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La Casa Espiritual de Dios

por T. Austin-Sparks

Capítulo 2 - Certidumbre En Cuanto al Descanso y la Satisfacción de Dios en Cristo

... en amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio gratuitamente en el Amado... para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo, seamos para la alabanza de su gloria. (Efesios 1: 5-6, 12)

Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)

Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu propia presencia, con la gloria que yo tenía en tu presencia antes que existiera el mundo. (Juan 17:5)

En esta oportunidad nos llevan a tomar nota de la casa espiritual de Dios, y en nuestra previa meditación estábamos pensando acerca del atributo primero y capital de esta casa espiritual, en la cual nosotros, en Cristo, somos piedras vivientes, en cuanto a ser la proclamación o exposición de la exaltación del Hijo de Dios. Nos dimos cuenta de que todo lo que concierne a la casa de Dios brota de esa exaltación. Lo que sucedió en el día del Pentecostés fue ­la emanación expontánea de la exaltación del Hijo de Dios a la diestra de la Majestad celeste; y el secreto de la vida, del poder, de la victoria en aquellos días primeros de la vida y la historia de la Iglesia fue este hecho mismo. Su vida fluía a partir de esto; su testimonio era este, que Jesús era exaltado en el trono en las alturas como Hijo de Dios. Sabéis que ese fue el testimonio de Pedro en el día del Pentecostés. Sabéis que ese fue el comentario de Esteban. Sabéis que los apóstoles testificaban de continuo de ese grandioso hecho, que Dios le había hecho Señor y Cristo, que Él era exaltado. Repito, todo surgió de eso, y va tomando la forma de una grandioso elemento de certidumbre, algo que siempre es muy necesario; y jamás hubo un tiempo en el que fuera más necesario que ahora.

EL ASALTO A LA CERTIDUMBRE

En nuestra meditación anterior, nos referimos al hecho de que el gran enemigo espiritual ha ido en pos de su ambición del dominio del mundo según la propagación de una mentira, su grandiosa propaganda a modo de “quinta columna”, y ha conseguido grandes avances mediante una campaña de mentiras para mermar la certidumbre y la confianza.

Hay otra cosa que él ha hecho y está haciendo de una manera espiritual, que es tan patente verlo obrando a día de hoy en la línea temporal, y consiste en la estrategia confesa y pública de aquellos que ahora son conducidos, que son utilizados y gobernados por Satanás en pos de la dominación mundial mediante la eliminación de Cristo. Ha sido escrito por ellos que su estrategia es obrar en la vida nacional de sus enemigos a escondidas, desde dentro, de un modo constante a lo largo de los años, con la misión de hacer que sobrevenga una desintegración interna mediante el colapso de la confianza; ¡y bien que lo han logrado y lo están logrando! No quiero basarme en el lado terrenal, temporal y político de las cosas, pero nos están ofreciendo los principios en que se basa la actividad de Satanás, este obrar sutil y oculto agazapado tras las escenas de la vida de sus enemigos, con la misión de destruir la confianza mutua y así provocar la ruina desde adentro. De cierto, el lema que subyace a torno a ello es, ¡haremos que nuestros enemigos se destruyan a sí mismos! Bueno, pues lo han conseguido en muchos países.

Ahora, tomadlo como un indicio de lo que está sucediendo espiritualmente. Ay, de qué modo ha anhelado Satanás esa senda a través de toda la historia, para destruir la confianza mutua; pues la confianza mutua es un factor de tremenda importancia. Podéis ver cómo los países tratan de reforzar y estimular la confianza dentro de sus propias fronteras con el fin de asegurar su fuerza en contra de sus enemigos. ¿Qué no harán para tranquilizar a la gente, para que la gente confíe? Satanás sabe que un grupo de personas confiadas representa para él el mayor de los problemas y la más imposible de las situaciones. Ahora, si miráis a aquellos primeros días de la vida de la Iglesia, uno de los rasgos puestos de relieve era esta confianza. Eran hombres sin preguntas, gente sin dudas. Podían hablar con autoridad porque en sus había certeza; no estaban divididos por dentro. No había semilla alguna de desintegración interna. La base de esa confianza y posición firme sencillamente era esta, que el Espirítu Santo había llegado y había grabado poderosamente en ellos que Jesús estaba en el trono. “Jesús... exaltado por la diestra de Dios.” No tenían preguntas en cuanto a ello, y por tanto todas las dudas yacían en descanso. La exaltación del Señor Jesús, cuando se convierte en algo firme en nuestros propios corazones, es un poderoso factor de testimonio, de servicio, y a menos que lo tengamos, estamos vendidos.

Ahora bien, en días como los que nos ha tocado vivir, la estrategia del enemigo consiste en minar la confianza. Ahora no estoy hablando de cosas terrenales, sino de confianza espiritual. La Casa de Dios es por tanto edificada en base a estos medios, la confianza de que Jesucristo es exaltado, y no puedes edificar sin esto. En el caso de David y Salomón pudimos ver cómo el establecimiento de esa casa para el Señor, que habría de ser en extremo magnífica, emanó por completo del hecho de que Dios había afirmado por igual a Su rey como al trono de Su rey. Dios hizo un pacto con David. Dios tomó juramento con David de que de los frutos de sus lomos uno habría de sentarse sobre su trono, y que su trono habría de establecerse para siempre. Ahora bien, eso se transfiere, como ya sabéis, al Señor Jesús. Tuvo tan sólo un cumplimiento muy imperfecto y meramente simbólico en Salomón. Salomón llegó a un final vergonzoso, pero en los días de su gloria era figura de otro. Así en el Libro de los Hechos tenemos esas palabras leídas de los Salmos:

El Señor dijo a mi Señor, “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. (Hechos 2:34—35)

El apóstol utiliza esas palabras en conexión con esta otra palabra dada a David: “David... siendo pues profeta, y sabiendo que Dios había jurado pacto con él, que del fruto de sus lomos pondría a alguien sobre su trono; creyendo esto por fe habló... del Cristo,” habló de este; y Dios ha cumplido Su palabra, no en sombra, no en símbolo, sino hasta el tuétano en este más grande Hijo de David. El Hijo primogénito de David está en el trono de los tronos, y por haber garantizado Dios gloria y exaltación a Su Rey es que comienza la historia de la Iglesia, y el sello supremo por el cual la Iglesia es edificada es el sello de la absoluta certidumbre que proviene de lo que Dios ha asegurado en gloria en Su Hijo.

EL DESCANSO DE DIOS EN SU HIJO

La certidumbre proviene del descanso del corazón. Una vez más recalquemos aquí cuán llena de verdad, exactitud, es la Escritura en todo lugar... que no fue por accidente, ni casualidad, ni azar que Salomón, el hombre que fue escogido para esta posición, tuviera el nombre de Salomón. Salomón significa “descanso”. Resulta que si leéis a Esteban en Hechos 7:47-49:

Pero Salomón le edificó casa. No obstante, el Altísimo no habita en casas hechas por mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor. ¿Cuál será el lugar de mi resposo?

Entonces Salomón tenía otro nombre... Jedidías, “Amado de Dios.” Eso es lo que leemos en Efesios... “nos ha hecho aceptos en el Amado.” Veis, el Señor Jesús toma a Salomón en ambos nombres. Él es el descanso de Dios, “el lugar de mi descanso”; y Él es el Amado de Dios, el Amado del Padre. Así pues, en primerísimo lugar, Dios consigue todo lo que Su corazón medita en cuanto a lo que Su casa ha de ser en la Persona de Su Hijo, y a partir de esto la casa de la cual somos partes se levanta colectivamente. Se funda sobre ese descanso de corazón que Dios tiene en Su Hijo.

Ahora bien, tú y yo tenemos que allegarnos al mismo lugar en el que Dios reposa respecto al Señor Jesús antes de que podamos ser en realidad una expresión de Su casa. Nosotros somos Su casa espiritual: “cuya casa somos nosotros.” Pero eso no quiere decir que Dios viene y nos junta como a ladrillos. Él ha de tener piedras vivas, y esa frase “piedras vivas” implica, como muestra el contexto en 1ª de Pedro 2:4-5, que solamente mediante una relación viva con la Piedra Cabeza del Ángulo la casa es edificada: “Acercándoos a Él, la Piedra Viva... también vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual.” Las partes son una con la Piedra del Ángulo, todas hechas de una sola pieza, en lo que concierne a su naturaleza son una con Él en lo que Él es. Igual que el edificio, tenemos que extraer nuestro carácter de esa Piedra Cabeza del Ángulo que Dios ha escogido. “Pongo en Sión la Piedra del ángulo, escogida y preciosa.” Dios trabaja para Él y a partir de Él. Tú y yo trabajamos para Él y a partir de Él. ¿Pero qué es lo que da a la Casa su carácter? Es la satisfacción plena y perfecta de Dios en Su Hijo lo que a Él le hace descansar. Dios descansó de todas Sus obras en el día séptimo, y Dios contempló cuantas cosas había hecho, y eran buenas en sobremanera.

Ahora, tomad esto a través de este nexo de unión espiritual con la casa de Dios, y mucho, mucho después escuchas esta palabra: “para que pueda presentarla (a la iglesia) ante sí como una iglesia gloriosa, sin mancha, sin arruga, ni cosas tales.” Lo único que está diciendo es que ¡es muy bueno! Lo que satisface el corazón de Dios antes de cualquier cosa es que Su Hijo ha respondido a cuanto Él ha pedido de una forma espiritual y moral. Ese es el descanso de Dios, y la exaltación del Señor Jesús es el sello de Dios que certifica el hecho. Dios está satisfecho, Dios descansa. Así es que, cuando el Señor Jesús está a punto de caminar ese último trecho del viaje que es verle crucificado, dice, “Padre, glorifícame tú en tu misma presencia, con la gloria que yo tenía en tu presencia antes de que existiera el mundo” (Juan 17:5) ¡Glorifícame! Sí, eso llega de mano de la más oscura parte del camino. Es la senda de la gloria. Este último paso, la Cruz, es la última etapa y compendio de cuanto ha existido para satisfacción del corazón de Dios.

EL VALOR DE LA SANGRE DE JESÚS

Adonde me aproximo en cuantas cosas he dicho es esto, que por medio de Su preciosa Sangre está garantizado el descanso absoluto de Dios en el Señor Jesús. ¡Oh, amados, vosotros y yo necesitamos apercibir más y más el supremo valor de la Sangre de Jesús! El valor de la Sangre de Jesús es el gran factor determinante de los tiempos finales. Es el factor supremo del descanso del corazón, y el descanso del corazón es el único terreno de victoria; y por lo tanto Satanás está siempre procurando robar a los hijos de Dios el descanso del corazón en cuanto a los asuntos espirituales. Os voy a hacer ahora esta súplica, aunque se deberá añadir algo más en otro momento; mas deseo haceros esta súplica, que deberíamos estar hoy en un lugar donde esta cuestión de nuestra relación con Dios en cuanto a aceptación, paz, descanso y comunión recíproca sea algo zanjado. No debemos permitir que la otra cara de nuestra experiencia espiritual cruce esa línea divisoria y llegue al terreno de nuestra certidumbre. Quiero decir, está ese otro lado donde el Señor nos está conformando a la imagen de Su Hijo. Tiene un trabajo ingente entre manos dentro de nosotros, y a medida que se hace cargo de ello apreciamos como nunca antes la clase de trabajo que es. Nos descubrimos a nosotros mismos, descubrimos las profundidades de la iniquidad que se halla en nuestra naturaleza caída. Se convierte en algo repugnante para nosotros. Pero jamás permitáis que aquello que viene a la luz por los tratos de Dios con nosotros cruce y llegue a ese otro lugar de nuestra aceptación, nuestra permanencia, nuestra paz con Dios.

Hay muchas personas que no pueden evitar que esa línea se difumine y aceptan todo tipo de acusaciones del enemigo cuando el Señor trata con ellos de esta manera. Se sienten tan mal, tan indignos, tan inútiles, tan del todo impotentes y malvados, que por ello suponen que su relación con el Señor se ha interrumpido, y que el Señor no está agradado con ellos, y cosas semejantes, y pierden su descanso. Creo que es por eso que gran número de personas han dado su espalda y criticado la parte subjetiva del obrar de Dios, porque han visto repetidamente a muchos cristianos flaquear en su certidumbre bajo esos tratos. Llegas a un lugar en el que sabes que el Señor te ha aceptado y tienes paz con Dios; tus pecados son perdonados, y disfrutas benditamente de la paz, disfrutas del Señor. Bien, estás ahí por un tiempo, y luego te pones en contacto con algo que tiene que ver con un progreso espiritual y una vida más plena en Cristo, y todo aquello se identifica con esto. Así que muchos, en cuanto empiezan a palparlo, pierden su certidumbre y gozo básicos del pasado y por ello hay algunos que se han apartado, no sólo de la sencilla salvación y regocijo en el Señor como Salvador, sino también de lo demás. No van a permitirlo nunca más. No van a permitir lo que es subjetivo. La verdad es que eso no justifica su posición, pero lo que sí nos dice es que tenemos que ser muy cautelosos con este asunto; y que tenemos que hacerle frente. Tenemos que tomar esta actitud, y no cabe duda de que algunos de vosotros habéis tomado esta actitud... bueno, sé que empiezo a conocer en parte las profundidades de la maldad en mi propia naturaleza; poco a poco estoy viendo cosas que nunca habría creído en cuanto a mi persona. Jamás lo había pasado tan mal —esta absoluta carencia de expectativas en cuanto a mi persona— conmigo mismo que ahora. Veo más y más que en mí, esto es, en mi carne, ¡no hay cosa buena! Pero... pero ese es asunto del Señor. Le concierne al Señor tratar con ello. No voy a dejar que eso invada el espacio de mi absoluta aceptación de parte de Dios, el básico permanecer ante Dios. ¡No voy a dejar que todos los problemas de la santificación arrasen y destruyan la grandiosa seguridad de la justificación!

Debéis prestar mucho cuidado en mantener esa línea definida con claridad, porque, si no me equivoco, en eso consiste precisamente la obra del malvado de destruir el poder de la Iglesia, y creo que ese es el tema principal de Apocalipsis 12:11 —“Y le vencieron por la sangre del Cordero”— ¿Y a quién vencen? Al acusador de los hermanos. Él procura derribarles acusándoles, y la respuesta a su acusación es la Sangre del Cordero. ¿Qué sangre es esa? Dios satisfecho, Dios descansado, y yo reposando en base a la Sangre. Le vencieron y es derribado. No caen cuando se mantienen ahí. La Sangre no es algo sólo para la Salvación inicial; es algo incluso reservado para el triunfo final; es lo último. El valor de la Sangre es un factor tremendo para mantener al pueblo del Señor fuerte y cierto, confiado, y con el tintineo de la autoridad resonando en sus oídos; es el fundamento de la satisfacción de Dios, la Sangre de Su Hijo hace posible Su exaltación.

Bien, todo esto tiene que ver con ese elemento necesario e indispensable de la certidumbre por medio del cual es edificada la Iglesia. La casa espiritual avanza por esa línea. Creo que ese es el secreto del extraordinario avance de sus inicios. “El Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos.” La Iglesia creció de una forma que nunca volvió a repetirse desde entonces, así pues, el ingrediente fundamental en la edificación de la casa, del crecimiento de la Iglesia, fue que existía este canto de absoluta certidumbre y confianza. Era gente que tenía descanso de corazón, y que sabía que Jesucristo había sido coronado. Aquello resolvía las cuentas en sus corazones entre ellos y Dios. Todo ello nos devuelve a nuestra previa meditación, pero también nos aboca de pleno a esta otra realidad que los pasajes que hemos leído nos traen de un modo especial delante nuestro. Esto es, que la casa espiritual conoce su existencia para el propósito mismo de responder al propio deseo de Dios, para ministrar para el propio placer y gloria de Dios. En Efesios aparecen estas frases: “Para que seamos para la alabanza de su gloria”; “para la alabanza de la gloria de su gracia”, ha de existir para satisfacer el corazón de Dios, para ministrar a Su gloria, a Su buen placer. De esta forma, la casa espiritual viene a ser la respuesta de Dios a cuanto ha sucedido en la historia.

LA NUEVA CREACIÓN DE DIOS

En la primera creación reunida en el primer Adán hemos visto a Dios contemplando Su obra y diciendo, ¡es buena en gran manera! Luego siguió la ruptura, el caos, la ruina en la creación. A partir de una creación en ruinas, Dios levantó a una nación, y lo más grandioso dicho en cuanto a Israel, creo, está en esa pequeña frase, “Israel, mi gloria.” ¡Qué cosa dijo! ¡Israel, mi gloria! Y en los días primeros de Salomón, Israel fue la gloria de Dios. De nuevo llegó la ruptura, el fracaso, la ruina. Por último vemos que Dios regresa otra vez, regresa a Israel, regresa a la creación con una nueva creación en Jesucristo. En primer lugar en cuanto a Cristo de manera personal, siendo además capaz de decir, como ya hemos visto, “Mi amado, en quien tengo complacencia”... estoy del todo satisfecho. En otras palabras, es la nueva creación vista en Cristo y Dios diciendo “es bueno en gran manera, estoy grandemente complacido”.

Empero más tarde entra en escena la Iglesia, la Iglesia la cual es Su Cuerpo, la cual es una prolongación de la nueva creación del Cristo personal al Cristo corporal, y lo último que se ve en cuanto a esta Iglesia es su descenso de los Cielos llevando en sí la gloria de Dios, o, usando aquellas otras palabras, “presentada ante él como una iglesia gloriosa”, y de nuevo, “cuando él venga en aquel día para ser glorificado en sus santos, y ser admirado por todos los que creyeron” (2ª Tesalonicenses 1:10).

QUÉ ES LA IGLESIA

¿Qué es, pues, esta casa espiritual? ¿Qué es la Iglesia? Intentemos no adoptar una mentalidad objetiva en torno a esto, pensando en ello como algo ajeno en algún lugar y apartado de nosotros. ¿Qué es? La respuesta es simple. La casa espiritual de Dios es Cristo Mismo. Sí, pero no sólo Cristo personalmente, sino en vosotros, en mí, la esperanza de gloria. Ah, es precisamente aquí donde se han cometido todos los errores en relación con la Iglesia con unos resultados tan desastrosos. La Iglesia, la Casa de Dios, tan sólo es Cristo Mismo en indivisible unidad en todos aquellos en los que Él en verdad mora. Eso es todo. Esa es la Iglesia. Procurad desarraigar de vuestra mentalidad cualquier otra idea en cuanto a la Iglesia. No es Cristo dividido en miles o millones de fragmentos entre muchos creyentes. Sigue siendo un Cristo. Tú y yo no somos la Iglesia. La Iglesia es Cristo en ti y en mí. Fuera de la Iglesia seguimos siendo lo que somos en nuestro terreno natural, pero es la medida de Cristo en nosotros lo que constituye la Iglesia, una Iglesia espiritual, una casa espiritual, Cristo mismo por medio del Espíritu en todos aquellos en quienes Él mora. Esa es la Iglesia. Dios jamás ha visto en esa Iglesia, en ese Templo, otra cosa más que a Su Hijo. Él es el Templo de Dios, y tú y yo nunca podemos pertenecer a la Iglesia excepto por Cristo en nosotros. Sé que es fácil decirlo, pero ojalá que tan sólo pudiésemos aferrarnos a eso y ver lo que significa; es una de los mayores factores de inefable poder contra el enemigo, si tan siquiera viviéramos sobre ese cimiento, si tan siquiera morásemos allí.

Hay dos formas de acercarse a ello, y de nuevo observo el gran éxito de la propaganda satánica en este tema. No sé lo que vosotros los cristianos más maduros opináis al respecto. Tan sólo podemos hablar de lo que hemos palpado en el tiempo de nuestra existencia, pero hemos vivido lo suficiente como para reconocer el curso de las cosas, y para mí me parece, y no sólo me parece, que en los últimos años, en las últimas décadas, ha habido un mayor desarrollo y prosperidad de la sospecha entre cristianos de lo que solía haber, de modo que hoy en día es casi imposible hablar en cualquier lugar sin que la gente se pregunte si eres de fiar en cuanto a la sana doctrina. Se huele en el aire. Me parece a mí que hay una alerta constante por percibir si algo no se ajusta a la sana doctrina, y cualquier cosa que sea de Dios se ve prejuzgada por esa actitud, ese estado de cosas. La verdad genuina de Dios no se puede expresar porque esta sospecha se ha extendido por el mundo entero, por entre todos los cristianos. ¿Te parece razonable? ¿Te parece a ti esto sana doctrina? ¿Te convence? ¿Dónde está la trampa? ¿Dónde está el error? Es así. Esa es la actitud que está bien vista, se ha convertido en lo que está bien visto, y, amados, creo que esta es una de las señales de esta propaganda satánica para debilitar desde dentro porque lo que quiere decir es que hay una desintegración interna, no hay cohesión, el pueblo de Dios se ha roto en miles de fragmentos por este espíritu y esta atmósfera de sospecha que termina acarreando prejuicio, y la Iglesia no puede moverse como un todo sólido.

La verdad es que hay muy pocos cristianos que pueden moverse juntos al ciento por ciento, como uno, debido a esto. Satanás lo lleva a los círculos más íntimos de la vida cristiana y de la comunión, todo el tiempo haciendo palpable este horrible elemento de incertidumbre, de duda. Sí, ha conseguido introducirse dentro, y trae consigo desintegración interna y ruina de un modo muy sutil, lentamente a través de los años, y por ese flanco puede ganar muchas batallas sin tan siquiera desenvainar espada. Siguiendo esa línea puede tomar territorios con mucha facilidad y retenerlos y procurarse el fin de su dominio.

Ayudaos de otra expresión terrenal para ver este trasfondo espiritual. ¿No veis, amados, que ahí no queda ya espacio para un segundo pensamiento o una segunda mentalidad? Cualquiera que durante los últimos 7 años ha tenido otro pensar, otra mente, una segunda idea, ha sido eliminado. Puede que no te dejen tener dos mentes. Tienes que subyugar tu mente a esa otra mente, a esa mente dominante. No debes opinar, no debes razonar, no debes hablar de ninguna manera que pueda llegar a enfrentarse con la mente dominante, la mente del dictador. No hay lugar para ninguna otra opción. Sólo hay una sola cosa. Satanás conoce el valor casi inagotable de la unidad, y ese es un secreto de progreso, de éxito; una eliminación inmisericorde y asesina de cualquier otra voz para sólo tener una voz, una mente, una voluntad dominando a todos. ¿Osas pensar diferente? ¿Osas tener una mente propia? Bueno, tenla, pero cerciórate bien de que jamás la muestras. En eso consiste el régimen, ¡y qué poder tan grande exhibe ante el objeto de su deseo!

Pues bien, esa es una expresión terrenal de un sistema espiritual. Traedlo a la esfera de la Iglesia. ¿Por qué está la Iglesia paralizada, debilitada, inmersa en un paréntesis? ¿Por qué no puede marchar hacia delante, terrible como un ejército? Porque se ha producido bajo cuerda esta obra desintegradora dentro de sus mismas fronteras, de forma tal que la sospecha está al orden del día. Os sugiero que en pro del derrocamiento del reino de Satanás que ha de ser manifestado por y a través de la Iglesia en unión con su Cabeza, su Señor, en gloria... por causa de eso y hasta el fin tú y yo debiéramos hacer de nuestra senda habitual lo contrario. Que no estemos preguntándonos continuamente lo que está incorrecto, lo que nos hace dudar, lo que nos hace sentirnos inseguros, sino de un modo positivo, ¿qué hay que sea de Cristo en esto? ¡A eso me aferro! ¿Qué veo o siento que procede del Señor Jesús en esto? A eso me apunto, ahí coopero. Ah, si tan sólo hiciésemos de esa nuestra senda habitual Satanás, pronto estaría perdiendo terreno, la Iglesia pronto se estaría mostrando como Iglesia gloriosa. Algo que caracterizó a la Iglesia en sus comienzos fue la unidad. Hablaban las mismas cosas, eran todos ellos de una mente y un corazón, ¡y cuánto terreno perdió el enemigo! Pero en cuanto el enemigo empezó a trabajar con su secreta “quinta columna”, propagando dudas internas, sospechas, prejuicios, muy pronto desbancó a la Iglesia de esa esfera donde reinaba la vida y desperdigó su poder

¡Oh, hemos de orar al Señor pidiéndole que el único Cristo, el único Espíritu, se acreciente en nosotros! No habremos de vivir tampoco en base a lo que somos de manera natural — pues siempre vamos a estar afectados por lo que somos de manera natural— sino en base a lo que hay de Cristo en cada uno; tampoco nos mantengamos en el campo del posible error, de la posible falsa enseñanza, y en la posibilidad de que esté ahí todo el tiempo y buscar eso más que todo lo demás. ¡Oh, tenemos que confiar en el Señor en este asunto! Creo, amados, que el camino más seguro, la forma de protegernos del error, es seguir adelante junto al Señor. Nuestra posición debe ser... sigo con el Señor donde encuentre al Señor, y voy a confiar en el Señor en el tema del error, y, a medida que andemos con el Señor, sentiremos, sin buscarlo, donde está el error, y seremos advertidos por el Espíritu, lo sabremos. Debemos movernos sobre el cimiento de lo positivo, el cimiento del Señor Mismo, y eso conlleva gloria en la Iglesia, cuando se trata del Señor. “Cristo en vosotros, esperanza de gloria.”

Sabemos de sobra, de forma natural, que esto es cierto. Nos conocemos mutuamente, cuando nunca nos habíamos conocido. Por nuestro sentido espiritual descubrimos muy pronto que pertenecemos al Señor, y después disfrutamos juntos de un tiempo de mucha bendición sólo por eso. Fluimos juntos porque somos del Señor, y, con tal sólo permanecer ahí, seguiríamos disfrutando, pero luego resulta que empezamos a discutir sobre alguna doctrina y vemos que no estamos de acuerdo. Toda la gloria se va, la comunión entre hermanos se rompe. Ay, ¡que el Señor nos mantenga unidos a Él!

Esto es, estoy diciendo que esta casa espiritual es Cristo, y todo cuanto no es Cristo ha de ser guardado en el sitio que le corresponde, y debemos intentar permanecer en el cimiento de Cristo en su dimensión en nosotros y en su dimensión entre nosotros, y esta es la gloria de Dios, que hayamos de ser para la gloria de Su nombre. Ahí es donde empieza... Su gracia. Me da la sensación, me ha parecido a lo largo de los años, (no sé si ahora estoy acertado en cuanto a doctrina o no, es un error perdonable si fuera un error), pero con el transcurso de los años he percibido muy a menudo que el Señor Mismo se las ha visto y deseado para mantenerme en el cimiento de la gracia, y con eso quiero decir que Él me ha dejado comprobar que, si no fuera por Su gracia, sería hombre perdido en cuanto la práctica con Él, no en cuanto a la doctrina o a la verdad.

Oh, ¡malo sería para mí si no fuera por la gracia de Dios! Sí, apelar aún hoy a la Sangre, a la gracia de Dios, a causa de esa preciosa Sangre, hoy, ¡después de tantos años de conocer al Señor! Sí, es gracia hoy, y es eso lo que glorifica a Dios, permitiéndonos saber cuán bajos, cuán necios somos, y dejándonos saber que tal cosa para Él no hace diferencia por causa de la Sangre. Eso es gloria para el Señor. No sé cuál ha de ser el más profundo canto en vuestro corazón a día de hoy, pero esa es la nota más alta en mi propio corazón tras estos años. Ah, la gracia de Dios es la gloria de mi corazón, la gloria de Su gracia. Él es glorificado al reconocer nosotros Su gracia y habitar sobre el cimiento de Su gracia. Su gloria es prontamente arrebatada cuando pisamos cualquier otro terreno, sea lo que somos, lo que podemos hacer o lo que estamos haciendo.

El Señor rápidamente pone nuestra carne bajo tensión cuando empezamos a exaltarnos de ese modo. Le estamos expoliando parte de Su gloria. Él es glorificado por medio de nuestra transformación, de nuestra conformación a la imagen de Su Hijo. Pablo dice, “Nosotros... mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen” (2 Corintios 3:18). La gloria está conectada con el cambio, con ser transformados en la misma imagen. Él es glorificado a medida que somos transformados en la imagen de Su Hijo. Él es glorificado cuando nuestras vidas llevan fruto. “En esto es glorificado mi Padre: en que lleveis mucho fruto” (Juan 15:8). Y el fruto, en primer lugar, es el fruto de la naturaleza del Señor Jesús, el fruto del Espíritu, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, templanza, dominio propio. “En esto es glorificado mi Padre.” Fruto en el servicio, naturalmente, pero fruto de vida, y Él es glorificado por la paciencia de los santos.

Ah sí, expongamos esto al corazón como remate final. Ojalá fuéramos capaces de reconocerlo. El Señor recibe una gran porción de gloria en base a esa simple cuestión de la paciencia. Hay ocasiones en que no podemos hacer otra cosa. Lo único que hay que hacer es rendirse o aferrarse; darlo por perdido, o soportar con paciencia. Pedro tiene mucho que decir al respecto. “Esta es la gracia, si resistimos con paciencia”, y tan sólo soportar con paciencia conlleva gloria para Dios. Será un relato increíble, será uno de los libros grandes y gloriosos de la biblioteca del Cielo, la historia de la paciencia de los santos, de cuánta gloria le supuso a Dios. Oh, ¡la historia será un romance! ¡Cuántas personas fueron influenciadas, cuantos incrédulos llegaron a creer a causa de la paciencia de algún santo en época de sufrimiento! ¡Cuántos santos fueron poderosamente reconfortados al ver la paciencia firme de otro santo bajo la más furiosa de las pruebas! ¡Cuántas cosas consiguió el Señor gracias a la paciencia! Sí, esto es para gloria de Dios, si resistimos. Que el Señor sea glorificado en la Iglesia por medio de Jesucristo en todo momento y por toda la eternidad, y así podamos ser nosotros una casa para Su gloria.

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