Austin-Sparks.net

Fortalecimiento de la Fe Mediante la Adversidad

por T. Austin-Sparks

Capítulo 2 - La Clave de la Fe

“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Gé.15:1-6).

“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos” (Gé. 17:1-8).

“Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:16-25).

“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (He. 11:8).

Encontramos cinco cosas en estos pasajes. Una, ensanchamiento; dos, establecimiento; tres, vida; cuatro, fe; cinco, consumación. Todo esto ha de ser llevado a la plenitud al final de la dispensación. La Palabra de Dios nos da a entender que al final Dios tendrá un estado de Divina plenitud correspondiente a la palabra “ensanchamiento”; al final Dios tendrá cosas establecidas, fijas; al final, Dios tendrá cosas completamente caracterizadas por la vida; y todo esto será a través de la fe probada y tratada. Recordarás cómo se trae a la vista este fin en el simbolismo de la ciudad, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, vista como descendiendo de Dios, del cielo en los últimos capítulos de la Biblia. He aquí la plenitud divina: todo llevado a un estado de finalidad, de establecimiento, y todo caracterizado por la vida, ilustrado por el árbol de la vida, el río de agua de vida, y otros símbolos. Pero llegando esto y a lo largo de todo el camino, es un asunto de fe probada y tratada.

Al mirar al mundo cristiano de nuestro tiempo, nos damos cuenta de que estas son las cosas grandes que son supremamente necesarias. Hay necesidad de ensanchamiento divino, espiritual –las cosas son tan pequeñas espiritualmente; de establecimiento espiritual –las cosas son tan débiles e inciertas, tan variables e inconsistentes, sin seguridad, sin certeza; de la vida Divina –qué grande es la necesidad de más vida, vida celestial, ¡una plenitud mayor de vida entre el pueblo de Dios! Pero hasta que reconocemos que estas cosas son necesidades apremiantes, todos deberíamos estar preparados para admitir que el único camino a estas cosas es que el pueblo de Dios sea tratado, probado verdaderamente. No nos gusta la idea, pero nos damos cuenta de que todo necesita ser puesto a prueba, ser probado para poder ser establecido. Y ya somos de hecho muy conscientes de un nuevo movimiento de Dios entre Su pueblo, para probar su fe realmente, para tratarla su fe, para llevar la fe a la madurez.

Ahora bien, este parecería haber sido el camino de Dios para Su pueblo a lo largo de los tiempos; mediante una fe probada, tratada y establecida para ir hacia el ensanchamiento, hacia el establecimiento y hacia la vida más abundante. Hay leyes en los caminos de Dios, principios relativos a Sus tratos con Su pueblo. Por tanto, en primer lugar echemos un vistazo comprensivo a este asunto, antes de llegar a las aplicaciones prácticas. La Biblia tiene muchos ángulos. Si la tomas y la ves desde un solo punto de vista, puedes pensar que eso es todo de lo que registra la Biblia. Parece que puedes reunir toda la Biblia en una sola cosa. Puede ser el pecado, el juicio, la muerte; es un aspecto, un ángulo. O podría ser la justicia y la vida; ese es otro ángulo. Dale una vuelta a la Biblia y la misma cosa parece comprensiva. Si la Biblia es así, puedes verla al completo simplemente pasando un poquito de un ángulo a otro.

FE, LA CLAVE A LA VIDA Y AL ENSANCHAMIENTO

Ahora bien, verás lo cierto que es esto en el mismo ejemplo claro que tenemos delante –el tema del ensanchamiento por vida por medio de la fe. Sería muy fácil reunir a toda la Biblia en eso, y decir que eso es todo de lo que trata la Biblia. Por supuesto, no es así, pero es un ángulo muy comprensivo. Verás enseguida cómo el tema corre a través de ella. Pero supón que cambiamos la metáfora y decimos que hay muchas claves en la Biblia –un montón de claves– cada una de las cuales parece ser una llave maestra para abrir el conjunto de la Biblia; y en este gran montón de claves, parece haber tres que están enlazadas entre sí, por así decirlo, en su propio anillo separado. Esas tres claves son fe, vida y ensanchamiento.

La fe abre la primera puerta. La puerta lleva a la siguiente, que es la vida, y a través de la vida, a la siguiente, que es el ensanchamiento. Esas tres cosas siempre van juntas a lo largo de la Palabra de Dios. Por supuesto, esto se ve claramente por lo opuesto. La Biblia muestra cómo la incredulidad provoca finalmente limitación. Donde hay incredulidad, simplemente no vas más adelante; te quedas corto y te paras como muerto: no hay ensanchamiento y por tanto, no hay vida, no hay vida más grande y mayor, ni más allá de eso. No puedes separar estas cosas; siempre van juntas: fe, vida y ensanchamiento.

Todas las grandes crisis en la historia del pueblo de Dios, tal y como las registran las Escrituras, tienen estas tres características. Comenzando justo al principio, con Adán, en los primeros capítulos de Génesis, queda completamente claro que todo el tema del establecimiento, del ensanchamiento y de la vida, depende de la fe, y que cuando rehusaba o dejaba de creer en Dios, era una parada de muerte, una parada completa. No había nada más. En este punto entraba la muerte. La posibilidad de la comunión con Dios y de todo lo que Dios podía significar en la vida, dependía completamente de su fe, o de su negativa a creer. Si hubiera creído a Dios, el camino al ensanchamiento, al establecimiento y la vida, habría estado completamente abierto, continuo y sin cese.

Avanzando en el Libro de Génesis capítulos 15 y 17, algunos pasajes de los que hemos puesto en la cabecera de esta meditación, llegamos a Abraham. El Señor interviene con Abraham en esta línea del ensanchamiento, del establecimiento y de la vida. Esas son las tres cosas que resumen la vida de Abraham con Dios. Y todo dependía de la fe. Todo lo que Dios dijo sobre este tremendo incremento y ensanchamiento crecientes; sobre la finalidad de las cosas –estableciéndole en el pacto para siempre, y sobre este maravilloso principio de la vida– tan aparente en el caso de Abraham, cuando la muerte discutiría que no había posibilidad en absoluto en él mismo ni en Sara, ni en ninguna otra situación, aun así, la vida está a la vista a pesar de todo eso –todas esa cosas dependían sólo de la fe. Creyó en Dios. Si no hubiera creído, no habría habido nada.

En el libro del Éxodo, encontramos la gran crisis en la vida nacional de Israel –la liberación de Egipto. El Capítulo 12 de Éxodo descansa simplemente en esto: ‘el tema íntegro aquí es el de tu liberación con vistas al ensanchamiento. Es una cuestión de que seas establecido y llevado a una finalidad; y es una cuestión de tu vida’. El pensamiento central de ese capítulo quizás sea la vida, ¿verdad? La muerte de todos los primogénitos de Egipto, por un lado, y la liberación de Israel a la vida por medio de la muerte, por otro. Pero todo ello dependía de este asunto de la fe, fe en acción: si tomarían el cordero, si esparcirían la sangre, si ceñirían sus lomos y cogerían sus cosas en sus manos. Todo dependía de una actitud y de un espíritu de creer en Dios.

Pasando por Números hasta el Libro de Josué, encontramos que aquí está la tierra, a la vista, la tierra de la promesa, con todo lo que ello significaba para ellos históricamente, y todo lo que ello significa en tipo y espiritualmente. ¡Vaya asunto de ensanchamiento que fue todo esto! Desde el desierto, con todo su vacío y su “tensión”, a la grandeza, la plenitud y la libertad de estar establecidos en la tierra. Nunca hubo en la mente de Dios ningún pensamiento ni propósito de permanencia en el desierto en absoluto. Eso sólo fue una fase de cosas por las que había que pasar tan rápido como lo permitiera su condición espiritual. Su pensamiento para ellos fue –a la tierra y establecidos para siempre. La promesa a Abraham era que la tierra estaba pactada para siempre: finalidad. Y después, a través del Jordán, corriendo entre Números y Josué, entre el desierto y la tierra, y con todas sus orillas inundadas, que habla de muerte que ha de ser vencida en su plenitud, en sus profundidades; hacia la tierra: aquí está la vida que vence a la muerte. Pero de nuevo, todo dependía de su fe. ¿Se moverían en fe? Una generación no pudo hacer eso y pereció en el desierto. Quedó a la otra generación el entrar en la tierra. Estas tres cosas descansaban en la fe.

Pasando por los cuatrocientos terribles años del libro de los Jueces –pienso que el libro más terrible de la Biblia–, hasta los libros de Samuel, encontramos una transición hacia un nuevo estado de ensanchamiento. Esta fase terminará con David y Salomón, con el ensanchamiento del reino más allá de cualquier cosa que hubiera sido antes, con establecimiento y vida. De nuevo, todo queda en el fundamento de la fe. Era la fe en la madre de Samuel, por ejemplo, lo que trajo a Samuel. Pero no podemos centrarnos en los detalles. Al final, como sabemos, la fe se perdió y prevaleció la incredulidad. Una vez más vemos una vuelta a la limitación, a la esclavitud, a la incertidumbre, a la muerte espiritual. Todo depende de la fe.

Cuando tomamos el Nuevo Testamento, encontramos que el tema sigue siendo el del ensanchamiento, del establecimiento, y de la plenitud de la vida, y la cuestión ahora es –¡Créelo!– una cuestión de fe. Estas son las cosas, por ejemplo, que gobiernan los primeros capítulos del libro del Apocalipsis, en los que las iglesias son tratadas. Es un asunto de ensanchamiento espiritual o de limitación espiritual; o de estar establecido, o de que le quiten el candelero de su lugar, sin que haya nada establecido, nada consumado. Es un asunto de vida, por medio de Aquel que vive, murió y vive para siempre. El desafío está en si ha de ser vida o muerte, y se centra en la cuestión de la fe. Finalmente, al alcanzar los últimos capítulos del Apocalipsis, encontramos a estas cosas llevadas a su consumación, en la gran Ciudad, como una representación simbólica de la Iglesia. ¡Qué grandiosa es, qué completa, cómo se ha ensanchado, qué sólida! Está establecida. ¡Que viva es también! La Vida abundante es su característica central. Y es la misma personificación de la fe probada, tratada y examinada.

Aquí se halla la Biblia al completo reunida en esto, y nuestras vidas cristianas se basan en la Biblia, la Biblia completa. ¿Qué significa eso? Significa esto, que nuestras vidas están preocupadas con la plenitud espiritual, como veremos al avanzar; con nuestro establecimiento en la eternidad, y no llevadas por el tiempo; y con el gran tema de la vida Divina llevada a un triunfo total sobre el último enemigo, la muerte. Y lo que gobierna y comprende a la vida cristiana en estos tres aspectos, es el tema íntegro de la fe: fe probada, fe tratada, fe establecida y fe perfeccionada.

LA REACCIÓN DE DIOS ANTE EL VACÍO

Miremos ahora durante unos minutos a estas palabras, a estos términos, que hemos estado utilizando. Por el momento tomaremos este asunto del ensanchamiento. Podemos usar la palabra alternativa “plenitud” –y así lo haremos, bastante extensamente–, pero tengo aquí un pensamiento especial en mi mente, al preferir a esta palabra “ensanchamiento”. Este asunto completo del ensanchamiento, si el Señor nos va a ensanchar, si vamos a ser ensanchados, es una cuestión y un asunto muy vital, puesto que el ensanchamiento es un pensamiento gobernante en Dios. A lo largo de toda la Biblia, como hemos visto, el pensamiento es el ensanchamiento. Dios siempre está pensando en términos de ensanchamiento, de incremento, de plenitud final. Dios nunca halla placer en absoluto en el vacío y en la pequeñez. A Dios le desagrada el vacío y siempre reacciona contra ello.

Al abrir nuestras Biblias en la primera página de Génesis, ¿qué es casi lo primero que leemos? Dice: “En el principio Dios...” y después de unas pocas palabras más, leemos: “y la tierra estaba sin forma, vacía”; es decir, “asolada y vacía”; y “el Espíritu de Dios...” La tierra estaba vacía, y el Espíritu de Dios, ¿qué es lo que hizo? Reacción ante el estado de vacío. Es como si Dios dijera: “Esta no es en absoluto Mi mente; esto es completamente contrario a Mi pensamiento. Estoy en contra de esto, y voy a hacer algo al respecto”. Dios tendría todo en una plenitud divina; es decir, en abundancia. Ese es Su pensamiento para la tierra y para Su pueblo. Así, el Espíritu de Dios, dando vueltas por encima de esta oquedad, sobre este vacío, comienza a obrar, y cada fase y etapa de la actividad Divina consiste en llenar. Él llena la tierra con una vasta gama del reino vegetal; semillas en abundancia y vida en las semillas capaz de una producción y reproducción ilimitadas. Él llena la tierra con la inmensa variedad del reino animal. Él llena la tierra y dice: “Produzcan las aguas seres vivientes” (Gé. 1:20). Y después, al crear al hombre, dice, “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (v.28).

“Estoy en contra de este vacío, de esta oquedad”. Y prosigue en ese principio, gobernado por ese pensamiento. Llegando a Abraham, le dice: “Multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como la arena del mar” (Gé. 22:17). ¡Comprende eso, si es que puedes! Eso es pensamiento divino. Más allá de toda comprensión, Dios piensa en términos de ensanchamiento.

¡Cuánto puede reunirse en la Biblia con referencia a este asunto! El Señor Jesús, por ejemplo, vino a expresar los pensamientos de Dios a este mundo. “Para que Mi casa pueda llenarse”. Pero quizás, el ejemplo y la expresión más grande de este pensamiento divino en el Nuevo Testamento, sea el día de Pentecostés. Cuando el Espíritu Santo descendió como un viento recio y poderoso, “llenó toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2:2). Y después se aplica a cada creyente: “Sed llenos del Espíritu” (Ef. 5:18).

EL PELIGRO DE LA PASIVIDAD

Por tanto, queda claro que el ensanchamiento es un pensamiento gobernante en Dios. Pero el Señor Jesús no sólo ha indiciado que esto es lo que Dios quería tener, sino que ha dicho por otro lado, que es extremadamente peligroso estar vacío. Habló de una cierta ‘casa’, que era un hombre poseído por un demonio, por un espíritu inmundo; visualizó la expulsión del espíritu inmundo: pero aunque la casa estaba “ordenada y limpia”, quedó vacía; y porque ningún otro ocupante hizo posesión de ella, el espíritu inmundo regresa a su antiguo hogar, tomando a otros siete peores que él mismo, llenando la casa vacía (cfr. Mt. 12:43-45). Es muy peligroso estar vacío, dejar una oquedad. Si Dios no la llena, el Diablo la llenará. Guardaos de condiciones negativas, de no ser positivos y no estar definidos. Guardaos de vacíos en vuestro corazón, en vuestra mente y en vuestra vida. David estaba un día sobre el tejado de su casa, en un estado de “vacío”, en un tiempo en que los reyes estaban en la guerra (cfr. 2 Sam. 11:1-2). Y él era un rey, un rey guerrero. Pero en lugar de estar ocupado en algo positivo, estaba en un estado pasivo, y sabemos el desastre que le venció, del que nunca se recuperó en toda su vida. Es una cosa peligrosa estar vacío. El Diablo se ocupará de llenar cualquier espacio que él pueda ocupar. El Señor quiere ocupar hasta la exclusión de todo lo demás.

LA PLENITUD DE DIOS

La última palabra sobre este asunto en la Biblia es: “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19). ¡Piensa en eso! Esto se dice de creyentes juntos en su vida colectiva, a la Iglesia, que es la “plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:23). Piensa en ello: ¡la plenitud de Dios!; es decir, Dios viniendo en tal forma que no queda espacio para nada más. Así era en la dedicación del Templo de Salomón, en el Antiguo Testamento. Cuando los sacerdotes salieron del santuario, la gloria de Señor se movió y llenó la casa y los sacerdotes no podían seguir ministrando. (1 Reyes 8:10-11; 2 Cr. 5:11-14). Cuando el Señor llena, no queda espacio para nada y para nadie. Esa es la plenitud de Dios.

VACÍO, EL RESULTADO DEL JUICIO

Volviendo a esa palabra “vacío” u “oquedad”, que encontramos al comienzo del libro de Génesis, me parece que eso representa el resultado de un juicio. Eso, por supuesto, ya ha sido supuesto en otros terrenos. Pero las siguientes consideraciones son quizás confirmatorias. Cuando el Señor envío a Su pueblo Israel a la cautividad babilónica durante setenta años, la tierra quedó asolada. La tierra cayó en un estado que puede ser bien descrito como el estado de la tierra al principio: vacía, asolada, y desierta. Ahora bien, la cautividad babilónica de Israel fue un juicio por causa de su incredulidad y de su idolatría, y ese estado asolado en el que cayó la tierra fue ciertamente parte de ese juicio; y así, parecería que “al principio”, también, la desolación hubiera sido el resultado de un juicio sobre una creación anterior.

Pero, ¿cuál es la clave de todo esto? El tema debe haber sido este, como lo ha sido siempre, que Dios no tenía permiso para llenar todas las cosas. El lugar de Dios era o compartido con otras cosas, o Dios había sido expulsado. El fin del mundo presente, como nos muestra el Nuevo Testamento, va a ser así. Habrá un punto en el que Dios será finalmente rechazado por este mundo, y no tendrá lugar. Nos movemos rápidamente hacia ese tiempo. ¿Cuál será el resultado? Este mundo será quemado – juicio, destrucción– y un período más o menos largo de desolación previo a los nuevos cielos y la nueva tierra, y todas las cosas creadas de nuevo. El juicio siempre es sobre esta cosa concreta; si Dios es todo en todos o no. Por tanto, el ensanchamiento –la plenitud que es el pensamiento de Dios– descansa sobre este asunto de que Dios tenga su lugar completo; y ese es el fundamento de toda la prueba de la fe. Dios presiona este punto más y más al avanzar: tanto si creemos en Dios lo suficiente como para dejar que Él tenga Su lugar en una situación imposible.

LA PLENITUD DE DIOS COMO LA LUZ

Ahora bien, ¿qué queremos decir con la plenitud de Dios? No es nada menos que la naturaleza de Dios llenando todas las cosas. “Dios es Luz”, dicen las Escrituras (1 Juan 1:5). Por tanto, donde está Dios, no hay oscuridad, no hay lugar para la oscuridad; y cuando Dios entra en escena en la plenitud, “no hay oscuridad en absoluto”. Todo es “Luz en el Señor” (Ef. 5:8). Y el Señor se está moviendo en esta línea contigo y conmigo. Él quiere conseguir que salgamos completamente de nuestra oscuridad para entrar en Su Luz, para llevarnos a la Luz, como Él es la luz. Y qué factor tan grande es la fe en este asunto de venir a la luz del Señor, de llegar a conocer al Señor, de llegar a comprender, o cualquiera que sea la expresión que puedas usar por la luz. Es ver, es conocer, es entender.

Pero tú y yo nunca entraremos a un rayo adicional de luz real. No estoy hablando de información, hablo de luz espiritual, a excepción de la línea de las pruebas de la fe, fe realmente probada. Una hermana en el Señor que sentía que tenía demasiado mal genio, que era provocada demasiado rápidamente, dijo a un amado siervo de Dios: “¡Oh, necesito más paciencia; ora por mí para que pueda tener más paciencia!” El siervo de Dios dijo: “De acuerdo, vamos a orar ahora”, y así, se arrodillaron y él oró: “Señor, por favor, envía más tribulación a la vida de esta querida hermana”. Y ella le paró y le dijo: “No, yo no he dicho que yo quisiera más tribulación, dije que quería paciencia”. “Ah, pero...” contestó Él, “la Palabra dice: ‘¡La tribulación produce paciencia!’“ (Ro. 5:3).

Si, queremos más del Señor, pero no siempre estamos tan dispuestos a ir por el camino por el que Él nos llevaría para poder tener más de Él. Pero es ese camino, el camino de la tribulación; ¿y qué es la tribulación si no es la prueba de la fe? Somos puestos en situaciones donde sólo la fe en Dios puede capacitarnos para vivir y para avanzar. Pero aun así, es posible. Es tan posible. A principios del pasado año, durante mi visita a California, un hermano allí me propuso que fuéramos a ver a unos queridos amigos, que vivían a unas sesenta millas en una de las situaciones probablemente más mundanas, no propicias e imposibles de imaginar, el centro de vacaciones de fin de semana de todas las estrellas de Hollywood. Yo no puedo describir la extrema entrega a la carne. Nuestros dos amigos estaban viviendo en una caravana o trailer, justo en el centro de un gran parque de caravanas, rodeado por toda esta gente mundana, en sus caravanas de lujo, en una atmósfera de la más extrema sensualidad, carnalidad, indulgencia. Entramos y pasamos una tarde maravillosa con ellos, tratando de las cosas del Señor –un tiempo de lo más precioso, con un toque auténtico del cielo–, y cuando hubimos pasado toda la tarde con ellos, un hermano dijo: “quizás no lo creáis, pero hay dieciséis cristianos redomados en este parque de caravanas. Voy a traer a algunos de ellos”. Fue hacia otra caravana, y trajo a dos hijos de Dios ancianos, gente muy santa; y sin dar vueltas a ningún tema en absoluto ni centrarse en generalidades, inmediatamente estábamos en las cosas del Señor, y podríamos haber estado así toda la noche. El hermano nos dijo, “Nos reunimos aquí, en esta caravana, dieciséis de nosotros, y tenemos tiempos de comunión maravillosos”.

¿Por qué estoy contando esto? En el lugar más impropio de la tierra, si, en el lugar más imposible para nada con un carácter espiritual, para nada realmente del Señor, ahí mismo, justo en ese terrible lugar, había santos caminando con vestiduras blancas, en comunión viva con el Señor. No digas: “Oh, el lugar donde yo tengo que vivir y trabajar es imposible para cualquier clase de vida o crecimiento espiritual, todo está en contra de mí”. Recuerda que el Señor puede ensancharte en cualquier lugar si Él te llama a estar ahí. Nunca uses el argumento de lo imposible. Piensa en Abraham y en lo imposible. Él llego al ensanchamiento, pero no porque todo le fuera propicio, no porque las cosas se lo pusieran fácil o de ayuda. No, puede haber luz en el lugar más oscuro si el Señor está ahí. Cuando escuché esa situación por primera vez, había expresado el deseo de que esos queridos amigos pudieran salir de ello, pero cuando les dejé, cambié mi visión enteramente. Yo no sé si sería bueno para ellos poder salir de ahí. Esto es precisamente lo que les está ensanchando espiritualmente; está arrojándoles al Señor, les está haciendo probar al Señor. No hay nada aquí para ellos aparte del Señor; todo lo demás es contra Él.

La plenitud de Dios es en términos de luz, incluso en la oscuridad; de amor –porque Dios es amor–, en un ámbito de odio; de vida en un ámbito de oscuridad; y de santidad en un ámbito de todo lo profano. “Para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.

Hay mucho más sobre este asunto del ensanchamiento. Era lo que gobernaba en los dones soberanos del Señor ascendido. “Cuando ascendió, llevó cautiva a la cautividad y dio dones a los hombres”, y “él mismo constituyó... pastores y maestros” ¿Para qué? Para “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:8,11-13). Cada don divino en el ministerio tiene como objeto la plenitud, y como motivo gobernante.

Déjame que cierre con este tema por el momento, que la prueba de si algo es de Dios, es siempre la medida espiritual. No es la medida de nuestro conocimiento doctrinal, ni siquiera la medida de nuestro conocimiento bíblico como tal. No es la exactitud o lo correcta que sea nuestra técnica en forma y procedimiento. Es la medida de Dios. Podemos tener todas las demás cosas, sin que haya realmente ninguna medida de Dios. Eso es lo que cuenta.

Preservando los deseos de T. Austin-Sparks con respecto a que se debe entregar libremente lo que libremente se ha recibido, estos escritos no tienen derechos de autor. Por lo tanto, estás en libertad de utilizar estos escritos según seas conducido a hacerlo. Sin embargo, si eliges compartir los escritos de este sito con otros, te pedimos que, por favor, los ofrezcas libremente: Sin costo alguno, sin pedir nada a cambio y enteramente libres de derechos de autor y con esta declaración incluida.