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El Ministerio Profético

por T. Austin-Sparks

Capítulo 6 - El Reino, y la Entrada en él

Lecturas: Hechos 13:27; Mt.11:11-15; Lc. 16:16.

Pienso que podemos reconocer que el vínculo común entre Hechos 13:27 y Mateo 11:13:27 es "todos los profetas." En un caso, ellos no oyeron las palabras de los profetas, y en el otro se dice: "Quién tiene oídos para oír, oiga" (vs.15).

Los Profetas Profetizaron Sobre el Reino

Antes que nada, necesitamos entender el significado de esta frase en Mateo 11 - "... todos los profetas, profetizaron hasta Juan". ¿Qué profetizaron ellos? Naturalmente, profetiza- ron muchas cosas. Un tema predominante en sus profecías era aquel referente al Rey ve- nidero y el Reino. Tanto fue así, que en el Nuevo Testamento, la cuestión del Reino se da por sentado. Cuando usted abre el Nuevo Testamento y empieza a leer los Evangelios, descubre que no se da explicación alguna. El Reino no se presenta como algo de lo cual las personas no estaban conscientes. Usted encuentra que la gente que iba al Señor Jesús usaba la misma frase, y encuentra al propio Señor – aunque el asunto no es mencionado por otros que vinieron a Él – usando la frase ’el Reino’ sin ningún tipo de introducción o explicación.

Nicodemo es un ejemplo pertinente. No tenemos nada en la narración que indique que Nicodemo dijera alguna cosa sobre el reino. Él comenzó diciendo: "Rabí, sabemos que tú eres un maestro venido de Dios". No había nada sobre el Reino en esto. El Señor Jesús lo interrumpió, y dijo: "... El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:2,3). Evidentemente, eso era lo que estaba en la mente de Nicodemo, y el Señor lo sa- bía. Usted ve, es algo asumido en el Nuevo Testamento, y, aunque más tarde (como aparece en el libro de los Hechos, y posteriormente) se dé la verdadera explicación celestial, o haya alguna enseñanza acerca de su verdadero significado, el Reino era algo que ya estaba en las mentes de los judíos, y naturalmente, esto había venido de los profetas. Los profe- tas tenían mucho que decir acerca del Reino, y algunos de ellos tenían algo muy definido que decir sobre el Rey. Nosotros no vamos a tratar de demostrarlo. Es una declaración que usted puede verificar fácilmente.

¿Qué profetizaron los profetas? Incluso ellos profetizaron sobre el Rey y sobre el Reino. ¿Cuál fue la culminación de los profetas, en este contexto global? Fue Juan el Bautista. Él lo reunía todo; él fue, por así decirlo, el profeta inclusivo. ¿Quién era Juan el Bautista? Él fue el fin o punto de inflexión entre todo lo que había sido y lo que ahora iba a ser, entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Esta es la declaración aquí: "todos... profetizaron hasta Juan". Hasta Juan; ahora – a partir de Juan. ¿Cuál fue el mensaje de Juan? "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha cercado" (Mateo 3:2). Pero junto con eso, la gran nota distintiva de Juan es: "¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29). Estas no son dos cosas diferentes, sino una. "El reino… se ha acercado…” - "¡He aquí el Cordero de Dios!".

El Reino Presente en Cristo

¿Cuál fue la cuestión, entonces, desde el tiempo de Juan - que surgió con nuevo significa- do, nueva fuerza, porque se había convertido en algo actual, no de la profecía, sino ahora la cuestión del momento? Era el Reino de los Cielos. "La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado”. Los profetas lo habían profetizado, ahora esto es predicado como habiendo llegado, y habiendo llegado con "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".

¿Y qué es, entonces, el Reino de los Cielos? Hemos traído este asunto hasta este punto, paso a paso, y cuando respondamos esta pregunta final, veremos claramente qué era lo que las autoridades judías y los habitantes de Jerusalén jamás vieron, aunque oían a los profetas semana a semana.

Voy a forzar el desafío de esto una vez más. Siento que es algo muy solemne que el Reino de los Cielos nunca se haya acercado a alguien. Usted sabe, al final el Señor juzgará a to- das las personas en su oportunidad. La oportunidad les fue dada - y el tocarlo es la opor- tunidad. La propia disponibilidad del Reino es la oportunidad. ¿Qué se hace con la oportu- nidad? El Señor Jesús caminó en medio de la nación judía durante tres años y medio. Su propia presencia entre ellos fue su oportunidad - ¡y qué consecuencia terrible sucedió a su fracaso en aprovechar esa oportunidad!

Ahora, puede haber alguien de los que leen estas palabras en esta misma categoría. A tra- vés de su lectura, el Evangelio de Jesucristo se ha puesto a su disposición, incluso aunque nunca haya ocurrido antes (aunque es cierto que difícilmente podríamos decir eso) - el conocimiento del hecho acerca del Señor Jesús y Su cruz. Haber tenido esto alguna vez a su alcance es suficiente para resolver su destino eterno. Si el Reino de los Cielos está cerca de entrar en el ámbito y alcance de su vida, para su conocimiento - este es el fundamento sobre el cual su destino eterno puede ser resuelto. Naturalmente, había mucho más en el caso de aquellas personas, y su condenación fue mucho mayor. Los profetas profetizaron a sus audiencias, y, sin embargo, debido a algo en su propia constitución, debido a alguna reacción de ellos mismos, las autoridades y el pueblo nunca escucharon lo que estaban oyendo, y nunca reconocieron que se trataba de algo que tenía muy grandes implicacio- nes, y que ellos debían descubrir cuáles eran realmente esas implicaciones. No tomaban una actitud - "si hay algo aquí que tiene que ver conmigo, necesito saber lo que es".

Difícilmente se podría pedir menos que eso, ¿verdad? Pero la ausencia misma de este tipo de reacción en presencia del Evangelio, como ya he dicho, puede ser la base sobre la cual se llevará a cabo el juicio. ¡Lo fue en su caso, y fue un terrible juicio! ¡Qué juicio, estos dos mil años de historia judía! "He aquí vuestra casa os es dejada desierta" (Mateo 23:38). ¿Habrá habido alguna vez una historia de desolación más terrible que la historia de los ju- díos desde entonces? Pero aún así, esto es solo una parábola de la desolación, algo aquí en esta tierra. ¿Qué significará la desolación en el sentido espiritual y eterno – ser aban- donado de Dios, y saberlo? Es un mensaje solemne, y, naturalmente, que allana el camino para esta otra parte, la entrada "violenta" en el Reino. Esto es algo para tomar en serio, algo sobre lo cual usted no puede darse el lujo de ser descuidado o indiferente.

¿Qué es el Reino? La respuesta a esto puede darse en tres o cuatro frases muy breves. ¿Qué es lo que el reino de los cielos demuestra ser? Yo repudio ese sistema de interpreta- ción que dice que un reino literal, terreno y temporal se ofreció a los judíos en aquel tiempo. No creo en eso. Hubiera sido un pobre tipo de cosas para el pueblo de quien lee- mos en los Evangelios haber tenido el Reino en sus manos - ¡no mucha gloria o satisfac- ción para Dios en ellos! ¡Mire Palestina hoy, y vea qué clase de reino sería en manos de esas personas! ¿Qué es posible para el mundo cuando este tipo de cosas consigue el reino? No, yo rechazo esta clase de interpretación de un reino temporal ofrecido por Jesús a Israel en aquel tiempo. ¿Pero qué mostró ser o significar el Reino de los Cielos, predica- do en los días de Juan el Bautista, tal como el Señor Jesús lo interpretó, y más tarde los apóstoles?

Lo que es el Reino

a) Una Nueva Vida

En primer lugar, el Reino de los Cielos era una vida nueva, completamente diferente de lo que los hombres conocían en toda su historia desde Adán en adelante. Esto es lo que el Señor quiso decir en su primera referencia al Reino, cuando hablaba con Nicodemo sobre la necesidad de su alma. "Si alguien no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" - porque es otra vida que ha entrado, como por un nacimiento. Esto no es una mera vivifi- cación de la vieja vida. No es simplemente la oscilación de la vieja vida a nuevos intereses, pasando de una línea de interés a otra, de un sistema de ocupación a otro: antes usted se daba enteramente al mundo, y ahora, con la misma vida y con el mismo interés usted se da al cristianismo. No, es otra vida diferente, una vida que nunca hubo antes, dada por Dios mismo. La esencia misma del reino de los Cielos es que se trata de una naturaleza ce- lestial en una vida celestial, dada como un regalo distinto en una crisis. Otra vida - que es el Reino, comienza con ella.

b) Una nueva relación

Se trata de una nueva relación, una relación con Dios: que no es simplemente que ahora nos interesamos en Dios - que Dios se convirtió en un objeto de nuestra consideración y oscilamos de una relación a otra, porque ahora hemos tomado el Cristianismo. No, es una relación que es la propia esencia de esta vida en sí misma. Tenemos una conciencia com- pletamente nueva y diferente, con respecto a nuestra relación con Dios. La gran verdad de los Evangelios, sobre todo como se enfatiza en el Evangelio de Juan, es que una nueva re- velación de la relación con Dios ha venido por Jesucristo. "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste" (Juan 17:6). Este nombre, del cual Él siempre está ha- blando, representa una nueva relación - "Padre"; no en el sentido de una paternidad ge- neral y universal de Dios y la hermandad del hombre, sino una relación específica, una nueva relación que se produce solo por la entrada de Espíritu Santo en la vida en un acto definitivo y crítico. "Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, el cual clama: ¡Abba, Padre" (Gálatas 4:6). ¿Cuándo esto sucedió con usted? ¿Cuál fue el primer balbu- ceo de su nueva vida? "¡Padre!" - pronunciado con una nueva conciencia. No ahora un Dios que está lejos, impensable, todo-terrible, de quien usted tiene miedo, no, "¡Padre!". Cuando "nacemos del Espíritu", se produce una relación completamente nueva.

c) Una nueva Constitución

Luego el reino de los cielos es una nueva constitución. No estoy pensando ahora en un nuevo conjunto de leyes y reglamentos, sino en una nueva constitución en lo que dice re- lación con usted y conmigo. Somos constituidos de nuevo, con un conjunto de nuevas ca- pacidades que hacen posible las cosas que antes jamás eran posibles. Esto necesita ser re- conocido - y me gustaría que esto lo guarde en su corazón nuevamente - que el hijo de Dios, el miembro del Reino de los Cielos, es la encarnación de un milagro, lo cual significa que hay posibilidades y capacidades sobrenaturales en cada uno. ¡Qué cosas tremendas suceden en la vida de un hijo de Dios! Cuando finalmente vemos plena y claramente, re- conocemos que estas cosas fueron nada menos que milagros divinos cada una de las ve- ces. Nosotros no sabemos todas las fuerzas que están empeñadas en la destrucción de un hijo de Dios, y cómo su conservación hasta el fin representa un ejercicio del poder Sobe- rano de Dios. Algunos de nosotros conocemos un poco de esto: que nuestra propia super- vivencia se debe a que Dios ha ejercido Su poder sobre otras inmensas fuerzas hostiles, que somos guardados por el poder de Dios - ¡y que esto requiere el poder de Dios para guardarnos!

El comienzo de la vida del hijo de Dios es un milagro. "¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo?". No hay ninguna respuesta a esta pregunta, excepto que Dios lo hace. "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" (Juan 6:52). Es decir, ¿cómo puede el hijo de Dios ser sustentado hasta el fin, sin nada aquí para ayudar, para socorrer, para nutrir? No hay respuesta a esto tampoco, excepto que es Dios quien lo hace; y si Él no lo hace, el hijo de Dios, por causa de las extraordinarias fuerzas centradas en él para destruirlo, simplemente sucumbiría. La consumación de la vida del hijo de Dios será igualmente un milagro. "¿Có- mo los muertos son resucitados?", “¿y con qué clase de cuerpo vendrán?" (1ª Corintios 15:35). La respuesta a esto es la misma. Solo Dios lo va a hacer.

Todo este asunto es un milagro de principio a fin. Se trata de una nueva constitución, te- niendo en sí posibilidades y capacidades que están completamente por encima y más allá del más alto nivel de las capacidades humanas; es decir, por encima de todo el reino de la tierra y la naturaleza.

d) Una nueva vocación

Además, es una nueva vocación. Es algo para lo cual vivir, algo en lo cual servir, algo para poner en operación. La vocación se vuelve a la esfera y a los medios de un nuevo propósi- to y de un nuevo ministerio de vida. La conciencia misma de un verdadero hijo de Dios na- cido de nuevo es como esto: - "¡Ahora sé por qué estoy vivo! Me he estado preguntando todo el tiempo por qué nací; he refunfuñado al respecto, y me he sentido perjudicado por haber sido traído a este mundo sin ser consultado sobre si quería venir, pero ahora veo que hay un propósito en eso - ¡Tengo para qué vivir!". ¡Un hijo de Dios verdaderamente nacido de nuevo, sale y habla a las personas que, a pesar de todo, vale la pena estar vivo! Él descubrió, detrás de todo lo demás, lo que significa el propósito divino – aquello nunca existió como algo vivo hasta que nació de nuevo y entró en el Reino. El Reino de los Cielos es una nueva vocación, un nuevo sentido de propósito en la vida. Le da un sentido a la vi- da. Este es el Reino.

¿No es esta una idea completamente diferente de aquello que haría del Reino un lugar con ciertas leyes y reglamentos - "Usted debe" y "Usted no debe '- algo objetivo? "El reino de Dios está entre vosotros" (Lucas 17:21).

e) Una Nueva Gravitación - Para el Cielo, no para la Tierra

Además, es algo de lo Alto, y esto sin duda implica que es trascendente en todos los senti- dos. Es algo que vive, y que trae la vida a un nivel más alto. Es decir, si la nueva vida viene de arriba, del Cielo, ella siempre va a gravitar en torno a su fuente, y, si esta vida opera en nosotros, ella nos estará levantando, impulsándonos para arriba, para Dios. Ella opera de tal manera que vamos a sentir en primer lugar que este mundo no es nuestro hogar. Él era nuestro hogar, todo lo que necesitábamos estaba aquí hasta que sucedió la experiencia. Ahora ya no le pertenecemos más, pertenecemos a otro lugar; y de alguna manera extra- ña estamos constantemente avanzando cada vez más lejos de esta tierra. Descubrimos que nos sentimos menos cómodos aquí cada día. Usted está en el Reino si posee algo pa- recido a esta experiencia. Si usted puede estar cómodo y feliz aquí, debería tener serias dudas sobre el lugar en que está en lo que respecta al Reino. Pero si usted está cada vez más consciente de que interiormente la distancia es mayor entre usted y todo lo que está aquí, entonces el Reino realmente está operando, el Reino de los Cielos ha llegado.

El Reino llegó, pero También está llegando

Ahora, otra cosa: el reino ha llegado, pero él está siempre llegando. Nosotros hemos en- trado, pero debemos estar siempre entrando. Hay una pequeña palabra al final de la carta a los Hebreos - "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible..." (Hebreos 12:28). El significado literal aquí es - "estando en curso o en proceso de recibir un reino inconmovi- ble...". Él vino, pero está viniendo; y es en este punto que pienso que todos nosotros ne- cesitamos reconocer la diferencia, para discriminar entre dos cosas - entre conversión y salvación.

¿Usted ya hizo esa distinción? Hay toda una diferencia entre conversión y salvación. La conversión es una crisis, algo que sucede de repente, en un momento, y se hace. ¿La sal- vación? Eso es algo que ha comenzado, pero usted descubre que también el Nuevo Testamento dice "obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" (1 Pedro 1:9), indicando que la salvación es todavía futura. Algunas personas han construido una falsa doctrina sobre esto, enseñando que usted no puede saber si es salvo hasta el fin, porque se habla de la salvación en tiempo futuro. Pero nosotros somos salvos y estamos siendo salvados. Hemos entrado en el Reino por la conversión, pero la salvación es una cosa mucho más grande que la conversión. ¡Oh, la salvación es una cosa enorme, y es solo otra palabra para Reino - el Reino que viene todo el tiempo. Un bebé espiritual que acaba de recibir la vida divina no posee todo, excepto potencialmente. Es un convertido, ha na- cido de nuevo. ¿Diría usted que un pequeño bebé posee todo lo que se pretende que ten- ga? Potencialmente, en la vida, todo está allí. Sin embargo, ¡cuánto más hay que conocer de lo que esa vida implica, de todo lo que lleva consigo y puede dar lugar, de todas las ca- pacidades que están ahí!

Esta es la diferencia entre conversión y salvación. El Reino es un Reino amplio - "Su reino es un reino eterno" (Daniel 4:3). "Lo dilatado de su imperio... no tendrá fin" (Isaías 9:7). “No tendrá fin" simplemente significa eternamente en expansión. ¿Puede usted tan solo hacerse una idea geográfica de eso? Por supuesto que no. El reino debe ser espiritual - los vastos recursos inagotables de Dios para Su propio pueblo. Se llevará la eternidad para conocer y explorar todos los recursos, las dimensiones de Su Reino.

El Reino Sufre Violencia

Ahora, después de examinar de manera muy imperfecta lo que los profetas estaban ha- blando, y aquello con lo cual usted y yo entramos en contacto, vamos a ver qué puede ha- berse omitido. Vamos a mirar estas otras palabras: "La Ley y los Profetas llegaron hasta Juan, desde entonces el reino de Dios es predicado, y cada uno entra en él con violencia (Lucas 16:16). (Versión Moderna).

"Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia y los hombres de violencia lo toman por la fuerza” (Mateo 11:12) (Trad. literal de la versión usada por el autor). El "sufre violencia", no significa simplemente que se permite la violen- cia. Significa realmente que se llama a la violencia, y son los hombres de violencia quienes lo toman por la fuerza. Lucas lo pone así "entra en él con violencia."

Aquí está el espíritu de la ciudadanía de este reino - "por la fuerza". ¿Por qué? Esto no es simplemente un llamado para ser serio - aunque ciertamente incluya esto, viendo qué tremenda cosa es este reino, y qué gran pérdida se puede sufrir si no lo tomamos seria- mente. Pero usted ve, el Señor Jesús está hablando como en medio de cosas que están en constante oposición. Hay todo un sistema organizado, expresando tremendos prejuicios. Él les dijo en una ocasión: "Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque ce- rráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mateo 23:13). Hay de todo, de parte de Satanás y de los hom- bres para obstruir; para entrar se requiere violencia. Si usted puede ser estorbado, será estorbado. Si usted es liviano, va a dar a las fuerzas enemigas todo el terreno que quieren para echarlo a usted.

Es por eso que hago hincapié en que no es entrar en el Reino de una vez por todas, sino que es una entrada continua. El Reino es mucho más que la conversión. Naturalmente, si usted va a ser salvo de todo – quiero decir salvo inicialmente -, usted tendrá que ser serio para eso. Usted tendrá que hacer de esta salvación un asunto desesperado, porque habrá de todo para impedirlo. Pero el reino significa muchísimo más que simplemente entrar en él, mucho más que ser convertido. Hay mucho más en el propósito de Dios para nuestras vidas de lo que jamás nos imaginamos, y si vamos a entrar en eso, la violencia tiene que caracterizarnos. Debe ser desesperadamente serio, y llegar a un lugar donde digamos: "Señor, estoy decidido a todo lo que Tú me quieres decir en Cristo. Estoy decidido a esto, y no voy a permitir que los prejuicios, o sospechas y o críticas de los demás me dejen en el camino; no voy a permitir que ningún sistema humano me lo impida; iré hasta el fin conti- go en todo Tu propósito. Voy a hacer violencia contra todo lo que se ponga en el camino.” Es un llamado a la violencia y tenemos que hacer mucha violencia para conseguir todo lo que Dios quiere para nosotros.

¡Oh, cuán fácilmente muchas vidas están desviándose, simplemente porque no están lo suficientemente desesperadas! Están atrapados en las cosas que limitan - cosas que pue- den ser buenas, que pueden tener algo de Dios, pero que son cosas que limitan y no re- presentan de manera abierta el propósito de Dios. La única manera para nosotros de en- trar en todo lo que el Señor desea - no solo en lo que hemos visto, sino en todo lo que Él se ha propuesto – es estar desesperados, ser hombres de violencia, ser hombres que di- cen: "Por la gracia de Dios, nada ni a nadie, aunque sea bueno, se interpondrá en mi ca- mino, yo estoy yendo con Dios". Tenga esta posición con Dios, y descubrirá que Él lo en- cuentra sobre ese terreno.

Ningún hombre, ni siquiera el mismo Pablo, sabía todo lo que se puede conocer. Pablo es- taba constantemente recibiendo revelaciones más plenas de aquello a lo que fue llamado. Él recibió algo muy fuerte y rico en el principio, y luego, más tarde, se le mostraron cosas indecibles (2ª Corintios 12:4). Él fue creciendo en la aprehensión. Pero ¿por qué? Porque él era un hombre de violencia. Dios nos quiere así. "Limpio te mostrarás para con el lim- pio, y severo serás para con el perverso” (Salmo 18:26). Esto, en principio, significa que Dios será para usted lo que usted sea para Él. Él habla en serio si usted habla en serio. Hay una gran vastedad en el reino que nunca hemos sospechado. Puede creerlo. Hay más para todos nosotros saber que nadie en esta tierra conoce - mucho más que los más grandes santos, los cristianos más avanzados, conocen del propósito de Dios.

Pablo exhorta así. En su carta a los Filipenses, él que deja claro que, incluso al final de su vida, él todavía tiene que aprehender, todavía necesita conocer. "A fin de conocerle..." (Fi- lipenses 3:10). Hay mucho más que conocer. ¿Usted cree en eso? ¿Va a permitir que su vida simplemente quede encajonada con cierta medida que usted conoce, o con la medi- da de otra persona? No el fin de Dios es la medida de Cristo. "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13). Ningún movimiento, ninguna socie- dad, ninguna organización evangélica, ninguna iglesia de esta tierra ha llegado a eso toda- vía, pero este es el objetivo a la vista. Pero Dios requiere, a fin de llevarnos a la plenitud, que seamos hombres de violencia que realmente hablemos en serio, que digamos a todo lo que se interpone en el camino y, ¡oh, el sonido las voces convincentes que, sin embar- go, son sutilmente influenciadas por prejuicios! , que digamos: "Hazte a un lado, yo estoy yendo con Dios, no voy a permitir que nada se interponga en el camino".

"El evangelio del Reino es predicado". ¿Puede usted imaginar a los judaizantes hablando a la gente acerca de Jesús? '¡Tengan cuidado, tengan cuidado para no ser atrapados! Nues- tro consejo es mantenerse al margen de eso - no se acerquen demasiado a él’. Todo esto estaba sucediendo. Pablo se enfrentó con eso todo el tiempo. Él fue perseguido en sus viajes por esas mismas personas que, tras sus talones, iban diciendo: '¡Tengan cuidado - es peligroso!". El propio Señor experimentó el mismo tipo de cosas; Él decía "el Reino sufre violencia...". Es un llamado a la violencia; usted no va a poder comenzar, y ciertamente no va a alcanzar el pleno crecimiento, a menos que usted sea como aquellos que usan la vio- lencia contra todo lo que se interpone en el camino del pleno propósito de Dios según se revela en Cristo. Ni siquiera usted va a saber qué propósito es este, Dios no va a ser capaz de revelar a usted la siguiente parte del plan, salvo que Él considere que usted es ese tipo de persona - que entra con violencia.

¿Le gusta esto? Bueno, si somos pasivos, tenemos todo para perder; si hablamos en serio, está todo para ganar. El Señor nos haga hombres y mujeres así, para no ser contados en- tre aquellos de quienes se dice que "tienen oídos para oír, pero no oyen" (Ezequiel 12:2).

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