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La Obra de Dios en el Tiempo del Fin

por T. Austin-Sparks

Capítulo 4 - Un Ministerio de la Significación de Cristo

"Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones" (Lucas 2:33-35).

EL SIGNIFICADO DE CRISTO DEBE ESTAR INCRUSTADO

En el pasaje ya citado, tenemos algo del significado de Cristo, algo de lo que está implícito cuando Cristo entra en nuestras vidas con el ministerio a la vista. Ése es el verdadero significado del servicio y de la visión de Simeón. Tarde o temprano, los que son llamados "según el propósito suyo", se darán perfecta cuenta del significado de Cristo, de manera concluyente y mucho más completa. Puede ser que nuestra conversión nos aportara un conocimiento profundo y muy real, pero que sea así o de lo contrario que hayamos nacido de nuevo de un modo simple y comparativamente fácil, llegará el momento en que, a través de crisis profundas y agitaciones en nuestras vidas, vendremos al hecho de que Cristo, y la unión con Él, es infinitamente más grande de lo que nunca nos habríamos imaginado.

Es verdad que la salvación es gratuita y todo de gracia, pero no es barata ni superficial. Si así la consideramos, iremos simplemente debilitándonos, seremos de poco valor o estaremos entre los que tropiezan. Los eternos consejos de Dios comprendiendo todas las edades y reinos, y centrados en un pueblo redimido, están tan llenos de significado, son tan vastos en su importancia, que un trabajo muy profundo ha de hacerse para que estemos en consonancia con ellos. Tenemos que llegar a la comprensión de lo que significa para nosotros haber sido llamados a la comunión con Aquel tan importantísimo y tan inmenso cual el Hijo de Dios.

Hay tres aspectos de "la participación de sus padecimientos".

Primero, la cooperación con Él en Su obra de liberación de las almas del envidioso enemigo, cruelmente hostil.

Segundo, la disciplina y la purificación las cuales contribuyen a la semejanza de Cristo.

Tercero, el aumento de la capacidad y desarrollo de las facultades para percibir y comprender la grandeza de las cosas divinas, particularmente el conocimiento de Cristo.

Todo esto es, en realidad, padecimiento. No podemos alcanzar este conocimiento por mera información; tiene que estar incrustado. Ninguna suma de doctrina oída lo hará.

Con frecuencia, una gran cantidad de enseñanza de muchos años brota a la vida, cuando el que la posee pasa por una experiencia casi devastadora de sufrimiento y de prueba. Un mundo parece desmoronarse y acabarse por entero, y uno nuevo es esencial para sobrevivir. Los que conocen a Cristo más completa y realmente, son los que lo han descubierto en profunda agonía y perplejidad espirituales. Cristo es la puerta a una inmensa esfera de significado divino, y no hay nada casual o esporádico en ese terreno. Todo nuestro ser quedará envuelto en este asunto, si de verdad vamos a representar la medida espiritual para otros: "Una espada traspasará tu misma alma".

En su gran sueño alegórico, Juan Bunyan procuró personificar caracteres y propensiones, y a representarlos en figuras de tamaño natural, a fin de que se pudieran ver de cuerpo entero. Por esos caracteres, él quería que nos viéramos en nuestras flaquezas y peligros. Al verlos pasar delante de nosotros, sonreímos, nos sentimos avergonzados, disgustados, y luego vemos que Bunyan nos ha retratado.

Uno de esos personajes en los que Bunyan ha concentrado su capacidad de humor, de sarcasmo e ironía, es el Sr. Interés-privado. Nos dice que la ciudad Buenas-palabras tomó su nombre de los antepasados del Sr Interés-privado; que su abuelo era un barquero que siempre miraba en una dirección y remaba hacia la opuesta. La Sra. Interés-privado, su esposa, era una mujer muy virtuosa, hija de Doña Astucia. Interés- privado y su esposa tenían dos sólidos principios religiosos a los que muy estrictamente se adhirieron y educaron su familia, como corresponde. Esos principios religiosos de buena reputación eran:

(1) no pelear nunca contra viento y marea,

(2) acompañar a la religión cuando va en sandalias de plata, y si el sol brilla y la gente la aplaude.

Bunyan dice que fingir, mirar de un lado e ir en realidad del otro, hacer creer, escoger la ley del mínimo esfuerzo, ir por el camino popular y desaparecer cuando las cosas son difíciles, es una tendencia de la naturaleza humana. No tenemos nada más que desprecio por el Sr. Interés-privado. Pero esa tendencia puede ser más o menos el peligro de todos nosotros. De hecho va a ser desastroso, a menos que el Señor se encargue de ello enérgicamente, pues es del todo incompatible con Cristo y con el eterno propósito de Dios centrado en Él. Miremos, pues, de nuevo el pasaje de Lucas, y veamos algo de lo que está implícito a través de Cristo cuando es presentado.

CRISTO DETERMINA EL DESTINO

Ante todo, Simeón dice que Éste (el Cristo), va a determinar el destino. "Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel". Hay varias interpretaciones diferentes de esas palabras. Primeramente pueden significar que al tropezar con el Señor Jesús, algunos caerán para nunca más levantarse. Le verán como un tropiezo. Se dice en las Escrituras que Él será por piedra de tropiezo para muchos (cfr. Isaías 8:14). Los pies de muchos tropezarán con Él y caerán de cabeza.

¡Qué verdad es esa! Por no estar dispuestos a aceptar el escándalo de la cruz, por consentir el goce de los deleites temporales del pecado antes que padecer aflicción con el pueblo de Dios, por no querer tomar la cruz y seguirle a Él, se han caído de cabeza. De su contacto con el Señor Jesús se ha resuelto el destino de ellos. Es muchísimo así. Por esa parte, Él está puesto para caída de muchos: a saber, que Él está puesto para poner en claro, tanto si realmente actuamos en serio con Dios, como si no. Muchos al acercarse a Él, encontrando que Él y Su camino son un oprobio, se han vuelto y se han ido, Dios sólo sabe a qué. "Puesto para caída... de muchos".

"Y para levantamiento de muchos". ¡Qué gloriosa historia está vinculada con eso! Muchos se han llegado a Él dándose cuenta de algo del coste, reconociendo en lo que se implicaban si se unían a Él y le seguían. No obstante, le han escogido. ¡Qué levantamiento ha significado para ellos! Sí, del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes de Su pueblo (cfr. 1 Samuel 2:8).

Ustedes y yo sabemos sólo un poco de lo que significa ser levantado por nuestra unión con el Señor Jesús. Pero ¡cuánto más hay todavía por venir! pues Él ha dado Su palabra de que algunos se sentarán con Él en Su trono, como Él ha vencido y se ha sentado con Su Padre en Su trono (cfr. Apocalipsis 3:21). ¡Qué levantamiento! Una historia larga y maravillosa se podría contar de hombres a los que el Señor ha levantado. Algunos caerán, otros se levantarán; se establece el destino. Su actitud hacia Cristo determinará para siempre lo que será.

Esas palabras pueden significar igualmente que muchos caerán y también se levantarán, y a este respecto hay una tropa grande. Veo a Pedro en esa compañía. ¡Oh, ese jactancioso Pedro, elevado en sí mismo, confiado en sí mismo, seguro de sí mismo! "Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré" (Mateo 26:35). Aquí hay un hombre que está subido, pero subido en una falsa plataforma, y cuando se puso en contacto con el Cristo crucificado, cayó. Pero ¡alabado sea Dios! para levantarse de nuevo. Cristo, quien le hizo bajar, lo subió.

Miren al gran Saulo de Tarso montado en su alto caballo dirigiéndose a Damasco; ¡y qué caballo más alto era! ¡Qué autosuficiente, engreído y confiado en sí mismo era el joven Saulo de Tarso! Cayó de ese alto caballo al polvo, a los pies de Jesús de Nazaret. La cosa más humillante que él jamás hubiese podido imaginar: '¡Jesús de Nazaret, ese falso profeta, ese impostor, ese blasfemador de Dios, ése que fue colgado en la cruz llevando en Él lo que nuestra ley declara la marca de la maldición!' Piensen en ese hombre humillado a los pies de Jesús de Nazaret, y diciendo: "¿Qué haré, Señor?" ¿No ha caido? Sí, pero ¿no fue levantado? "Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos".

Siempre será así: una cosa u otra. Caeremos ante Jesucristo o nos levantaremos conforme a nuestra actitud y respuesta a Él; según le rechacemos o le aceptemos, le obedezcamos o le desobedezcamos. Él lo determina. Bajemos de nuestra plenitud y propia fuerza natural a Sus pies, con quebrantamiento, humillación y vergüenza, reconociéndole Señor. Una mano nos tomará y nos elevará hasta esas maravillosas alturas de la gracia.

CRISTO, UNA SEÑAL QUE SERÁ CONTRADICHA

a) El desafío de Su presencia

Simeón dijo luego: "y para señal que será contradicha". ¿Qué es eso? Quiere decir que está puesto para una provocación por implicación. Una señal es una implicación.

Implica algo, y el efecto de esa implicación es provocar. Deberían ustedes empezar a ver lo que Jesús implica. Habrá alguna reacción. Si no están preparados para aceptar la implicación de Jesucristo, serán provocados con fuerza. No permanecerán neutrales, se pondrán a luchar. En eso estaba Saulo de Tarso. Interiormente, en lo más hondo y secreto, estaba luchando contra el Señor, dando coces contra el aguijón. Fue provocado por la significación de Jesús, la significación de Cristo mismo.

En la persona de Cristo tenemos una clase diferente de hombre. No un mero hombre terrenal, sino un Hombre celestial. He aquí un Hombre encarnando en Su propia persona una norma santa, celestial, la norma del cielo. Los hombres serán medidos y pesados por las normas celestiales en la presencia del Señor Jesús. No solamente por lo que Él dice y los juicios que Él verbalmente pronuncia, sino por Su presencia. Los hombres se dan cuenta de que hay aquí una norma que descubre lo insignificantes, deficientes y diferentes que son.

Ustedes saben que es muy cierto. Hemos dicho muchas veces que si un verdadero hijo de Dios en quien mora el Espíritu de Jesucristo, entra a trabajar en un comercio o en algún hogar impío, sucede con frecuencia que sin decir que es cristiano, se empieza a notar una atmósfera tensa, y la gente se vuelve desagradable o hace comentarios. Por la presencia de Cristo en el creyente, algo ha excitado y provocado el ambiente mismo. Sin que sea de un carácter molesto o difícil (algunas personas desde luego lo son, y provocan por su insensatez), pero porque es un verdadero hijo de Dios, humilde y cariñoso, algo se provoca. Él o ella llega a ser una persona fichada y conocida por ser diferente; y esa diferencia es engorrosa para otros. La gente comienza a sentirse incómoda.

Si eso es verdadero de un sencillo hijo de Dios, ¿cuánto más tuvo que ser del mismo Hijo de Dios? Su presencia era la medida tipo del cielo. Los hombres no podían medirse a su altura. Todos se sentían mal e incómodos en Su presencia. Él era una señal. Tenía una significación, la tenía por Su presencia misma la cual hablaba en contra, provocaba.

Es algo grande estar a gusto en la presencia de Jesucristo, conocer la gracia de Dios que hace posible que nos sentemos con Este, santo, justo y perfecto. Pero Él nos descubre. Es lo que justamente pasa muchas veces. Estamos siendo provocados, perturbados, incomodados, no sabemos por qué, pero si queremos saberlo, nos daremos cuenta de que el Espíritu de Jesucristo intenta convencernos de que no estamos en armonía con nuestro Señor. En tal caso, podemos tomar una o dos actitudes: o corregirnos o ir de mal en peor y estar más y más amargos, hasta con el Señor. Él es una señal contradicha.

b) El desafío de su manera de vivir

Su vida y conducta constituían esa significación tan provocadora. Ven ustedes, Él no se conformó al sistema terrenal de ellos, ni siquiera a su sistema religioso; no se acomodó, no hizo lo acostumbrado. Pertenecía a un sistema celestial. Los principios espirituales y celestiales lo eran todo para Él y no sólo ritos y cumplimientos exteriores. Él no iba a pararse en simples exterioridades y formalidades; se mantenía fiel a los principios interiores. La significación de Su conducta provocaba a los que estaban interesados por la forma de las cosas más bien que por el espíritu, por la estructura más bien que por el corazón. Esas personas ofrecen el servicio de palabra. Dios busca el servicio de corazón.

La presencia del Señor Jesús es la repudiación de simples formalidades, costumbres y tradiciones. Él introduce la norma celestial, las leyes celestiales, el sistema celestial y no es fácil para nosotros a no ser que estemos del lado del cielo. Sigan esto hasta el final, porque ésa era la señal que fue contradicha.

Los hombres no pudieron conseguir que se conformara a lo acostumbrado, porque Él no iba a ser cómplice de la falsedad de ellos, de su hipocresía, de su afectación, de su condición que no tenía nada de espiritual la que exponían detrás de su ritual externo. Él no se implicaba en eso, y por consiguiente era una provocación. Él es siempre así. Descubrirá si estamos gobernados más por opinión pública que por principio, si los intereses temporales nos preocupan más que las retribuciones eternas. Estaba siempre introduciendo toda una serie de cosas como esas en el mundo, y en ese sentido, ellos no podían francamente soportarle a Él ni Su manera de ser.

Hemos citado a menudo, cuando después que Sus hermanos le instaron a que subiera a la fiesta, que dijo: "Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido. Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea. Pero después que sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto" (Juan 7:8-10).

Parece un poco difícil, ¿no es verdad? como si estuviese envuelto en alguna duplicidad. Pero ¿qué significa? La fiesta de los tabernáculos estaba muy cerca. ¿Qué era esa fiesta? En ella se celebraba la emancipación de Egipto y la entrada al reino de Dios; la liberación de este presente mundo malo y el traslado al reino del amado Hijo de Dios. Ese reino estaba personificado en Cristo mismo, no en Jerusalén ni ahora en ninguna celebración terrenal de fiestas históricas. Él es el reino de Dios, por tanto no hizo de ello un asunto de simple celebración ocasional, de una manera externa como ésa.

La celebración no tenía sentido. La liberación de ellos de este presente mundo malo, era falsa. ¡Sí estaban tan comprometidos con el príncipe de este mundo como nadie! Las consideraciones mundanas los gobernaban completamente. En realidad, el Señor Jesús dijo: ‘No tengo nada que ver públicamente con eso. Yo represento la verdadera esencia de este reino celestial y la separación absoluta de este mundo'. Así que, de ninguna manera permitió que se pensara que estaba en eso. Él estaba aparte, y si subió "no abiertamente, sino como en secreto", fue para tratar de sacar al pueblo de la falsa representación de las cosas celestiales, a fin de traerlo a Él, la encarnación del pensamiento celestial de Dios, acerca de la fiesta de los tabernáculos.

He citado ese pasaje sólo como medio de ilustración para tratar de enfocar lo que estoy diciendo. Él era una provocación, porque en Su conducta Él significaba algo de otro orden, de un orden celestial. Es todavía así.

Allí donde los hijos de Dios llegan a ser un pueblo celestial y espiritual, muy de verdad, emancipados incluso del sistema religioso establecido, y viven por principios celestiales, ¡qué provocación despiertan, cómo son contradichos! No se puede ser un hijo celestial de Dios sin ser contradicho. No intenten evitarlo. Ustedes significan una cosa, y todo lo de este mundo está contra esa cosa. Llegamos a eso con el punto siguiente, que aparece en conexión con Simeón.

c) El desafío de Su cruz

Había además la significación de Su muerte y de Su resurrección, como señal que sería contradicha. Sí, Su cruz fue en efecto señal de mucha contradicción. ¿No lo ha sido así hasta el final y no lo es hoy día? ¡Cómo es odiada esa cruz, cuando se le da su verdadera interpretación! Está bien como grandilocuencia. Sí, los hombres quieren tener la cruz sobre esa base. Pero presenten el verdadero significado de la cruz de Cristo que es el No de Dios al hombre y a toda su grandilocuencia, el No final y absoluto a cada hombre, bueno y malo, y el No cuando Jesús clamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Marcos 15:34). Él estaba llevando nuestra maldición en el No completo de Dios a la raza caída.

Presenten eso y será una ofensa. Dígalo a cualquiera que tenga algún sentido de su propia importancia, de su dignidad y bondad, que considera que en sí mismo hay algo meritorio, y se ofenderá mucho. Nunca aceptamos la cruz del Señor Jesús, hasta que vemos lo completamente indignos que somos. Entonces la cruz llega a ser nuestra gloria. Nos ponemos de parte de Dios y decimos: "Señor, tienes razón en decirme No a mí". ¿Ha llegado usted ahí? ¿Está siendo llevado ahí? Vemos lo que Dios hace en nosotros, cuando venimos al lugar donde reconocemos que no merecemos nada, que no tenemos ningún derecho ante Dios, y donde realizamos lo totalmente desprecia- bles, indignos e incompetentes que somos para Su presencia. Usted está de acuerdo con la cruz como el No del cielo, cuando llega ahí. Todos tuvieron que venir ahí: Pedro, Juan y todos los demás.

Pero estar ahí, es estar muy cerca del gran Sí de Dios en la resurrección. La resurrección proclama que otro Hombre, otro que nosotros mismos, pasa al cielo. La puerta está ampliamente abierta a este otro Hombre, quien ha llevado ese primer hombre abajo en el juicio y la muerte, y lo ha dejado allí. El cielo está abierto para este nuevo Hombre, este Hombre resucitado y, "si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección" (Romanos 6:5). Es el gran Sí de Dios al Cristo resucitado, y nosotros que hemos sido plantados juntamente con Él, entramos en ese Sí. Tenemos la puerta del cielo abierta.

Ahora bien, ven ustedes, esa doctrina es una ofensa para cualquier persona engreída, segura de sí misma en este mundo, y es contradicha. Cristo crucificado es una señal contradicha; para los griegos locura, para los judíos tropezadero, pero para nosotros los que creemos, Cristo (sí, crucificado) poder de Dios y sabiduría de Dios (cfr. 1 Co. 1:23-24).

EL FRUTO DE LA PARTICIPACIÓN DE SUS PADECIMIENTOS

Y Simeón dijo a María, Su madre: "(y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones". La significación de Cristo: ¡una espada traspasará tu misma alma! La espada no es poca cosa. La palabra que se usa para describirla, es la misma que emplearon los traductores del Antiguo Testamento en griego, para la espada de Goliat. Aquí la palabra griega significa la gran espada traciana, una cosa inmensa. "Una gran espada traspasará tu misma alma", hablando desde luego, de su sufrimiento, de su angustia, cuando vería a ese hijo, entonces llegado a la plena madurez, expuesto en la cruz. Simeón dijo: 'Eso tendrá el efecto o será el medio de revelar los pensamientos de muchos corazones'. Lo que realmente equivale a decir, que la participación de los padecimientos de Cristo es el medio por el cual se revelan los corazones.

Es cuando entramos en la comunión de Sus padecimientos y sufrimos juntos con Él, que los pensamientos de muchos corazones salen a la luz, mostrándose comprensivos o lo contrario. Algunos, cuando ven que el pueblo de Dios sufre por amor a Él, manifiestan amargura, resentimiento, y se ponen en contra del Señor porque no comprenden. Cuántos padres se han opuesto con encono cuando un joven o una joven, en total consagración al Señor Jesús, acepta la participación de Sus padecimientos y sale a una vida de abnegación, una vida en la que los intereses eternos y celestiales priman sobre las mejoras y los privilegios terrenales. En términos del mundo, las cosas del Señor son muy costosas. Los amigos se vuelven en contra de los tales, llamándolos locos y todo lo demás.

Por su participación de los padecimientos de Su Señor, por todas partes empiezan a descubrirse los corazones de otros. Es necesario que esto ocurra. Notamos muy a menudo que su efecto es tarde o temprano, precipitar una crisis en esos mismos corazones. ¡Oh qué historia se relaciona con eso! Cuántas veces, por su devoción al Señor, un hombre ha sido llamado a sufrir terriblemente en las manos de su propia familia: perseguido, sometido a toda clase de ignominia, no se le muestra ningún apoyo. Esa situación puede durar mucho tiempo, y a todo eso aumentando. Pero este hijo de Dios se ha mantenido fiel, sin ceder ningún terreno, siguiendo adelante con el Señor, callada, humilde, mansa y cariñosamente, no mostrando resentimiento.

Lo que había en esos otros corazones que ha sido expuesto, eso mismo ha llegado a ser más tarde el medio que el Señor ha utilizado para quebrantar esas vidas y atraerlas a Él. Eso es sólo un aspecto de este asunto. Por la participación de Sus padecimientos, los pensamientos de muchos corazones se revelan.

Gracias a Dios, los pensamientos se revelan también de otro modo. En muchos corazones se revela el amor que tienen por el Señor, cuando Sus hijos lo están pasando mal porque participan de Sus padecimientos. Pero el principio actúa, sea como sea. Si como María, somos llevados a compartir con el Señor Su sufrimiento, eso tiene un efecto enorme en otras personas. El caso es que ha sido siempre por medio de la participación de Sus padecimientos que se han alcanzado otros corazones. Si el Señor le lleva a un camino de sufrimiento con Él, compartiendo algo del coste de la venida del Reino, eso en sí mismo es un testimonio que toca los corazones; en tanto que podemos estar predicando y no pasar nada. Cuando alguna cosa nos acontece porque entramos en esas profundidades, entonces algo empieza a producirse en otras personas.

Por eso, siervo del Señor, comprenda que el Espíritu Santo obra en otras vidas por medio de lo que está usted sufriendo con Él, y es con ese mismo propósito que le lleva a sufrir. Se revelan los corazones. El corazón mundano quedará al descubierto, por la cruz del Señor Jesucristo. Pablo dijo: "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo" (Gálatas 6:14). La cruz descubre cuánta mundanalidad hay en nuestros corazones, y la saca a la luz. Por mundanalidad queremos decir, por supuesto, las normas de este mundo, sus caminos, sus opiniones y así sucesivamente.

La cruz descubre lo que hay en nuestros corazones en cuanto a nosotros mismos: el egoísmo que hay en nosotros. No se puede conocer verdaderamente la cruz y ser una persona egoísta. La cruz expone todo egoísmo y exige que se rechace todo lo que es del yo: el interés propio, la consideración de sí mismo, la lástima de sí mismo. Toda forma de egoísmo sale a la luz por la cruz.

Bueno, ese es el ministerio particular de un tiempo del fin que también es siempre un tiempo de transición.

Hemos visto que Simeón representaba un remanente que se aferraba a una visión celestial, en un tiempo en que lo que era de Dios se había vuelto terrestre y, en gran parte tradicional y oficial. Simeón acumulaba en sí mismo todas las revelaciones fragmentarias, diversas y parciales de Dios. Personificaba el concepto de la madurez espiritual, y, al mismo tiempo, significaba lo que había envejecido y estaba casi para desaparecer. Pero con todo, él enlazaba la nueva y plena manifestación de Dios, al tener el niño Jesús en los brazos. De esta manera él mostró por declaración y profecía, la consecuencia inmensa estrechamente ligada a Cristo, y el camino y el coste de un ministerio de la "plenitud de Cristo".

Aquí dejamos el tema para su meditación, y, "aguardando la esperanza bienaventurada" (cfr. Tito 2:13), pidamos al Señor que nos indique el ministerio que Él quiere tener en esta presente fase de transición, que resultará en Su aparición.

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