2 MARZO
“Dios…quien nos salvó y nos llamó con llamamiento santo, no por nuestras obras, sino según Su propósito y gracia.” (2 Timoteo 1:9)
El Señor Jesús no vino tan solo como un Salvador del hombre y de lo mucho del hombre. Casi hemos sido llevados a creer por ciertos énfasis, que la redención es lo más grande en el universo, y que todo el interés de Dios es la redención, y que por lo tanto deberíamos estar ocupados únicamente en la redención. La redención es una gran cosa. Nunca podremos, y no exagero, saber lo que es la grandeza de la redención, y sin embargo, así como la redención es grande en su libertad, en su profundidad, en su costo, la redención es solo incidental al propósito eterno.
Cristo entró en el tiempo para rescatar su propia herencia. En eso, por supuesto, el hombre es rescatado, pero es algo mucho más grande que eso. Se relaciona con el Hijo, en primer lugar, y hasta que el pueblo del Señor tenga la actitud correcta, la perspectiva correcta, es decir, que todas las cosas plenas y definitivas concernientes a Dios, sean centradas en el Hijo de Dios, el pueblo no ha entrado en línea con todos los recursos de Dios. Mientras la dirección sea hacia nosotros mismos – redención, santificación, glorificación y así sucesivamente – o hacia algo menos que el Hijo de Dios, no tenemos el dinamismo de Dios para lograr Su obra, y por lo tanto llega a ser necesaria, la suficiencia, y la adecuada operación del Espíritu Santo, que sería la revelación de Jesucristo en el corazón, porque es en relación con Él y lo que Dios se ha propuesto con respecto a Él, que todas las energías de Dios se liberan y se activan.
Por T. Austin-Sparks. Título original:
The Kingdom That Cannot Be Shaken - Capítulo 6