbolismo. Verás el significado espiritual; este estado final corresponde al Hombre en el trono.

El libro de los Hechos es el gran comienzo. Comienza con Cristo en el Trono. Antes de llegar al final de la era apostólica, las cosas han empezado a ir mal. Podemos detectar que en las cartas de Pablo, y especialmente en sus últimas cartas, las que fueron enviadas a Timoteo, las cosas han empezado a ir mal. El testimonio se estaba perdiendo. Llegamos entonces al Apocalipsis, y Dios comienza el juicio a la Casa de Dios, como tratando de recuperar ese testimonio, y al final del Apocalipsis, vemos que se recuperó.

LAS ENERGÍAS Y VENIDAS DE DIOS

Ahora volvemos a Ezequiel. En este libro, como ya hemos dicho, vemos las energías y venidas de Dios. Esta primera visión es una representación de eso. Mira los símbolos que se utilizan. En primer lugar, "fuego". ¿Qué puede presentarse ante el fuego ardiente? Cuando el fuego empieza a extenderse por toda la tierra, nadie puede detenerlo. El fuego es irresistible. Y luego, "relámpago"; es como una gran tormenta eléctrica aquí. Es una cosa terrible. ¿Quién puede presentarse ante la gran tormenta eléctrica? Tú no puedes resistirte a eso; no puedes echarlo a un lado. En este libro tienes todos los símbolos de una tremenda energía, y todo esto está conectado con el movimiento de Dios, porque fue ese trono el que conquistó en la larga carrera.

Yo digo que la gran conciencia de la Iglesia en el principio era que Jesús estaba en el Trono. Satanás no está en el trono, el César no está en el trono; Jesús está en el trono. La Iglesia ha avanzado en la fuerza de ese gran hecho. La Iglesia oró sobre la base de ese hecho. Su apelación fue al Trono, y oró en confianza porque sabía que Él estaba en el trono. Recuerda un caso sobre eso; se encontraban en un momento de gran oposición; los dirigentes judíos se habían levantado en contra de ellos y la Iglesia se reunió para orar, y en su oración citaron el salmo segundo. Tú sabes lo que registra el Salmo segundo: "¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos con el Señor y contra su ungido... El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos... Yo publicaré el decreto; pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte". Y entonces a los reyes y los gobernantes se les invita a: "Honrad al Hijo para que no se enoje". Tú puedes ver que eso es lo que ellos utilizan en la oración en el Libro de los Hechos (4:25,26). Lo que demuestra la confianza que tenían en ese trono y en ese Hombre sentado sobre el mismo. Ellos oraban sobre esa base. Ellos predicaban sobre esta base. Ellos cantaban sobre esa base.

Sí, ellos conformaban un pueblo que cantaba en la confianza de que un Hombre estaba sentado en el Trono de Dios. Escucha el canto de dos hombres. ¿De dónde está llegando el canto? Se escucha desde una prisión. Hay dos hombres que han sido golpeados y magullados, y han sido metidos en un calabozo interior. Sus pies los habían atado con cadenas, y, a pesar de eso, están cantando. ¿Cómo iban a cantar en una situación así? Lo hacían sólo porque sabían y creían que Jesús estaba en el trono. La canción era una canción de fe y confianza; y en pocos minutos hubo un gran terremoto, y todas las puertas se abrieron y sus cadenas se les cayeron. Jesús está en el trono, y cantaron debido a eso.

Ellos sufrieron a causa de ese testimonio. Sí, ellos sufrieron mucho, pero la fuerza para soportar el sufrimiento vino de su conciencia de que Jesús estaba en el trono. Y murieron sobre esa base. Esteban se está muriendo, y dice: "Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la diestra de Dios". Ese fue su testimonio; él murió sobre esa base.

Ahora tengo que parar esta mañana porque se va nuestro tiempo. Hemos venido sólo para tratar el comienzo de esta gran visión, pero estoy seguro de que puedes ver que este libro tiene un mensaje para nuestro tiempo. Pero no puedo terminar sin recordarte esto; todo esto tenía que ver con la preparación de un hombre para su ministerio. Si Ezequiel no hubiera visto eso, nunca habría sido capaz de cumplir su ministerio. Todo en su ministerio vino de esa primera visión. Tenemos que ver el significado de esto. Tiene que ser que esto se apodere de nosotros, así como se apoderó de él. Lo que se apodere de nosotros debe ser: "Jesús es el Señor, Jesús está en el trono, por lo tanto, puedo seguir adelante. Puedo responder a las dificultades, puedo sufrir, puedo morir, puedo orar, y puedo cantar”.

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