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El Camino y la Meta de Dios

por T. Austin-Sparks

Publicado por primera vez en la revista "A Witness and A Testimony" 1944, Vol. 22-1. Título original: "God's End and God's Way". (Traducida por Rodrigo Abarca)

“Dándonos a conocer el misterio de su voluntad... de reunir todas las cosas en Cristo... conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad... y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef.1:9-11; 22-23)

Existen tres aspectos fundamentales en esta declaración:

1. El eterno propósito y voluntad de Dios

2. Cristo como el centro de ese propósito

3. La Iglesia, la cual es su cuerpo, el vaso para la plena expresión de su propósito, esto es, de Cristo.

Ellas nos muestran a Dios en el eterno consejo de su propósito. Pues, en el delineamiento y la ideación de sus intenciones para crear y constituir “todas las cosas”, “en los cielos y en la tierra”, él fue movido y gobernado por un propósito específico y definido. Este "propósito" se menciona un cierto número de veces en el Nuevo Testamento, y se nos muestran varias cosas relacionadas con él. Sin embargo, es importante reconocer que, si bien pueden existir muchas fases en la actividad divina, el propósito de Dios es uno. Nada es un fin sí mismo. La primera ley de la plenitud espiritual (y se debe observar aquí que la plenitud es aquello que tenemos en vista) es la plena captación del hecho y la naturaleza del divino propósito que gobierna todas las cosas. Es un hecho impresionante y doloroso el que muy, pero muy poco de lo que está asociado hasta aquí con el Señor, esté marcado realmente por la plenitud espiritual. La pequeñez, la debilidad, la limitación, la pobreza, la derrota, la ignorancia, la inmadurez, y la decepción caracterizan a tanto de la vida del pueblo del Señor y de la obra del Señor. Esta es una de las cosas que está causando tanto de la angustia, interrogantes y luchas de algunos sectores.

¿No puede ocurrir que la explicación sea que nada que es sólo una parte del todo puede alcanzar y realizar el propósito a cabalidad? Para estar en el camino de la plenitud es esencial que, en primer lugar, reconozcamos y comprendamos que Dios no es una persona ocupada en un en un gran número de actividades buenas y compasivas ¡Sino que Él está totalmente ocupado con su único todo-inclusivo y todo-relacionado propósito! "El que hace TODAS LAS COSAS según el designio de su voluntad". La medida de nuestro éxito y realización final estará de acuerdo con nuestra aprehensión inicial de un propósito único. Cuando esto quede establecido, muy pronto nos moveremos para ver lo que el propósito es, y el como - y por que medios - será realizado.

Si un patrón humano tiene un único objetivo al cual se ha entregado, requerirá que todos quienes trabajan para él no estén haciendo varias cosas, a pesar de lo buenas que ellas puedan ser, e inclusive aunque sean parte de su obra total; sino que, más bien, ellos estén mirando más allá de su trabajo y su parte, hacia la meta y el propósito total, y que trabajen positivamente por ese fin. Él se mostrará favorable con cualquiera que venga a trabajar para él y con cualquier medio utilizado, sólo en la medida en que el objetivo pleno esté en su corazón. La medida de sus recursos y plenitud será otorgada sobre esta sola base. Así es también con Dios. Pero, permítannos la comprensión de que la plenitud espiritual es aquello que está en vista y no la satisfacción personal.

Luego, el propósito es reunir todas las cosas en Cristo. Es una Persona llenándolo, expandiéndolo y abarcándolo todo. La grandeza, la magnificencia, y la plenitud universal de Cristo es el objetivo del Dios. Otra vez, no es suficiente que nosotros veamos el objetivo básico, como se ha dicho, sino que veamos - de un modo siempre creciente - la plenitud de Cristo. Debe haber una visión inicial de esta grandeza, esta majestad, esta gloria, esta universalidad. Es una visión como esta lo que explica el poder, la eficacia y la gloria de los primeros días de la Iglesia. Este fue el significado de “Pentecostés". Fue una visión así la que hizo de los apóstoles los hombres que fueron. Pablo lo debía todo a la revelación de Dios de su Hijo en él. Pero, esta visión debe continuar. Debe llegar a ser algo cada vez más pleno. Nosotros no debemos fechar nuestra visión de Cristo sólo en una experiencia pasada. La voluntad del Señor es que vivamos y andemos por el Espíritu de una manera tal, que nos haga capaces de decir que aquello que nosotros vemos de Cristo hoy es infinitamente mayor y más maravilloso de lo que ha sido hasta ahora. Esto está en línea con el propósito de Dios, y es así para todo aquel que realmente ha entrado en una aprehensión espiritual de estas cosas.

Luego, en tercer lugar, nos movemos para ver el método de Dios y los medios para realizar su propósito eterno. Esto ocurre por medio de la iglesia, “que es su (de Cristo) cuerpo". La Iglesia, definitivamente, ha sido establecida para ser " la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo". Está determinado que la plenitud universal de Cristo sea revelada y expresada en y por medio de un vaso llamado la iglesia. ¿Qué es esta iglesia?

En primer lugar, ella dice ser una electa compañía de personas. Dejando de lado todas las teorías de la elección, permítannos contentarnos, por el momento, con ver que Dios ha determinado eternamente tener tal compañía, y que la elección está relacionada con su propósito y no primordialmente (y en absoluto) con la salvación. Dios sabe, Él no puede menos que saber, cuales serán las reacciones finales de las personas a su palabra y, según su conocimiento previo de este hecho, Él las ha predestinado para su propósito. Pero, Dios nunca ha dicho a ninguna persona no salva que él o ella ha sido predestinado. Él tan sólo llama. La iglesia es la compañía de aquellos que han obedecido a su llamado.

En segundo lugar, la Iglesia es algo más grande que las iglesias. Lo que queremos decir con lo anterior, es que la Iglesia puede estar en todas ellas, o puede no estar en la mayor parte de ellas en lo absoluto. La Iglesia es esencialmente una cosa espiritual; no algo sectario, denominacional, "eclesiástico", tradicional, etc. Es lo espiritual vinculado con un organismo vivo; un cuerpo que posee una vida; esto es, una sola entidad, un " todo uno en Cristo ". La medida de luz no hace a alguien más o menos miembro de este Cuerpo, aunque esto puede afectar su funcionamiento. La aprehensión "de la verdad acerca de Iglesia" no nos constituye en miembros de la Iglesia, aunque esto afectará enormemente el asunto de la plenitud. Un relación vital con Cristo es verdaderamente la base del Cuerpo.

Pero, después de afirmar esto, debemos advertir cuan importante resulta el reconocimiento de lo que la Iglesia es. A continuación de revelación personal de Cristo en toda su grandeza, se encuentra la revelación de la Iglesia, ligada con nuestro progreso práctico hacia la plenitud. Pablo va más lejos, hasta una plenitud más grande en sus escritos que cualquier otro apóstol, y esto se debe, principalmente, a la específica revelación de la Iglesia que le fue concedida. Lo que surge de esta revelación es que Cristo y la Iglesia son una sola cosa, como la Cabeza y los miembros del “un Cuerpo”.

Hay una o dos cosas que surgen de nuestra aprehensión de este asunto. En primer lugar, está el hecho - tan clara y plenamente mostrado en las Escrituras – de que Dios, definitivamente, sólo ha escogido y ha constituido a la Iglesia para la realización de su propósito eterno, tal como Él ha escogido y ha constituido a su Hijo. Positivamente, él ha atado la plenitud de si mismo tanto al uno como al otro. Pues, mientras que uno está sujeto al otro, y es el medio y el vaso del otro - como la esposa lo es del marido (Ef. 5:22-24) -, ellos son uno en el asunto de su propósito. Este hecho trae consigo el celo de Dios por su Iglesia, y que el medio para su plenitud no puede permitir el ser ignorado, menospreciado o lesionado.

Yendo más lejos, Dios mantendrá funcionando estrictamente - en el asunto de la plenitud espiritual – la sabiduría del un Cuerpo. Es decir, no es posible para ninguna unidad (o individuo) como tal conocer la plenitud. La plenitud es un asunto relacional. " La Iglesia es la plenitud de Él”. Ningún individuo puede ser esto. Por tanto, la unidad espiritual, el interrelacionamiento, el compañerismo, la mutualidad, y la interdependencia son básicas e indispensables para el logro espiritual del crecimiento pleno. " Hasta que todos lleguemos a ... un varón perfecto, a... la plenitud de Cristo " (Ef. 4:13).

En el Antiguo testamento, cuando todas las cosas habían sido constituidas según el diseño celestial, Dios habló desde el Tabernáculo de Reunión. También ocurre lo mismo en el Nuevo Testamento. Para hallar la respuesta a su pregunta en el camino a Damasco, Pablo tuvo que entrar en la ciudad y obtenerla desde la iglesia. Para entrar en la gran obra de toda su vida, él tuvo que esperar en la iglesia de Antioquia y conseguir la confirmación de su comisión allí (Hch.13). Todos esto no significa que Dios nunca pueda actuar soberanamente, y, sin el reconocimiento de esta ley, mover en su gracia a aquello que preocupa a sus intereses. Pero estamos hablando de la plenitud espiritual, y nuestro ministerio está ocupado con esto. No es un comité "general", "directivo", "o consultivo", sino que es "el Cuerpo", en su representación y funcionamiento espiritual, el camino ordenado por Dios.
Tomaría mucho más espacio del que tenemos a nuestra disposición poner en frente todos los valores e implicaciones de una aprehensión del lugar y el propósito de Dios para su Iglesia en todas las cosas. Este es uno de los asuntos que ha tenido un espacio considerable en nuestro ministerio hablado y escrito durante los años pasados.

Esto nos conduce a las iglesias; es decir, a las compañías locales del pueblo de Dios. Los tiempos y condiciones han cambiado enormemente desde los días del Nuevo Testamento; es decir, todo ello está lejos de lo que preocupa al mundo Occidental. Era algo simple y directo reunir a los creyentes en Cristo en aquellos tiempos. Sólo habían creyentes y no-creyentes. Hoy se levantan numerosas y diversas preguntas acerca de "las conexiones", "el orden", "las prácticas", "las creencias", etc. Pero hay una o dos cosas que todavía deben gobernar esta materia. Ellas son:

1. – Que la iglesia o asamblea local debe intentar ser localmente todo lo que la Iglesia como un todo es universalmente. Ella no debe ser más pequeña en su visión, su vocación y su relacionamiento. Aunque establecida localmente, ella es universal en naturaleza, alcance, implicancia y función. Si ella vive por debajo de si mima, morirá. La plenitud depende de su longitud, anchura, altura y profundidad espiritual

2. – Que la iglesia local es el campo de entrenamiento espiritual para toda utilidad en el servicio del Señor. Allí se aprenden todas las lecciones esenciales, no sólo por medio de la enseñanza, sino también por medio de la disciplina espiritual. La misma lección vital del sometimiento al Señor - que significa tanto en el asunto del crecimiento espiritual – se aprende de un modo muy práctico en una verdadera vida de asamblea y de comunión. Toda la independencia, la falta de relacionamiento y la vida meramente personal son imposibles cuando "el Cuerpo" ha sido verdaderamente reconocido.

El apoyo espiritual, el sustento, la protección, y la cobertura del pueblo del Señor, de una forma más que general, son de un inmenso valor y consecuencias. Está lejos de la iglesia local el ser "una congregación" o un lugar de predicación. Ella debe llegar a ser la expresión local de la familia de Dios, y realizar todas las funciones y suministrar todos los valores de una verdadera vida de familia y relacionamiento.

3. – El asunto de importancia preeminente en la iglesia local, como también en la universal, es el absoluto señorío y soberanía de Cristo. Cualquier cosa que usurpe esto, o, de algún modo, entre en conflicto con ello, terminará seguramente en limitación espiritual y un retardo proporcional del crecimiento. Este es el por qué, en las iglesias del Nuevo Testamento, ningún hombre solo ejerció la dirección, sino que los ancianos - no un sólo anciano – fueron constituidos. El principio "del Cuerpo" es mantenido en lo corporativo, y la soberanía individual es prevenida. En Antioquía "el Espíritu Santo habló (dijo)" a una compañía de hombres representativos, quienes estaban juntos en la responsabilidad espiritual. El ancianato implica representación, en una medida espiritual y no eclesiástica. La pluralidad de ancianos neotestamentaria significa que la iglesia es traída - en y por sus representantes - bajo la completa soberanía de Cristo, por medio del Espíritu Santo.

4. – Luego, debemos ver que los apóstoles nunca dispusieron de un plan para formar iglesias. Ellas eran el espontáneo y necesario resultado de la obra del Espíritu Santo en cada lugar. Cristo era predicado, aceptado y seguido espontánea y relacionalmente (ver Hch.2:42). Lo que define a las iglesias es Cristo. Esta es la solución y la respuesta a muchos de los problemas y las preguntas que surgen, sobre todo en nuestro mundo occidental, en estos tiempos particularmente complicados ¿Cuál debe el principio que nos guíe y defina cuando nos reunimos? ¡Debe ser Cristo! Nosotros nos reunimos sobre ese terreno solamente. Donde la meta de Dios está más plenamente a la vista y existe una provisión más completa para su logro - la plenitud de Cristo – determina también el dónde nosotros debemos estar y nadie debería pelearse por esto. Es debido a la devoción y el celo por alguna "cosa": "una Misión", "la Denominación", "la Tradición", "el Compañerismo", "el Movimiento", etc., que las rivalidades y los malos sentimientos aparecen. Toda la discusión sobre " el robo de ovejas " " y “la división del pueblo de Dios", o, al menos mucho de ella, proviene de una preocupación e interés, no por el crecimiento espiritual, sino por algo que está aquí sobre la tierra. Cuántas de estas discusiones resultarían imposibles si cada uno de los implicados tomara la actitud de que no importa si algo de esto sobrevive o deja de existir, mientras Cristo sea aumentado de un modo espiritual. Esto envuelve la necesidad que todo el pueblo de Dios, y en particular los que están en posiciones "oficiales", y en posiciones de influencia, se dediquen única y absolutamente al aumento de Cristo. Cristo no está dividido, por lo tanto, Cristo es el terreno de la unidad, no las cosas mencionadas anteriormente.

¿De quién son ellos ovejas? ¿Son ellos nuestros? ¿Puede una oveja de Cristo ser robada por aquellos que lo aman a él? Si ellos son ovejas de este o aquel, entonces las cosas están en otro reino. No, todo este tipo de cosas son la causa de la debilidad espiritual y la pequeñez. Una mente nueva como la de Cristo es necesaria para la plenitud.

Finalmente, en relación con esto mismo y por el momento, todo lo establecido por el Señor es necesario para la directa y positiva "edificación del cuerpo". Este hecho marca su objeto y dirección, y la ley que lo unifica. El evangelismo, la enseñanza, los dones personales y espirituales, etc... de todos se dice que existen definitivamente para este único fin. El evangelista y el evangelismo no son un fin en si mismos, ni algo aparte. El Nuevo Testamento aborrece completamente tal idea o procedimiento. Todas estas son funciones "del Cuerpo", y para que exista un cuerpo bien equilibrado ellas deben ser mantenidas juntas. Ninguna debe ser acentuada en detrimento de otra; ninguna dejada afuera. Un ministerio de enseñanza debe ir mano a mano con un ministerio evangelístico; pues la otra forma está rondando. Cada uno de los que funciona como un miembro del Cuerpo de Cristo - y todos los miembros deberían funcionar - debería tener en visión, no a las almas siendo salvadas o a los santos siendo instruidos, sino - por estos y por todo otro medio - el aumento de Cristo. Permítannos recordar que la iglesia no es más grande o más pequeña y nuestro obra más o menos exitosa, según el número de la gente representada, sino según la medida positiva de Cristo.

No puedo terminar esta reseña sin una breve referencia a uno o dos asuntos que son vitales para este ministerio.

Está el asunto de la cruz. No se está diciendo nada nuevo o poco común cuando afirmamos que la cruz de Cristo está ligada profundamente con la cuestión de la plenitud divina. Pero, por lo mismo, la cruz demanda un énfasis continuo y un desarrollo creciente. Las Escrituras dejan muy en claro que precisamente hacia el fin, el Adversario buscará con todo su poder y por todos los medios, reavivar la cuestión de la aceptación y la posición para con Dios. El se muestra al final del día (Ap. 12) como el “acusador de nuestros hermanos”, y la destrucción de nuestra seguridad es uno de sus más decididos esfuerzos. Todo esto conlleva la idea de que hacer y realizar por nosotros mismos cualquier cosa para obtener la misericordia de Dios y conseguir su aceptación, carga con la marca del mismo Demonio ¡La muerte de Cristo por nosotros y nuestra muerte con él es la única y segura base de nuestra completa aceptación! Lutero lo dijo de una manera muy plena al ponerlo así:

“OH Cristo, yo soy tu pecado, tu maldición, tu ira de Dios, tu infierno; y, del otro lado, tú eres mi justicia, mi bendición, mi vida, mi gracia de Dios, mi cielo”.

No me sorprende que el Demonio odiara a Martín Lutero y lo atacara con tanto resentimiento.

Pero, no existe solamente un valor inicial, básico y perfecto de la cruz para nuestra completa e incuestionable aceptación. Existe un significado de la cruz relacionado con la fructificación y la plenitud espiritual. Es lo que Pablo llama “ser semejante a él en su muerte” (Fil.3:10).

Esto, permítanos enfatizarlo, debe ser mantenido aparte de nuestra justificación y acceso ante Dios ¡Cuánto de la tragedia, el escándalo, la derrota, la debilidad, el agotamiento, la limitación y la falta de atractivo de tanto del pueblo y las instituciones cristianas, comunidades e iglesias se debe a la “carne” o vida natural no crucificada! ¡Cuán oculto está Cristo de nuestra visión por hombres, cosas y métodos que ocupan el lugar de preeminencia! La necesidad, si es que él va a ocupar el lugar del propósito divino, y nosotros con él, es una continua y cada vez más profunda operación de la cruz en nosotros. Realmente, debemos estar en posición de decir, “con Cristo estoy juntamente crucificado”. Si, pero también de completar la declaración, “ya no vivo yo, más vive Cristo en mi”. Es verdad que ”ya no vivo yo” ¿”No... yo”? Esto es lo que Pablo quiere decir, pero ¿Quién puede conocer la profundidad de este “yo”? Solamente Cristo conoce cuán profunda y completa es su cruz, y nosotros debemos venir a él para que el Espíritu Santo obre todo el significado de su cruz en nosotros, si es que deseamos conocer el camino hacia su plenitud.

Por consiguiente, el doble significado y mensaje de la cruz es una parte muy importante de este ministerio. Hay muchos a los que no les gusta lo anterior y, en consecuencia, no lo tendrán. Solo podemos decir que, si ellos representan un poco más que el promedio en cuanto a su riqueza espiritual y aprehensión de Cristo, y que, si aquello con lo cual están vinculados está libre del resultado que caracteriza a la fuerza de la vida natural, entonces quizá exista algo en su antagonismo hacia el significado subjetivo de la cruz que debemos tomar en cuenta. Pero, hemos estado allí por nosotros mismos y conocemos la diferencia.

Debemos terminar, y lo haremos con una referencia a otro asunto. Muchos pueden concordar con bastante de lo que hemos escrito, pero reaccionarán hacia ello diciendo que es “idealista”, o demasiado “alto”, y que, como están ahora las cosas, ello no es posible. No podemos esperar tal restauración. Bien, existe una respuesta para esa actitud. La Biblia siempre ha reconocido una actitud como esta y provisto una respuesta para ella. No fue sino una pequeña porción de la cautiva nación de Israel la que regresó voluntariamente a reedificar la ciudad, el muro y el templo de Jerusalén. Y la palabra que los gobernaba y caracterizaba era: “Quién tenga un corazón dispuesto, sea su Dios con él”.

En el libro de Apocalipsis, está claro que la mayoría a abandonado el pensamiento pleno del Señor. La apelación allí es para aquellos que, de entre estos, tienen “oído para oír”. Encontramos que son llamados “Vencedores”, y esto está claramente relacionado con las condiciones de decadencia. Es una reacción que busca volver al pensamiento original y pleno de Dios. Es difícil imaginar que todos los cristianos responderán a esta apelación y exigencia, pero está claro que ellos pueden, que el Señor lo desea, y que aquello que él desea está fuera de discusión. Puede ser un camino costoso; y el costo será doloroso debido, principalmente, a la actitud de otros cristianos.

Así pues, comprendemos que este ministerio examinará a fondo al pueblo del Señor, y que solamente aquellos que realmente tengan la intención de tratar con Dios y continuar hasta “el conocimiento pleno” tendrán un lugar para este ministerio. En consecuencia, el nuestro es un mensaje que afectará a los “Vencedores”, aunque nosotros no los consideramos como escogidos entre los escogidos, o una selecta aristocracia espiritual. Ellos tendrán un lugar de honor especial, debido que en ellos el Señor tendrá aquello en lo cual su corazón está puesto desde el principio. La diferencia será la misma que se aprecia, finalmente, entre José y sus hermanos.

Un ministerio como este del que hemos hablado, será el resultado de tratos muy profundos y drásticos con nosotros. Y esto no es algo estudiado y desarrollado mentalmente. Nunca estaremos fuera de la rueda como un vaso terminado, sino que siempre como algo en lo cual el Señor combinará el moldeado y el uso. Ciertamente, así es como debería ser. “El mensajero del Señor dentro del mensaje del Señor”, implica el principio vital de que el instrumento jamás debería estar por delante de su historia espiritual. Incluso los profetas que hablaron de las cosas venideras, y de muchas cosas cuyo significado no era totalmente claro para ellos, desarrollaron su ministerio al ser trabajados interiormente a través de la experiencia práctica. Sin embargo, esta drástica conducción está siempre dirigida hacia el aumento y el progreso. Un ministerio así no puede “levantarse” o adoptarse. No podemos entrar en él del mismo modo como entramos en cualquier otro tipo de tarea, por medio del entrenamiento o la instrucción técnica o intelectual. En verdad, esto último es algo de lo cual debemos “naturalmente” apartarnos, tal como lo hicieron Moisés, Jeremías y otros. Resulta de mucha ayuda, interesante e iluminador ver como, cuando el Señor habló a Israel por medio de Jeremías acerca del alfarero y su casa, y luego cuando él mismo tomó el lugar del alfarero, el modelar, dar forma, corregir, ajustar y limpiar para una utilidad plena, se lleva a cabo a través de los ataques que inflinge la actividad enemiga. Existía una conexión entre las manos del Alfarero y la oposición de lo reinos enemigos que asediaban a Israel. Por tanto, para lograr una plena utilidad el Señor usa al enemigo y su obra, y nosotros no estaremos por mucho tiempo libres de su presión.

Estas, luego, son las cosas principales para las cuales estamos llamados y comprometidos. “Aquí estamos, no podemos hacer otra cosa, que Dios nos ayude”.

El Señor les de a todos un corazón para “seguir al Cordero por donde quiera que va” y para alcanzar su plenitud.


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