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La Escuela de Cristo

por T. Austin-Sparks

Capítulo 1 - El Fundamento de la Educación Espiritual

Vamos a comenzar leyendo los siguientes pasajes:

Ezequiel 40:2-4, “En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había un edificio parecido a una gran ciudad, hacia la parte sur. Me llevó allí, y he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce; y tenía un cordel de lino en su mano, y una caña de medir; y él estaba a la puerta. Y me habló aquel varón, diciendo: Hijo de hombre, mira con tus ojos, y oye con tus oídos, y pon tu corazón a todas las cosas que te muestro; porque para que yo te las mostrase has sido traído aquí. Cuenta todo lo que ves a la casa de Israel.”

Ezequiel 43:10-11, “Tú, hijo de hombre, muestra a la casa de Israel esta casa, y avergüéncense de sus pecados; y midan el diseño de ella. Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma y todas sus reglas, y las pongan por obra.”

Mateo 3:17, “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”

Mateo 11:25-30, “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”

Juan 1:51, “Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

Lucas 9:23, “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”

Efesios 4:20-21, “Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.”

El versículo básico para nuestro presente propósito es Mateo 11:29 donde dice: “Llevad mi yugo y aprended de mí.” En Efesios 4:20 el apóstol Pablo nos dice con otras palabras lo que el Señor Jesús quiso dar a entender: “Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo.” Al cambiar una palabrita vemos una gran diferencia y tenemos el verdadero sentido. Mientras el Señor Jesús estuvo aquí, puso esto de manera objetiva porque el tiempo subjetivo no había llegado, por eso tuvo que decir: “Aprended de mí.” Pero cuando el tiempo subjetivo llegó, el Espíritu Santo guió al apóstol a dejar de lado el “de” y decir “aprendido así a Cristo.”

Estoy completamente seguro que muchos de ustedes discernirán, inmediatamente, cuál es la verdadera falla del cristianismo popular de hoy. Una especie de imitación objetiva de Jesús que no trae ningún provecho, mientras que aprender a Jesús nos lleva a total provecho. Así que vamos a ocuparnos con la escuela de Cristo ahora, a cuya escuela Él llevó a los doce discípulos que había escogido, “para que estuviesen con Él y para enviarlos a predicar.” (Marcos 3: 14)

Ellos, primeramente, fueron llamados “discípulos,” lo cual sólo significa “puestos bajo disciplina.” Antes de que nosotros podamos ser apóstoles, esto es “enviados,” tenemos que estar bajo disciplina, ser discípulos, ser enseñados; ser enseñados de manera interna. A esta escuela es llevado todo aquel que haya nacido de arriba y es muy importante que comprendamos, la naturaleza de la misma, qué es lo que vamos a aprender y los principios de nuestra educación espiritual.

Primero Se Nos Da un Panorama del Objetivo de Nuestra Educación.

Al llegar a esta escuela lo primero que el Espíritu Santo, el gran Maestro e Intérprete hace por nosotros, si realmente estamos bajo Su mano, es darnos un panorama de lo que tenemos que aprender, nos presenta el gran objetivo de nuestra educación.

Hemos leído los pasajes en Ezequiel, los cuales, a mí parecer, tienen mucho que ver con este asunto. En un tiempo en que la verdadera expresión de los pensamientos de Dios en medio de su pueblo se había perdido, y el pueblo había perdido el contacto inmediato con los pensamientos divinos, el Espíritu de Dios puso Su mano sobre el profeta, en aquel país lejano, y lo llevó en el Espíritu, en visiones de Dios, de regreso a Jerusalén. Allí lo puso sobre un monte alto y le mostró un templo nuevo, desde el cual un río de vida fluía hasta los confines de la tierra. Luego prosiguió, yendo de lo general a los más mínimos detalles, e instruyó al profeta a que le mostrara la casa a la casa de Israel, con la intención de recobrar la vida espiritual en conformidad a la amplia y detallada revelación del pensamiento de Dios, con la intención de que ellos, primero que nada, se avergonzaran.

Se ha discutido mucho si el templo de Ezequiel sería literalmente establecido en la tierra. Nosotros no vamos a discutir sobre esto, pero hay algo sobre lo cual no debemos tener ninguna duda, todo lo que Ezequiel vio tiene contraparte espiritual y cumplimiento en la Iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo. Espiritualmente todo está en Cristo.

El método que Dios usa con Su pueblo para asegurar una plena expresión de Su pensamiento es, primero que todo, presentar el Objetivo perfecto. Esto fue lo que Él hizo cuando en el Jordán abrió los cielos y dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Él presentó y dio testimonio de Aquel que era la expresión plena, completa y detallada de Su pensamiento para Su pueblo. El apóstol Pablo en palabras familiares para nosotros expresa el hecho: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo.”

“Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia.” “…conforme a la imagen de Su Hijo.” Esta es la presentación, el testimonio y la declaración del propósito divino en relación a Él. Por eso, repito, el primer objetivo del Espíritu Santo es que conozcamos lo que está en la mira de nuestra educación espiritual, a saber, que Él está por revelar a Cristo en nosotros para después conformarnos a Él. ¡Para aprender a Cristo, primero debemos ver a Cristo!

La Preeminente Marca de una Vida Gobernada por el Espíritu

La marca de una vida gobernada por el Espíritu Santo es, que esa vida está continuamente y cada vez más concentrada en Cristo, y que Cristo es cada vez más grande en esa vida conforme pasa el tiempo. El efecto de la obra del Espíritu Santo en nosotros nos lleva a la orilla de un inmenso océano que se extiende mucho más allá de nuestro alcance, y ante el cual nos sentimos abrumados: “¡Qué profundidad, qué plenitud de Cristo!” Si viviéramos tanto como un hombre haya vivido alguna vez, todavía estaríamos solo en la margen de esa vasta plenitud que es Cristo.

Esto, a su vez, se convierte en un reto para nosotros antes de que vayamos más lejos. Estas no son solo palabras, esto no es solo retórica, esto es verdad. Preguntémosle a nuestro corazón: ¿Es esta la verdad en nuestro caso? ¿Es este el tipo de vida que conocemos? ¿Hemos llegado a la desesperación en este asunto? Es decir, estamos vislumbrando tanto de Cristo, que sabemos que estamos siendo derrotados, que es demasiado para nosotros y que nunca lo alcanzaremos todo. Esto está más allá de nosotros, mucho más allá de nosotros, y sin embargo, seguimos siendo atraídos y atraídos. ¿Es esta su experiencia?

Esta es la marca de una vida gobernada por el Espíritu Santo. ¡Cristo va haciéndose más y más grande a medida que avanzamos! Si esto es verdad, bueno, ese es el camino de la Vida. Si usted y yo alguna vez llegáramos a un lugar donde pensáramos que lo conocemos todo, que lo tenemos todo y que lo hemos alcanzado todo, sepa que a partir de ese momento las cosas se estancarán. Podemos asumir que el Espíritu Santo ha cesado las operaciones y que la vida se ha petrificado.

Tomemos el ejemplo de alguien que nos ha sido dado de entre los hombres, para mostrarnos el propósito de los caminos de Dios, el Apóstol Pablo. Las palabras que él usa para definir y expresar lo que le pasó justamente al comienzo son: “Agradó a Dios…revelar a Su Hijo en mí.” Ahora bien, este hombre enseñó y predicó mucho; produjo mucho. Tuvo una vida larga y plena, no solo por lo mucho que produjo, sino también por la esencia concentrada, la cual ha vencido todos los intentos de comprenderla. Al final de su larga y plena vida, el hombre que dijo en relación a su comienzo: “Le agradó a Dios… revelar a Su Hijo en mí,” clama desde su corazón “…que yo pueda conocerlo.” Indicando, sin ninguna duda, que a pesar de la revelación inicial, que a pesar de todas las posteriores y continuas grandes revelaciones, que a pesar de haber sido llevado al tercer cielo donde se le mostraron cosas indecibles…que a pesar de todo eso, al final él no sabía nada comparado con lo que hay para ser conocido.

“Que yo pueda conocerlo.” Esta es la esencia de una vida gobernada por el Espíritu Santo y lo que nos va a librar de la muerte, del estancamiento, de llegar a un punto muerto. Esta es la obra del Espíritu en la escuela de Cristo, presentar y mantener a Cristo en Su grandeza a la vista. Por lo tanto, Dios, justo desde el principio, saca a la luz a Cristo, lo presenta, lo confirma y dice: “¡Este es Aquel a cuya imagen te voy a conformar!”

Así es, luego de haberse hecho la presentación empiezan las lecciones básicas. El Espíritu Santo no está satisfecho solo con darnos una gran presentación, empezará la verdadera obra en relación a esa presentación y bajo Su mano, seremos llevados a dos o a tres cosas básicas en nuestra educación espiritual.

El Desafío y el Significado de un Cielo Abierto

Mi objetivo, en cooperación con el Señor, es hacer todo eminentemente práctico, y así, plantear el desafío de inmediato. Pregunto: ¿Está el Espíritu Santo dentro de usted presentándole la plenitud de Dios en Su Hijo cada vez más? ¿Es esa la naturaleza de su vida espiritual? Si no es así, entonces usted, definitivamente, debe hacer algo delante del Señor acerca de esto, porque algo anda mal. Eso es lo que significa la unción y si esa no es la naturaleza de su vida espiritual, algo anda mal en relación a la unción en su caso. El Señor Jesús le dijo a Natanael: “De aquí en adelante veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

Es claro que el “de aquí en adelante” era el “en adelante” inmediato, los días del Espíritu Santo que estaban por llegar muy pronto. Con un cielo abierto usted ve la perspectiva de Dios con respecto a Su Hijo. Ese cielo abierto fue la unción para el Señor Jesús. El Espíritu descendió sobre Él y lo iluminó, esa fue la unción para Él y es la misma para nosotros. Desde el día de Pentecostés en adelante, el cielo abierto es la unción del Espíritu sobre Cristo dentro de nosotros. El cielo abierto significa una revelación de Cristo en constante crecimiento.

¡Permítame exhortarlo! Vuelvo a insistir sobre esto, porque no solo debemos añadir otras cosas rápidamente, sino asegurarnos de que estamos en lo correcto. El cielo abierto trae a su misma puerta la revelación de Dios en Cristo y la pone a su disposición, a fin de que usted no dependa, en primer lugar, de bibliotecas, libros, directrices o de cualquier otra cosa. ¡La revelación está ahí para usted! Sin embargo, por mucho que el Señor vea como algo bueno el uso de esas otras cosas para ayudarlo y enriquecerlo, usted tiene su propio cielo abierto, su propio camino despejado y no un domo cerrado sobre su cabeza. El Señor Jesús está siendo más, y cada vez más maravilloso en su propio corazón, porque “…Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.”

La “Otredad” de Cristo

Siendo que lo anterior es cierto (y si no lo es para usted tal vez deba suspenderlo todo hasta que haya tenido tratos con el Señor), entonces el Espíritu Santo se pone a trabajar en eso. Como dije, hace dos o tres cosas muy reales para nosotros, la primera de la cuales es, la absoluta “otredad” de Cristo. ¡Cuán completamente “otro” o diferente es Él de nosotros!

Tome a los discípulos que fueron a Su escuela. Esa no era la escuela del Espíritu Santo en el mismo sentido que lo es para nosotros hoy, pero el resultado de su asociación con el Señor Jesús durante aquellos tres o tres años y medio fue exactamente el mismo. Lo primero que ellos aprendieron fue la “otredad” de Cristo, cuán diferente era Él de ellos. ¡Tuvieron que aprenderlo! No creo que les llegara en el primer momento, fue conforme avanzaban que se vieron una y otra vez en conflicto con Su pensamiento, Su mente, Su camino. Ellos lo presionaban a tomar un cierto rumbo, a hacer ciertas cosas, a ir a ciertos lugares. Trataban de ejercer sobre Él sus propios juicios, sentimientos e ideas, pero Él no quiso saber nada de eso.

En la fiesta de las bodas de Caná de Galilea, su propia madre con una idea en mente le dijo: “No tienen vino.” Su respuesta fue: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.” Esta es una traducción muy débil, una mucho mejor diría: “Mujer, tú y yo estamos pensando en diferentes ámbitos, en este momento no tenemos nada en común.” Así, durante sus vidas, ellos buscaron imponerle su propia mentalidad, pero Él los hizo retroceder todas las veces y les mostró cuán diferentes eran Sus pensamientos, Sus caminos, Sus ideas, Sus juicios. ¡Completamente diferentes! Espero que al final ellos se desesperaran. Él podría haberse desesperado de ellos, si no hubiera sabido que esto era exactamente lo que Él estaba haciendo en ellos.

Coja esto y tendrá algo muy útil: “Señor, ¿por qué es que yo siempre estoy atrapado, siempre estoy cometiendo errores? De una u otra manera, siempre digo y hago lo que no es correcto. ¡Siempre estoy en el lado equivocado! ¡Parece que nunca estoy de acuerdo Contigo! ¡Me desespera nunca estar en lo correcto!” A esto el Señor responde: “Estoy enseñándote, eso es todo, deliberadamente, muy deliberadamente. Eso es exactamente lo que quiero que veas. Hasta que aprendas esta lección no vamos a llegar a ninguna parte. Cuando la hayas aprendido bien, podremos empezar la obra de edificación, pero por ahora, es necesario que reconozcas que Yo soy completamente “otro” con respecto a ti, que soy completamente diferente de ti. La diferencia es tal, que nos movemos en dos mundos completamente opuestos.”

La mente ordinaria del hombre, en el mejor de los casos, es otra mente ordinaria. La voluntad del hombre, en el mejor de los casos, es otra voluntad de hombre. Usted no sabrá lo que hay detrás de sus motivos, hasta que el Espíritu Santo se abra camino hasta lo más profundo de su ser y se lo muestre. Usted puede poner sus sentimientos y deseos de la manera más piadosa. Puede, como Pedro, reaccionar ante la declaración divina y que el Señor diga: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Y entonces responder: “Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza”; pero es sólo el yo levantándose de nuevo. “Mi bendición.” Yo quiero la bendición y así perder todo el punto que el Maestro está tratando de enseñar. “Estoy tratando de enseñarte a despojarte de ti mismo,” podría decir el Señor, “y tú estás cogiendo cada declaración mía para llenarla de tu yo, para obtener algo. Estoy tratando de decirte: ¡Suelta, deja ir!.” El yo se levanta de la manera más “espiritual” por la bendición espiritual. ¡No sabemos lo que hay detrás de los motivos!

Es necesario que entremos a la muy severa escuela del Espíritu, lo cual resulta en el descubrimiento de que nuestras mejores intenciones son corruptas, de que nuestros más puros motivos son inmundos ante Sus ojos, de que el yo brota en algún lugar en las cosas que intentamos que sean para Dios. No podemos producir desde esta naturaleza algo aceptable para Dios. Todo lo que alguna vez llegue a Dios será únicamente en Cristo, no en nosotros. En esta vida nunca será en nosotros, ni como nuestro. Siempre existirá la diferencia entre Cristo y nosotros. Aunque Él viva en nosotros, Él y únicamente Él, es el objeto de placer y satisfacción divina, y la lección básica que usted y yo tenemos que aprender en esta vida, bajo la tutela, revelación y disciplina del Espíritu Santo es, que Él es diferente a lo que somos nosotros, y que esa “otredad” es definitivamente algo absoluto. ¡Esta es una de las lecciones difíciles!

Es, sin duda, una lección que el mundo se rehusará aprender. No lo hará. Es una lección que contrasta directamente con todo el sistema de la enseñanza humanista, con lo “maravilloso” que es el hombre. ¡Oh, no! Cuando usted llega a lo mejor de usted mismo, todavía hay un abismo entre usted y los principios de Cristo que no puede ser superado. Si usted lograra lo mejor de usted mismo, todavía no ha comenzado en Cristo. Es absoluto, pero tal vez no se necesite un énfasis tan fuerte, la mayoría de nosotros ha aprendido algo de esto.

Mientras conocemos esto por experiencia, tomemos la tranquilidad que tal vez viene, porque una vez más se nos dice exactamente lo que está pasando. ¿Qué está haciendo el Señor, qué está haciendo el Espíritu Santo en nosotros? Bueno, básicamente nos está dando a conocer que nosotros somos una cosa y que Cristo es otra completamente diferente. Esta es la lección más importante que tenemos que aprender, porque no se puede edificar nada hasta que la hayamos aprendido.

La Imposibilidad de Alcanzar el Estándar de Dios por Nosotros Mismos.

Tenemos, entonces, que la primera lección es la absoluta “otredad” de Cristo en contraste con nosotros. En la segunda, el Espíritu Santo nos pone cara a cara con nuestra absoluta imposibilidad de alguna vez llegar a ser “otro” por nosotros mismos. Verá, Dios ha establecido un estándar, Dios ha presentado Su modelo, Dios nos ha dado Su objetivo para que seamos conformados, y lo siguiente que vamos a enfrentar es la total imposibilidad de ser eso. Sí, por nosotros mismos no podemos serlo.

¿No ha aprendido usted todavía la lección de la desesperación? ¿Tiene el Espíritu Santo que hacerlo desesperar otra vez? ¿Por qué no experimenta una buena desesperación de una vez por todas? ¿Por qué desesperarlo de vez en cuando? Solo porque usted todavía está buscando algo en alguna parte, algún trapo de bondad en usted para presentar delante de Dios y que le agrade, que le satisfaga y que responda a Sus requisitos. ¡Nunca lo encontrará! Está establecido en Isaías 64 que “toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia.” El Señor le llama a toda nuestra justicia y a todo lo que trata de levantarse como justo: “¡Trapos de inmundicia!” Vamos a establecer esto de una vez por todas.

Si usted está mirando hacia adelante lo que estoy diciendo, verá a qué lo conduce esto. Lo conduce a la más gloriosa posición. Lo conduce al glorioso hecho mencionado por el Señor Jesús, en aquellos días antes de que las cosas llegaran a ser internas: “Aprended de mí…y hallaréis descanso para vuestras almas.” Ese es el objetivo. Nosotros nunca encontraremos descanso para nuestras almas, hasta que, en primer lugar, hayamos aprendido la absoluta diferencia entre Cristo y nosotros, y en segundo lugar, hayamos aprendido la absoluta imposibilidad de ser como Él por medio de algo que podamos encontrar, producir o hacer en nosotros mismos. No está en nosotros, en nosotros mismos, ni de esa manera. Así que, más nos vale haber pasado por nuestra última desesperación con respecto a nosotros mismos. ¡Estas dos cosas son básicas!

Una Última Palabra y una Exhortación

A continuación el Espíritu Santo empezará a mostrarnos cómo se logran estas dos cosas. No vamos a empezar esto ahora, pero quedémonos con el hecho de que el Espíritu Santo no puede hacer nada hasta que estas otras cosas sean establecidas. ¡Es que Dios es muy celoso de Su Hijo! Su Hijo tuvo que pasar por el fuego debido a esto. Aceptó la forma de hombre y una vida de dependencia, se despojó voluntariamente de aquello que lo posibilitaba en cualquier momento, a obrar a partir de Sí mismo y por medio de Su deidad, para su propia liberación, salvación, provisión y preservación. Se despojó de ese derecho y dijo: “Dejo todos mis derechos, prerrogativas y poder de la Deidad por el momento, y acepto la posición de hombre, de total dependencia a Dios como Mi Padre. Cumplo en el nivel del hombre todo lo que el hombre tenía que cumplir alguna vez.”1

Él enfrentó cada esfera del hombre, en cada forma particular e intensidad de fuerza, sin fallar, como hombre y por el hombre, y regresó al trono con el mérito de un completo triunfo sobre toda fuerza que el hombre haya enfrentado alguna vez por satisfacer a Dios. ¿Piensa usted que después de esto Dios va a renunciar a Su Hijo y a todo lo que Él forjó en favor del hombre y decir: “Solo da lo mejor de ti y eso Me satisface?” ¡Cuán ciego de Cristo y de Dios está el cristianismo popular de hoy día! Solo hay Uno en este universo sobre quien Dios puede decir desde su corazón “en quien tengo complacencia,” y ese Uno es el Señor Jesucristo. Si usted y yo vamos a entrar en esa gracia alguna vez, será “en Cristo Jesús,” nunca en nosotros mismos. Cuando se aprende esto, o cuando esta parte de la educación se ha incorporado, es cuando el Espíritu Santo puede empezar la obra de conformación a la imagen del Hijo de Dios.

Bien, hemos visto la primera y la segunda lección en el caso de los discípulos. A través de los meses y años ellos llegaron a ver cuán completamente diferente era Él de ellos, y entonces, llegaron al punto de la desesperación, al asunto mismo, tal como pretendía el Señor que fuera. Él lo previó todo. No podía entorpecerlo, no podía salvarlos, tenía que permitirles ir por ese camino. Y justamente al final, cuando ellos estaban haciendo sus más fuertes proclamas acerca de la lealtad, fidelidad y resistencia de ellos, y de lo que iban a hacer cuando los sometieran a prueba, Él les dijo a todos: “¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo…” Y a uno en particular le dijo: “No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.”

¿Qué cree que sintieron esos hombres cuando Él fue crucificado, todos huyeron dejándolo solo y uno lo negó? ¿No cree usted que una oscura desesperación entró en sus almas, no solo por las perspectivas y expectativas perdidas, sino una desesperación sobre sí mismos? Sí, y Él tenía que permitirlo. No podía dar ni un paso para evitarlo porque era necesario. Y usted y yo iremos por el mismo camino, si estamos en la misma escuela. ¡Es esencial! Ninguna obra de edificación puede ser hecha, hasta que esto haya avanzado internamente en nosotros.

¡Bueno, esto suena terrible, pero debería ser alentador! Después de todo, en un sentido todo es provechoso. ¿Qué está haciendo el Señor en mí? Él está preparando un camino para Su Hijo, está limpiando el terreno para introducirlo en la plenitud de Cristo. Es lo que Él está haciendo, es lo que hizo con ellos. Pentecostés y todo lo que siguió, fue Su respuesta a lo que pasó el día que fue entregado, a todo lo que pasó con ellos. Usted dice: “Entonces Él comenzó Su obra de edificación.” Sí, Él la comenzó. Después de la cruz y de Pentecostés las cosas empezaron a cambiar de manera interna, y desde ese momento usted comienza a ver que Cristo es manifestado en forma creciente en estos hombres.

Puede que tuvieran un largo camino por delante, pero usted no puede pasar por alto el hecho de que el fundamento estaba puesto, que se había dado el inicio. No se puede dejar de ver, que había una diferencia y que la diferencia no era que ellos hubieran cambiado necesariamente mucho, sino que Cristo estaba en ellos transcendiendo lo que eran por naturaleza. No es que ellos habían llegado a ser mucho mejores, sino que Cristo en ellos había llegado a ser más real, como un poder.

Esto es todo por el momento. Inclinemos nuestros corazones y rindámonos hoy. ¡Es la escuela de Cristo! Sé lo desafiante que es, desafiante para este viejo hombre reacio a morir, que se rinde con gran dificultad. Tal vez toda nuestra formación y enseñanza ha sido distinta a esta. Hemos estado en la horrible herencia del humanismo que dice: “Sé lo mejor que puedas ser. Sé lo mejor.” Bien, usted debe tomar lo que le estoy diciendo en el sentido que lo estoy diciendo. Nadie espera que usted vaya y sea descuidado, perezoso, peor o menos de lo mejor que pueda ser, sólo por lo que he dicho; usted sabe de qué estoy hablando. Lo mejor de nosotros nunca podrá cruzar la brecha que hay entre nosotros y Jesucristo. No, esta brecha permanece, y la única manera de pasar es morir y ser levantado de entre los muertos; pero ese es otro tema.

1 (Esto no quiere decir que Él se despojó a Sí mismo de la Deidad, sino de sus derechos por el momento.)

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