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El Celo del Señor

por T. Austin-Sparks

Capítulo 1 - El Camino a la Plenitud Celestial

Comencemos leyendo:

  • 1 Reyes 19:9-10, 14, “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida… El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”.

  • 2 Reyes 19:29-31, “Y esto te daré por señal, oh Ezequías: Este año comeréis lo que nacerá de suyo, y el segundo año lo que nacerá de suyo; y el tercer año sembraréis, y segaréis, y plantaréis viñas, y comeréis el fruto de ellas. Y lo que hubiere escapado, lo que hubiere quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíces abajo, y llevará fruto arriba. Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sion los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”.

  • Isaías 59:17, “Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto”.

  • Juan 2:14-17, “Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume”.

La palabra común en estos pasajes da en el blanco de nuestra presente meditación: El celo del Señor o el camino hacia la plenitud celestial. La plenitud celestial de manera muy real y especial es colocada frente a nosotros en la vida de Eliseo. Este hecho nos impresiona cada vez que leemos de dicha vida o de cualquier cosa relacionada con ella. De principio a fin, donde Eliseo se ve entrar en “escena” el resultado es plenitud, plenitud viva, plenitud de vida. Es plenitud celestial porque salió del cielo, porque tuvo su origen en el cielo. Fue cuando Elías subió al cielo en un torbellino y su manto cayó sobre Eliseo, que la verdadera vida y ministerio de Eliseo comenzaron. Entonces, es plenitud celestial y de ella nos habla su vida.

Eliseo fue el resultado y la plenitud de Elías. Elías echó el fundamento y proveyó el terreno para el ministerio de Eliseo. Por tanto, en las cosas espirituales Elías señala el camino, es la base y el fundamento de la plenitud celestial. Eliseo necesitaba a Elías; en un verdadero sentido, él surgió de Elías. Pero Elías también necesitaba a Eliseo, necesitaba que fuera la expresión incrementada de su propia vida. Aquí tenemos una parte y una contraparte; el fundamento y la superestructura; la semilla y el fruto y el árbol plenamente crecido.

Usted necesita conocer la naturaleza de la semilla, para saber exactamente, qué está plantando o sembrando. Y es igualmente importante, que usted reconozca lo que Elías representa, para que pueda obtener el resultado de Eliseo. Es muy agradable tomar lo que se nos presenta de la plenitud celestial en Eliseo, extenderla y decir: “Deseamos con todo nuestro corazón tener la plenitud celestial, la vida resucitada, el poder de Su resurrección como en Eliseo”. Pero es casi imposible que entremos en ello, que conozcamos algo acerca de la plenitud celestial, si no nos colocamos sobre el terreno de Elías que fue provisto para eso.

EL PUNTO DE PARTIDA DE LA PLENITUD CELESTIAL

Busquemos a Elías para ver el punto de partida, el fundamento, la base de la plenitud celestial. Antes de seguir adelante en nuestra consideración de Elías en este sentido en particular (y no hay duda de que ese es el significado de la vida de estas dos perspectiva, una sola vida; semilla y fruto, fundamento y edificación, raíz y ramas), hay una o dos palabras preliminares de carácter general que quiero decir, aunque ellas son de gran importancia.

Dios ha fijado un punto de partida. Él nunca cambia ese punto de partida, ni se mueve de ahí. La importancia de reconocer esto, es que todo en materia de progreso es determinado por el punto de partida. El punto de partida gobierna toda la vida posterior. Eso significa que si nosotros tomamos las cosas en un punto más allá del punto de partida de Dios, tendremos que devolvernos y deshacer mucho, o de otro modo, estaremos limitados por siempre con respecto a la medida de plenitud divina.

Estoy seguro de que esto lo golpea, ya que con toda certeza, hay muchos que toman las cosas del Señor muy lejos del punto de partida de Dios. Por lo tanto, el Señor, en lugar de llevarlos hacia adelante, ocupa una gran cantidad de tiempo regresándolos o deshaciendo mucha historia. Ellos no son movidos inmediatamente del punto en que trataron de comenzar, más bien los vemos siendo humillados y deshechos, y por largo tiempo, el movimiento de ellos parece ser más hacia atrás que hacia adelante, más hacia abajo que hacia arriba. La explicación es que ellos han tomado las cosas en un lugar diferente al punto de partida de Dios.

Por otro lado, donde no existe la rendición a esa obra de Dios, a esa obra del Espíritu que busca traer de regreso, existe un forcejeo por tomar las cosas en un punto diferente al de Dios. Si existe una indisposición a ser devuelto a la base de Dios, y se presiona y se determina tomar la obra en otro punto, al final permanecerá una limitación. Esto explicaría las muchas dificultades y problemas que se levantan.

Hay muchos que rechazan la obra de la cruz en su significado más profundo. No la tienen, y sin embargo, han tomado las cosas y la obra de Dios sin esa obra profunda de la cruz en sus vidas, la necesidad de los cuales es rehusar conocerla y reconocerla. Tratan de forzar su camino hacia adelante y de forzar hacia adelante la obra de Dios. ¡Construyen! Y lo que construyen puede alcanzar grandes dimensiones, y de acuerdo a las normas de los hombres, parecer algo exitoso, grande, lleno de actividad y energía, pero cuando se mide con la vara de oro que es de acuerdo a lo que Dios estima, su valor espiritual es muy limitado, muy delgado, muy superficial, y representa muy poco de la plenitud de Cristo en la vida de las personas involucradas. Estos constructores están llenos de actividad, pero son bebés en inteligencia y entendimiento espiritual. El problema es que han tomado las cosas más allá del punto de partida de Dios y que no se han rendido al Espíritu para retornarlos a ese punto. Por eso permanece una limitación hasta el final, una limitación suficientemente trágica.

Hay alternativas que surgen del reconocimiento del hecho de que Dios ha fijado un punto de partida que Él nunca cambia y del que Él nunca se mueve. Una alternativa es, llegar al punto de partida de Dios. El principio es el mejor momento para llegar ahí, pero si por falta de conocimiento, entendimiento o enseñanza adecuada, o por nuestra propia ignorancia hemos sido arrastrados a un montón de cosas sin conocer el punto de partida de Dios, entonces, en Su fidelidad a Sí mismo y en Su fidelidad a nosotros, si se lo permitimos, Él nos traerá de regreso, deshará lo que tenga que deshacer, pero siempre con los más altos y plenos intereses en perspectiva. La no disposición y la no rendición dejan la otra alternativa abierta, podemos seguir adelante, pero para estar en limitación por siempre, lo cual es algo que Dios nunca deseó para nosotros.

DOS ASUNTOS PRÁCTICOS

Hay otra cosa que debemos recordar en relación con esto, y es que mientras el punto de partida de Dios es inalterable, por nuestra parte hay dos cosas de carácter práctico: Una aceptación de la posición de Dios y una progresiva expresión exterior.

Una aceptación de la posición de Dios

En primer lugar, debe haber una aceptación de todas las implicaciones del hecho, en un acto definitivo de fe y consagración. Usted y yo nunca conoceremos en un momento dado todas las implicaciones. Nunca seremos capaces de ver todo lo que Dios quiso decir al establecer esta ley del punto de partida. Desde la perspectiva divina, todo está ligado a ese punto de partida, todo toma su salida de ahí, pero nos damos cuenta de esto sólo cuando avanzamos. Nos toca a nosotros tomar una actitud de fe y consagración con respecto a todas las implicaciones, aunque no sepamos plenamente cuáles son. En un acto definitivo tenemos que llegar al lugar donde decir: “Señor, yo me levanto en fe y acepto lo que quisiste decir al traerme a tu punto de partida y a todo lo que está ligado a él. Este es un acto definitivo de compromiso, aceptación y consagración”.

La gente, en general, tiene una concepción deficiente del significado de consagración. A menudo se piensa que sólo consiste en entregarle la vida a Dios, entregarse uno al Señor en completa rendición. Pues sí, claro, pero hay mucho más en un acto de consagración de lo que generalmente se reconoce. Completa consagración significa que nosotros le permitimos al Señor que haga todo lo que Él entiende por consagración. Cuando el Señor tiene ambas manos sobre una vida, por decirlo así, y esa vida está completamente en Sus manos, hace cosas extraordinarias con y en esa vida. Cosas extrañas, cosas profundas, cosas que no buscamos, cosas que ni siquiera expectamos, cosas que son desagradables para la carne, cosas muy misteriosas. Cosas que la mente natural no puede reconciliar con la sabiduría de Dios, ni con el amor de Dios. Todo esto es parte de la consagración.

Consagración significa que de aquí en adelante estamos en las manos del Señor para que Él haga lo que tenga que hacer. Es la entrega a Dios de la vida interior, del ser interior. Es más que la idea superficial de sólo poner nuestra vida en las manos de Dios, con el pensamiento de que ahora Dios va a usarnos poderosamente. Hay mucho más en la consagración que eso, y desde el punto de vista de Dios, Quien nos conoce, conoce los requisitos y conoce lo que es necesario, hay muchas implicaciones ligadas con la llegada a Su punto de partida.

Usted y yo tenemos que reconocer eso y en un solo acto de fe, entregarnos a todas las implicaciones que son claras delante de Sus ojos, y no sólo a lo que nosotros podamos ver de ellas en el momento. Encontramos que conforme avanzamos cosas que nunca pensamos, que nunca imaginamos y que nunca anticipamos empiezan a levantarse en nuestra experiencia, y entramos en crisis, en un callejón sin salida, donde tenemos una discusión sobre los caminos del Señor con nosotros y nos enfrentamos cara a cara con Él en actitud desafiante. Luego, el Señor esperará hasta que nos suavicemos con Él y luego dirá: “¡Pero esta estaba en el cálculo original! Esto no es nuevo. Esto no es algo que acaba de surgir en el camino. Todo esto estaba en el cálculo original y me dijiste que podía hacer exactamente lo que yo quisiera. ¿Estás preparado para permanecer en tu posición original? Esto es lo que significa consagración y entrega, y lo aceptaste con todo el peso de su significado. ¿Vas a permanecer allí ahora?”

Muchos saben lo que esto significa, aunque no lo hayan tenido presente en la mente de esta manera. Usted sabe que cada nueva crisis sólo lo lleva de regreso a la posición original con el Señor. Es un recordatorio del lugar donde usted comenzó, donde se entregó al Señor para que Él hiciera conforme a Sus caminos y voluntad. Usted está diciendo ahora: “Pero yo no pensé que significara esto”. Pero eso es lo que Él quiso decir y Él ha pensado mucho más de lo que nosotros alguna vez hayamos podido concebir. El punto de partida de Dios tiene que ser aceptado en un solo acto de fe en Él, con todas sus implicaciones.

Una progresiva expresión exterior

En segundo lugar, habrá una expresión exterior de las implicaciones. Dios no nos da en la experiencia, en un acto completo, todas esas implicaciones. Ellas están establecidas en Él, perfeccionadas en Cristo, pero en nosotros las implicaciones serán expresadas progresivamente. Sin embargo, esto será sólo porque le hemos dado al Señor total permiso y un camino abierto para obrarlas. Luego, Él progresivamente expresará las implicaciones de Su punto de partida.

Esto significará diferentes cosas para diferentes personas. Para algunos significará devolvernos un poco, ser devueltos sobre el camino recorrido para llegar de nuevo al punto de partida de Dios, con el fin de que podamos tener una mayor plenitud del Señor y ser liberados de la presente limitación. Esto requiere humildad de espíritu. Significa que tendremos que dejar una gran parte de la posición espiritual que hemos asumido, y que vamos a tener muy cambiadas nuestras ideas acerca de las cosas. Tenemos aceptadas las ideas, concepciones, definiciones de las cosas espirituales, de la obra del Señor, del ministerio…pero ahora este sistema de pensamiento y de ideas va a ser descartado, y vamos a regresar al principio para descubrir que el ministerio no es ese algo profesional que habíamos imaginado que era.

El ministerio desde el punto de vista de Dios es sencillamente, la expresión exterior de lo que Dios ha estado haciendo interiormente, el fruto de la historia espiritual. Nuestras ideas tienen que ser completamente transformadas, vueltas al revés, y nosotros tenemos que regresar al estándar de Dios. Algunos sabemos todo lo que esto implica. Por años tuvimos cierta idea de lo que era el ministerio, y luego tuvimos que regresar al lugar donde comenzamos de nuevo con la idea de Dios sobre el ministerio; pero valió la pena. Ahora nos consideramos tan tontos, por haber pensado que lo que valorábamos anteriormente era la idea de ministerio de Dios. ¡Bendito sea Dios! Él nos ha reunido en un punto, ha hecho que nos devolvamos y lleguemos al principio del ministerio de nuevo, en un nivel diferente, desde un punto de vista diferente y con una idea diferente. ¡Y cuán diferente ministerio!

Usamos el ministerio como ilustración de lo que queremos decir con respecto a la aplicación de esta ley. Cuando llegamos a las manos del Señor reconocemos que Él tiene un punto de partida, y que Él nunca deja Su posición o Su terreno para ir a buscarnos adonde estamos y tomarnos para Su servicio en ese punto, somos nosotros los que tenemos que regresar a Su punto de partida. Este es un acto tremendo, un acto profundo con Dios, quizás, una aceptación en agonía. (Es posible que nosotros nunca lleguemos al punto de aceptación salvo por la vía de la agonía, de la desesperación acerca de nuestras vidas espirituales, o de la desesperación acerca de nuestro presente servicio, obra, ministerio). Pero llegamos al lugar donde hay un fin y un nuevo comienzo.

Nos enfrentamos al desafío si vamos a dejar o no al Señor ordenar todo de acuerdo a Su mente. Cuando reconocemos el punto de partida de Dios en una completa aceptación, aunque hayamos estado en cosas por muchos años, todo tipo de cambios empiezan a suceder: cambios de ideas, cambios de concepciones, cambios de mente, cambios de maneras, cambios de actividad. Las cosas son cambiadas, pero son cambiadas de la limitación a la plenitud, de la esclavitud terrenal a la libertad celestial. Hemos encontrado el punto de partida de Dios hacia la plenitud celestial.

Recordemos entonces, que Dios tiene un punto de partida. Que Él no lo dejará para ir a un punto escogido por nosotros, pero demandará que nosotros vayamos al de Él. Que si nosotros aceptamos por fe todo lo que este significa, y luego dejamos a Dios obrar el principio y nosotros nos rendimos al mismo, obrará progresivamente.

EL TESORO DIVINO EN LA VASIJA TERRENAL

Ahora sí, ya podemos llegar a Elías como representante del punto de partida de Dios para la plenitud celestial. Consideraremos por un momento o dos al hombre en sí. Lea detenidamente la vida de Elías de nuevo. Es una de las vidas más plenas, pero en lo que respecta a la narrativa, relatada con el más corto de los alcances. Cuando usted recuerda la importancia de Elías y del tremendo lugar que ocupa, se sorprende de cuán rápidamente se cuenta su historia. Usted abarca su historia casi en pocos versículos. ¡Y si embargo, qué vida! Conforme la lee, una cosa que debería impresionarlo es la cantidad de veces que se habla de la debilidad y dependencia. Este es un cambio de punto de vista, porque cuando pensamos en Elías pensamos en poder, ira o algo terrible. Casi sentimos que estamos en presencia de un terremoto. No obstante, si usted lee la historia de nuevo, se impresionará con cuántas veces se mencionan la debilidad y la dependencia.

Tome el nombre de este hombre, Elías. Significa: Jehová mi fortaleza. Esto lo trae inmediatamente a una posición absoluta. ¡Jehová mi fortaleza! Usted casi puede oír un eco de las palabras del apóstol Pablo cuando dice: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe, la fe que es en el Hijo de Dios…” ¡Jehová mi fortaleza!

Luego conforme usted toca su vida en diferentes puntos, ve señas de debilidad y dependencia. Vaya con él al arroyo de Querit. “Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (1 Reyes 17:3-4). ¡Vaya posición para un poderoso hombre de Dios, una posición de debilidad y dependencia! El hecho mismo de que Dios ordenara a los cuervos que lo alimentaran, muestra cuán dependiente era él de Dios, porque los cuervos no son dados a alimentar a la gente, no está en la disposición de ellos. Se requiere de un acto soberano de Dios para hacer que los cuervos cuiden de alguien más. Si hay una característica sobresaliente de los cuervos esta es: “¡Yo primero!” Así, el poder de Dios fue necesario para superar el curso de la naturaleza por partida doble, ya que ninguna criatura debía ser el medio de sostén de este profeta, de este hombre de Dios.

Luego el Señor dejó que el arroyo se secara y al secarse le dijo: “Levántate, vete a Sarepta…yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente” (1 Reyes 17:9). ¡Una viuda! Cuando Elías llegó a Sarepta, ¡qué situación la que encontró! A la mujer sólo le quedaba un bocado, estaba en un gran estado de debilidad y sus recursos agotados. ¡Qué dependencia de Dios! ¡Qué estado de debilidad en sí mismo!

Pasemos a un punto más adelante en su carrera, al incidente en Horeb, en donde suceden las palabras por las que tenemos una gran afición: “un silbo apacible y delicado”. Elías llegó a Horeb y entró en una cueva. Estando en la cueva el Señor lo mandó a salir y en ese momento Él iba pasando. Primero hubo un poderoso torbellino, tras el torbellino un violento terremoto, tras el terremoto un fuego abrasador, la montaña debe haberse sacudido y las rocas poco menos que rajado. Hubo una terrible sensación de poder, fuerza, energía y fortaleza, pero Dios no estaba en el torbellino ni en el terremoto. Siguió un silbo apacible y delicado, y Dios estaba ahí.

Había una conmoción en Elías resultado de la amenaza de Jezabel y de su temor. Esa conmoción parecía estar pidiendo a gritos una poderosa manifestación de poder, la cual debía derrotar a Jezabel, privarla de su objetivo y salvar al siervo del Señor de sus garras. Según Elías, él necesitaba algún tipo de ejercicio de poder para liberarlo, pero el Señor no estaba en el terremoto, ni en el viento fuerte, estaba en el silbo apacible y delicado.

Y, ¿qué salió del silbo apacible y delicado? “Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar” (1 Reyes 19:15-16). ¿Cuál fue el resultado? Acab fue derrocado y Jezabel destruida. ¡¡Todo lo que sale de un silbo apacible y delicado!! La debilidad de Dios es mayor que los hombres. Muy elocuentemente Dios estaba diciendo: “Todo este asunto está en Mis manos. ¿Quién es Jezabel? ¿Quién es Acab? Mi dedo más pequeño es más que sus poderes combinados”. Un silbo apacible puede llevar la carrera de Acab a un rápido final y a Jezabel a un humillante final.

Es una lección poderosa. No se necesita que Dios venga en un terremoto o en un viento fuerte para tratar con una situación como esta. “Elías, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Acaso has olvidado lo que significa tu nombre? ¿Has olvidado que en tu debilidad Yo he perfeccionado una y otra vez mi fuerza? Mi debilidad es mayor que todas las fuerzas combinadas del enemigo”. La vida de Elías es resumida desde el punto de vista del hombre, en una gran realidad que es Dios, no el hombre. La debilidad de Dios asociada con el hombre es más que toda la fuerza de los hombres contra ese hombre.

Es posible que nosotros, en buena medida, hayamos estado en el lugar de Elías, conscientes de las tremendas fuerzas contra nosotros, humanas y diabólica, y hayamos sentido la necesidad de algún despliegue poderoso de fuerza. Que Dios se levante en un terremoto o en un viento fuerte para liberarnos. Hemos buscado esto y al no verlo nos hemos desanimado y pensado que el Señor nos ha fallado. Hemos empezado a decirle al Señor todo acerca de nuestra devoción y fidelidad: “He sentido un vivo celo por el Señor…” El Señor nunca viene a nosotros en un torbellino ni en un terremoto. Dudo que alguna vez alguien haya sido liberado por un terremoto o un torbellino procedente del Señor, pero hemos sido liberados, colocados en alto y sacados de esa tempestad de antagonismo satánico una y otra vez por el Señor. Y el Señor lo ha hecho de manera tranquila.

El Señor no ha visto la necesidad de un terremoto para liberarnos. Su debilidad es mayor que toda otra fuerza. Él nos enseña, que si bien somos lo que somos en nosotros mismos, débiles y dependientes de Dios, podemos estar sobre todo el poder del enemigo. Es tan bueno, que el Señor puso en el camino de Elías que fuera e hiciera cosas que llevarían tanto a Acab como a Jezabel a sus ignominiosos finales. Es como si el Señor hubiera dicho: “Bien, Elías, sólo ve y unge a Eliseo y a Jehú, este es el final de Acab y Jezabel. No tienes que temer más porque: …el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará”. Usted ve que el Señor es dueño de la situación, y trae a Su endeble, débil y conscientemente dependiente siervo a la comunión con Él para ponerle fin al enemigo.

EL PODER ES DE DIOS, NO DE LOS HOMBRES

El Señor no encubre la debilidad de Sus siervos, no ha dibujado un velo sobre este párrafo de la vida de su amado siervo Elías, a quien se refiere muchas veces, y a quien pone a la vista en los tiempos más cruciales, no sólo en el antiguo Israel, sino también en los tiempos del Nuevo Testamento. Juan el Bautista vino en el poder de Elías. Luego, Moisés y Elías aparecieron en el monte de la Transfiguración en relación con otra gran crisis, con el éxodo que el Señor Jesús estaba a punto de cumplir en Jerusalén. La más grande crisis en la historia de este mundo. No es extraño que cuando la gente oyó lo que el Señor Jesús estaba haciendo, de un modo u otro, mezclara a Juan el Bautista con Elías en sus mentalidades. El mismo Herodes dijo que Juan había resucitado de entre los muertos. Eso implicaba algo bastante malo para él en su consciencia, porque estaba en el mismo lugar de Acab.

En fin, el Señor no ha encubierto la debilidad de Sus siervos o dibujado un velo sobre tales incidentes, como cuando Elías se postró y se quejó delante del Señor debajo de un árbol de enebro y le pidió que le quitara la vida. Es una escena dolorosa, no obstante, el Señor la saca a la luz con completa y clara libertad.

¿Por qué el Señor no esconde nuestra debilidad de otros? ¿Por qué no oculta esas heridas que la vergüenza ocultaría, esas cosas acerca de nosotros que nos gustaría mantener tapadas por el bien del orgullo? ¿Por qué el Señor deja que salgan? Bien, si el Señor usa a un hombre o a una mujer, va a tener mucho cuidado de que siempre se sepa que el poder que obra a través de ellos no es de ellos, sino de Él. Y si ellos se salieran del contacto de Él por un momento, se manifestará claramente lo que son, y que se oponen a lo que Él es. Se mostrará que estos siervos Suyos no son nada en sí mismos, sino que Él es su fortaleza.

Usted y yo nunca vamos a llegar al lugar donde el Señor nos permita ser algo en nosotros mismos. Si usted y yo alguna vez estamos en peligro de llegar ahí, el Señor nos dejará saber muy pronto, que nuestra utilidad para Él es un asunto de dependencia de Él. Que nuestra utilidad para Dios en un sentido verdadero, siempre se detiene cuando perdemos el sentido de dependencia de Él.

Si Elías se destaca como uno de los grandes picos de utilidad para Dios, como uno que usted no puede perder cuando escanea el horizonte, es porque al lado de su utilidad está lo que leemos de él, y usted no puede cerrar sus ojos a este hecho. Usted siente que de una u otra manera, ha bajado de una gran altura a una gran profundidad cuando lee este pasaje acerca del colapso de Elías. En vista de su fidelidad al Señor, habría sido amable por parte del Señor cubrir eso y no inspirar el registro de ello. ¡¡NO!! El nombre de Elías significa “Jehová mi fortaleza”. El incidente debajo del árbol de enebro proclama lo que Elías es en sí mismo. Lo que se ve de valor y efecto en la vida de Elías, tiene que ser atribuido al Señor en Elías. Lo mismo sucede con Moisés y con David, y con todos los otros. El Señor ha permitido y registrado los pasajes oscuros en las vidas de ellos, sólo para mostrar que los hombres grandemente usados por Él, fueron usados debido a su dependencia de Él, y tales registros son necesarios para nosotros.

Así, pues, estamos empezando a ver el lugar de partida de la plenitud celestial. Eso es lo primero. Tal vez haya sido un largo camino y se haya dicho mucho para señalar sólo una cosa, ¡pero cuán importante cosa! El lugar de partida de la plenitud celestial es nuestra vacuidad, nuestra dependencia, nuestra debilidad. ¡Ojalá el Señor nos lleve de regreso ahí! Si nosotros hemos iniciado en otro punto más allá de la dependencia, más allá de la vacuidad, más allá de la debilidad, regresar al punto de partida será un camino doloroso. Pero no es una marcha atrás, porque el proceso mismo de vaciado es el camino a la plenitud. Es hacer real para nosotros lo que ya es tan claro para Él. En una palabra, es el traslado de nosotros al lugar donde conocemos que toda la plenitud está en Él. Sí, nuestra plenitud está en Él, pero nunca la apreciaremos, nunca la disfrutaremos, nunca la aprovecharemos, nunca entraremos realmente en ella, hasta que haya sido hecho en nosotros lo que nos hace conscientes de que es así.

Es muy fácil decir que toda la plenitud está en Él, verla de manera objetiva y cantar sobre ella, pero al llegar al lugar donde conocemos de forma profunda y terrible cuán completamente inútiles somos en nosotros mismos, de repente nos damos cuenta de nuestra debilidad, que ese es sólo un lado de las cosas y que la plenitud está en Él para nosotros. No necesitamos parar debido a nuestra vacuidad y debilidad, no necesitamos permanecer en el final, sino más bien, ese debe ser nuestro lugar de inicio y debemos continuar desde ahí. La verdadera vacuidad y debilidad son el terreno sobre el cual moverse hacia un descubrimiento que nos mantendrá siempre en el lugar de adoración y asombro.

¡¡Qué el Señor hable esta palabra a nuestros corazones!!

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