8 JULIO
“Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:5).
En nuestra unión con Cristo en Su muerte nosotros cesamos y Él comienza, y desde el principio Él se convierte en el TODO. Esto es algo progresivo así como también algo básico. Es algo todo-inclusivo en su significado, en su intento, pero también es progresivo. Nosotros tenemos que aceptar la plenitud de esto en un acto. Tenemos que tomar la posición definitiva y consciente de que ahora, la aceptación de nuestra unión con Cristo en Su muerte, va a obrar para que no tengamos lugar del todo, y que cada vez que quedemos en evidencia, seamos heridos, puestos de lado y no se nos permita seguir. Tenemos que aceptar de una vez por todas, en un acto definitivo de compromiso, que de aquí en adelante todo lo que es del yo, va a ser golpeado sin piedad con la cruz, y que cada vez que el yo salga no se le permitirá tener una posición.
Será mejor que entienda de una vez por todas y que acuerde con el Señor sobre este terreno completo, exhaustivo y total, que Él haga real Su propio significado. No nuestro entendimiento de ello, no nuestro alcance o percepción, no lo que pensamos que es el “yo” que tiene que ser prohibido, sino lo que Él sabe que es el “yo”. No nuestro conocimiento de nosotros mismos, Su conocimiento de nosotros revelará muchísimo más del “yo”, que el que jamás haya entrado en nuestro pensamiento o imaginación. Entonces, el yo, no como nosotros lo conocemos, sino como Él lo conoce a carta cabal, tiene que ser llevado bajo el poder de la cruz y ser aceptado por nosotros en un acto.
Por T. Austin-Sparks. Título original:
The Risen Lord and the Things Which Cannot be Shaken – Capítulo 11