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La Escuela de Cristo

por T. Austin-Sparks

Capítulo 6 - Un Cielo Abierto

Hemos estado diciendo en estas lecciones sobre la escuela de Cristo, que todo el aprendizaje, toda la instrucción, toda la disciplina en ella está dirigida a conocer a Cristo, aprender a Cristo; no aprender sobre Cristo, sino aprender a Cristo. Este es el punto de mayor dificultad al tratar de hacer las cosas sencillas y claras. Nosotros podríamos ocuparnos con todo lo que hay acerca de Cristo como doctrina, como enseñanza, pero no es eso lo que buscamos, ni lo que busca el Señor, buscamos a Cristo. Él es la encarnación viva, la personificación de toda la verdad, de toda la vida, y el propósito y la voluntad del Señor para nosotros no es que lleguemos a conocer la verdad en todas sus múltiples facetas, sino que conozcamos a la Persona. Que conozcamos a la Persona viva y en una forma viva. Que conozcamos que la Persona al ser impartida a nosotros y nosotros ser incorporados en Ella, toda la verdad se vuelve verdad viva en lugar de verdad meramente teórica o técnica.

Sólo voy a repetir algo aquí. ¡No puedo decirle con qué fuerza ha llegado esto a mi propio corazón y cuán pesadamente descansa sobre mí con su significado! Cuando las cosas están en peligro de apartarse del pleno pensamiento de Dios, Él busca traer una nueva revelación de Su Hijo. No se dirigirá a la reconquista de verdades como tales, traerá de vuelta todo lo necesario mediante una nueva revelación de su Hijo, mediante una develación o presentación de su Hijo en plenitud. A este respecto hemos dicho más de una vez en estas lecciones, que lo escrito por Juan, su evangelio, sus cartas y el Apocalipsis son los escritos finales de la administración del Nuevo Testamento. Fueron escritos y dados cuando la iglesia del Nuevo Testamento se estaba apartando de su original y prístina gloria, pureza, verdad, santidad y espiritualidad y convirtiéndose en un sistema cristiano terrenal.

Fue a través de estos escritos, que son una nueva presentación del Hijo en plenitud espiritual, divina y celestial, como Dios encaró tal situación. Es un regreso a Cristo y el Espíritu Santo lo hará todo el tiempo. Él nos lleva de nuevo a la Persona para mostrarnos en una forma espiritual y celestial lo que Ella representa. Cuando pasamos de los evangelios a las epístolas debemos tener sumo cuidado, de no caer, ni siquiera inconscientemente, en el entendido de que hemos dejado cosas elementales para avanzar a algo que no es tan elemental. Es decir, creer que las epístolas son algo mucho más avanzado que los evangelios. ¡Decididamente no lo son! Ellas sólo son la extensión de los evangelios. Todo lo que está en las epístolas está en los evangelios, pero las epístolas son la interpretación de Cristo. ¡El Señor nunca nos tendría ocupados con la interpretación a expensas de la Persona!

Todas las Cosas En Cristo

Si yo estuviera dirigiéndome a personas que son responsables en materia de edificación de la iglesia, sería un asunto muy provechoso en el cual permanecer un rato. En fin, nosotros tomamos el libro de los Hechos y las epístolas como una exposición de la técnica de la Iglesia, y la adoptamos como un sistema cristalizado de práctica, orden, forma y docencia. La debilidad de esta posición es la siguiente: Se ha vuelto algo en sí mismo y el Señor Jesús ha sido pasado por alto, se ha perdido.

¡Me pregunto si capta lo que quiero decir con esto! Verá, el Espíritu Santo toma a Cristo, lo exhibe al corazón y demuestra que Él es el orden celestial. Las epístolas no son un manual de orden celestial, Cristo es dicho orden, así que, todo en materia de orden debe mantenerse en relación con la Persona viva. Si el orden se convierte en una cosa, entonces se convierte en un sistema terrenal, y si es un sistema terrenal, se pueden sacar centenares de las epístolas, todos diferentes, todos terrenales y todos edificados sobre ellas. Se usan las epístolas para soportar cualquier número de sistemas diferentes, de interpretaciones diferentes, y la razón es, que han sido divorciadas de la Persona.

Hay muchas cosas, numerosas materias, temas, enseñanzas: “El reino de Dios,” “la santificación,” “la vida eterna,” “la vida victoriosa,” “el vencedor,” “la vida vencedora,” “la segunda venida de Cristo..”. Estos son sólo algunos temas, argumentos, verdades, como se les suele llamar, que se han cogido y desarrollado a partir de las Escrituras y que se han convertido en cosas, con las cuales las personas han estado muy ocupadas y en las que están muy interesadas. Así, algunas personas cortan alrededor de la enseñanza de la santificación, se vuelven “santificacionistas” y se desarrolla un “ista.” Otros cortan y se limitan a cubrir la segunda venida, la venida del Señor, las profecías y todo eso. ¡Así se obtienen grupos por el estilo! ¡¡Esto sería totalmente imposible si la persona del Señor Jesús fuera dominante!!

¿Qué es el reino de Dios? Cristo. Si usted se mete en los evangelios encontrará que el reino de Dios es Jesucristo. Si usted vive en Cristo está en el reino y conforme el Espíritu Santo le enseña a Cristo, conoce qué es el reino en cada detalle. El reino no es una cosa, cuando el reino se convierta en algo universal, sólo será la expresión y manifestación de Cristo. ¡Eso es todo! Usted llega al reino en y a través de Cristo. Lo mismo es cierto de todo lo demás.

¿Qué es la santificación? No es una doctrina, no es un “algo”; es Cristo. Él nos ha sido hecho santificación. Si usted está en Cristo, si el Espíritu Santo le está enseñando a Cristo, entonces usted está conociendo todo acerca de la santificación. Si no es así, puede que tenga una teoría y una doctrina de la santificación, pero éstas sólo lo separarán de los demás cristianos y meterán a cualquier número de cristianos en dificultades. Probablemente, la enseñanza de la santificación como una “cosa” ha causado más dificultades entre los cristianos que cualquier otra doctrina en particular, en lugar de mantener a Cristo como nuestra santificación.

Estoy diciendo esto sólo para tratar de explicar lo que quiero decir, que tenemos que estar en la escuela de Cristo, donde el Espíritu Santo no enseña cosas. No enseña doctrina de la iglesia, santificación o la segunda venida, no enseña cosas, sino a Cristo. ¿Qué es la segunda venida? ¿Qué es la venida del Señor? Bueno, es la venida del Señor. ¿Y qué es la venida del Señor? Un versículo como el siguiente nos dará la clave: “…cuando venga para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron…” (2 Tesalonicenses 1:10). ¡Cómo ve, es la consumación de algo que ha estado sucediendo de modo interno! Entonces, ¿cómo voy a saber que la venida del Señor se aproxima? No tanto por las señales proféticas, sino por lo que está pasando dentro de los corazones del pueblo del Señor. Esa es la mejor señal de los tiempos, a saber, lo que el Espíritu de Dios hace en el pueblo de Dios. ¡Aunque tal vez esa no sea la señal en la que usted está interesado, sino en qué va a pasar entre Alemania y Rusia, y si finalmente se van a convertir en una gran confederación! ¿Hasta dónde nos lleva esto? ¿Adónde nos ha llevado toda la conversación acerca del revivido Imperio Romano? Eso es considerar la segunda venida como una cosa.

Sólo si nos mantenemos cerca del que es la suma de toda la verdad, nos movemos con Él y lo aprendemos a Él, conoceremos el curso de las cosas. Sabremos qué es inminente, tendremos en nuestros corazones susurros de preparación. ¡La mejor preparación para la segunda venida es conocer al Señor! No estoy diciendo que no haya nada en las profecías, no me malinterprete, pero sé que hay multitudes de personas que están absortas en la profecía como una cosa, para quienes la vida espiritual no cuenta nada, ni tienen un caminar profundo con el Señor. ¡Lo hemos visto muchas veces!

Nunca olvidaré mi visita a una de las grandes ciudades de cierto país, en la que yo iba a hablar durante una semana. Todo estaba dispuesto para que mi primer mensaje estuviera de seguido, al último mensaje de un hombre que se había presentado la semana antes que yo, y que había hablado de profecía toda la semana. Yo estuve en la última reunión en la que él predicó sobre las señales de los tiempos. La gente había sacado sus cuadernos y fascinada lo anotaba todo. ¡Todo era externo, todo era objetivo, cosas como el renacimiento del Imperio Romano y la recuperación de Palestina! Usted sabe, ese tipo de cosas.

Entonces, el hombre terminó y la gente se quedó esperando algo más con los cuadernos listos. En ese momento el Señor puso justo en mi corazón que lo primero que yo tenía que decir era: “Y todo aquel que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica así mismo, así como Él es puro” (1 Juan 3:3). Tenía que comenzar hablando sobre el efecto espiritual de dicha esperanza espiritual, pero ellos no se interesaron en esto. Cerraron los cuadernos y guardaron los lápices. Mientras yo buscaba en el Señor ser muy fiel con respecto a lo que todo esto debería significar de manera interna, acorde con el Señor y así sucesivamente, no mostraron ningún interés. Únicamente querían que la reunión concluyera, y apenas terminé se levantaron y se fueron.

El Señor y el Espíritu Santo tienen que traernos de regreso a Él. Volver a Cristo no es regresar a lo esencial o a las cosas elementales, es volver a la única base sobre la cual el Espíritu Santo puede realmente cumplir toda la voluntad y el propósito de Dios. Es estar en la escuela de Cristo, donde el Espíritu Santo nos enseña a Cristo y Su manera de hacerlo es mediante la experiencia.

La Necesidad de un Nuevo Conjunto de Facultades

Bien, aquí es donde nos volvemos tan aparentemente elementales. Verá, la naturaleza misma de esta escuela requiere un cambio muy drástico en nosotros. Es imposible entrar en la escuela de Cristo, donde el Espíritu Santo es el gran tutor, antes de que el gran cambio se haya producido en nosotros. Tenemos que ser hechos totalmente de nuevo o la escuela no tendrá ningún significado. No podemos entrar en ella con la esperanza de aprender a Cristo aunque sea de la forma más pequeña, antes de que un nuevo conjunto de facultades nos hayan sido dadas. Se nos tienen que dar esas facultades porque no las poseemos naturalmente. “…el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” Esta es la manera del Señor de afirmar un hecho tremendo.

En dicho reino se obtienen ciertas cosas con las que yo no tengo relación alguna, con las que naturalmente no tengo poder de comunicación. Dé un paseo por el jardín, camine por entre las papas y las verduras y hable de lo que quiera. ¿Qué pensarían las papas de usted? ¿Qué dirían las coles? Ellas no oyen ni entienden lo que usted está diciendo, sea lo que sea. El tipo de vida de ellas no es el tipo de vida suyo. Ellas no son parte de su reino. No hay ninguna relación entre ellas y usted. Ellas no tienen la capacidad, el don o la calificación para captar las cosas más elementales que usted pueda decirles. Usted puede hablarles de cosas tan superficiales como ropa, cosas cotidianas y ordinarias y ellas no lo saben.

Hay una gran brecha entre nosotros y el reino de Dios. “Pero el hombre natural no percibe las cosas del Espíritu de Dios, porque le parecen locura, y no las puede entender...” La brecha es tan absoluta que si usted y yo fuéramos llevados en nuestro estado natural al lugar en donde el Espíritu de Dios habla y el Espíritu no realiza un milagro en nosotros, todo nos parecería de otro mundo. ¿Y no es así? Los creyentes salen a este mundo, hablan de las cosas del Señor y ven que los hombres los miran boquiabiertos. ¡Todo es extraño para ellos! Así es. “…el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” Para entrar en esta escuela algo tiene que sucedernos, eso significa que tenemos que ser constituidos de nuevo, con cualidades y habilidades completamente diferentes para las cosas de Dios. Esa es la naturaleza de esta escuela, es la escuela del Espíritu de Dios.

Sé que es muy elemental, pero ¿no es esto lo que está siendo presionado sobre nosotros todo el tiempo? Está perfectamente claro que podemos escuchar palabras, y que sin embargo, ellas no signifiquen nada para nosotros. Necesitamos que nuestra capacidad de comprensión espiritual sea cada vez más amplia. ¡En términos naturales, estamos en desventaja en todo este asunto!

La Destrucción del Yo

Hay un pasaje que no puedo dejar de mencionar. Ha estado conmigo por mucho tiempo. Ha estado aquí como la base de nuestra lección. Hablo de Juan 1:51. A mi parecer las palabras del Señor Jesús a Natanael nos introducen en la escuela de Cristo. Creo que sería útil leer la sección desde el versículo 47: “Jesús vio que Natanael venía hacia él y dijo de él: ¡He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño! Natanael le dijo: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael le respondió: Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: Porque te dije, te vi debajo de la higuera, ¿crees? Cosas mayores que éstas verás. Y a él le dijo: De cierto, de cierto os digo, veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.”

Aquí nos estamos acercando a la escuela de Cristo y antes de que siquiera podamos llegar al umbral de ella, hay algo que es esencial y que es subrayado por las palabras: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.” Esto junto con las últimas palabras: “…los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre,” nos da un cuadro completo de lo que espiritualmente yace detrás.

Usted recuerda que Jacob después de robar la primogenitura mediante un engaño y escapar para salvar su vida, vio una gran verdad, y aunque era en tipo o figura, era una verdad en la que entonces no podía entrar. En aquel momento Jacob nunca habría podido entrar en el significado de lo que vio, a saber, la Casa de Dios, Betel. El lugar donde el cielo y la tierra se encuentran, donde Dios y el hombre se encuentran. El lugar donde la gloria, que une el cielo y la tierra, a Dios y al hombre, es el vínculo principal. El lugar donde Dios habla, se da a conocer y Sus propósitos son revelados.

¿Por qué sucedió así con Jacob? Porque él era engañador, dejémoslo ahí. Entonces, tal como debía pasar él siguió adelante, y por veinte años fue sometido a disciplina, al final de los cuales enfrentó el impacto de los cielos sobre su vida terrenal, sobre su naturaleza terrenal. En Jaboc experimentó el impacto del Espíritu sobre su carne, el impacto de Dios sobre él, y tuvo que dejar que esa vida carnal y natural fuera herida, rota y marchitada para llevar por el resto de sus días, la marca de que dicha vida había sido objeto de la prohibición de Dios. Luego, el Jacob juzgado, el Jacob herido, lastimado y marchito pudo volver atrás, derramar su libación en Betel y permanecer. El engaño había sido tratado. Él ya no era Jacob, sino Israel, aquel en quien en tipo y figura no había engaño. La obra no estaba terminada, pero una crisis había sido enfrentada.

Volvamos a lo que el Señor Jesús dice en Juan. Poniéndolo en una palabra dice: “Entrar en el lugar del cielo abierto, donde Dios se comunica, Su gloria permanece y usted disfruta lo que significa Betel, no es otra cosa más que entrar en Mí. Entrar en Mí y permanecer en Mí, Betel, la Casa de Dios, y tener la comunicación de todo el bien del cielo y de Dios, significa que usted ha llegado al lugar donde la vida natural ha sido abatida, rota y marchitada.” Usted no puede entrar en Su escuela hasta que esto haya ocurrido, y a medida que nos acercamos al propio umbral de esa puerta, es necesario que el Señor nos diga en Cristo: “He aquí un verdadero israelita en quien no hay Jacob. ¡Usted verá el cielo abierto!”

Hablar de la vida de Jacob, es sólo otra manera de hablar del yo. El yo es la esencia misma de la vida natural, no sólo del yo en sus formas más perversas, sino en su totalidad. Jacob estaba en la línea escogida, tenía un conocimiento histórico de Dios, pero la transición de lo natural a lo espiritual se dio a través de la disciplina y la crisis.

Déjeme quedarme con esto. Aquí tenemos al Señor Jesús. Nadie se atrevería a decir que el yo en Cristo era como nuestro yo, contaminado, corrupto, pecaminoso. ¡Absolutamente no! Y sin embargo, Él tenía un yo, un yo sin pecado. Para Jesús el yo simplemente significaba que podía actuar, hablar, pensar, juzgar y moverse a partir de Sí Mismo. Eso es todo. No significaba actuar con mala intención, motivado o influenciado por algo pecaminoso o corrupto, sino simplemente de manera independiente. Él pudo haber hecho y dicho muchas cosas buenas independientemente, pero tomó la actitud y la posición, de que aunque no había pecado en Él, en ningún momento actuaría o hablaría separado de Su Padre. Eso sería independencia y sólo le daría al enemigo el espacio que estaba buscando.

Mi punto es este, usted y yo no debemos pensar del yo sólo como algo manifiestamente corrupto. Hay mucho que se hace para Dios con el más puro de los motivos y que se origina en nosotros. Hay muchos pensamientos, ideas y juicios sublimes y hermosos, pero son nuestros, y si conociéramos la verdad, entenderíamos que son completamente diferentes de los de Dios.

Así, justo en la misma puerta de Su escuela, el Señor pone algo absoluto: Jaboc. El arroyo de Jaboc era un afluente del Jordán, y las implicaciones del Jordán están ahí en el umbral mismo de la escuela de Cristo. Él aceptó el Jordán para entrar en la escuela del Espíritu por tres años y medio. Usted y yo no entraremos a la escuela de la unción de ninguna otra manera. Tiene que ser así. Si usted y yo vamos a aprender a Cristo, será posible sólo en la medida que la naturaleza de Jacob sea abatida. No estoy hablando con usted de mera doctrina y técnica. ¡Créame, sé exactamente de lo que estoy hablando!

Conozco esto como la más grande realidad de mi vida. Sé lo que es trabajar con todas mis fuerzas para Dios y predicar el evangelio por mí mismo durante años. ¡Sí que lo sé! Sé cuán duro es el trabajo con un domo sobre la cabeza. ¡Cuántas veces me paré en el púlpito y dije en mi corazón: “Ojalá se abriera una grieta en el domo sobre mi cabeza, y con el cielo abierto pudiera hablar lo que Dios está diciendo en mi corazón, en lugar de predicar lo que saqué de los libros, apunté en mis notas y estudié”! Este fue un anhelo de años.

Yo sentía que había algo así, pero no lo conseguí hasta que llegó la gran crisis de Romanos 6 y con ella el cielo abierto. Desde entonces ha sido diferente, totalmente diferente. “…veréis el cielo abierto” y toda la tensión se fue, toda la esclavitud desapareció, toda la limitación; ya no hay domo. Esa es mi gloria hoy. Perdone la referencia personal, pero debo hacerla porque no estamos aquí para dar directrices, estamos aquí en la realidad del Espíritu Santo que directa, inmediata y siempre en aumento, revela a Cristo en nosotros. Esto no será posible hasta que hayamos llegado a nuestro Jaboc, hasta que la vida de Jacob haya sido tratada a través de esa crisis, hasta que el Señor diga: “He aquí, un verdadero israelita en quien no hay Jacob. ¡Usted verá el cielo abierto!”

Existe ese domo, ese cielo cerrado encima de nosotros por naturaleza, pero la cruz desgarró el cielo, el velo se rasgó de arriba abajo. ¡Bendito sea Dios! Cristo se revela a través del velo rasgado de Su carne. Él ya no es visto como Jesús el hombre, ahora es visto en nuestros corazones en toda la plenitud del pensamiento consumado de Dios para el hombre. Ver al Señor Jesús es algo maravilloso y verlo cada vez más, absolutamente maravilloso. Ahí es donde empieza: “He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño, en quien no hay Jacob. ¡Usted verá el cielo abierto!”

Una Nueva Perspectiva para un Nuevo Hombre

Esta palabra “…veréis el cielo abierto” es la nueva perspectiva para un nuevo hombre. ¡Un nuevo hombre, una nueva perspectiva! En la Versión Autorizada, se agrega una palabra que se ha quedado por fuera en la Versión Revisada. La doy por la sencilla razón de que está implícita en el original, sin que necesariamente aparezca. En la Versión Autorizada dice: “De aquí en adelante veréis el cielo abierto.” En la Versión Revisada se omite la primera expresión y simplemente dice: “Veréis....” Sin embargo, “veréis” es algo potencial, es un tiempo verbal que apunta a un día futuro. No dice “estáis viendo” sino “veréis.” Es una nueva perspectiva para un nuevo hombre.

Aquí está la base de la nueva era, la era del Espíritu Santo. Por la venida del Espíritu el cielo abierto es una realidad. La cruz efectuó la apertura de los cielos para nosotros, pero es el Espíritu Santo quien la hace real en nosotros, tal como sucedió en la muerte, sepultura y resurrección simbólica del Señor Jesús en el Jordán, cuando los cielos se abrieron sobre Él. Al subir del agua en lo nuevo, un cuadro de la resurrección, Él tenía el cielo abierto. Entonces el Espíritu descendió, se posó sobre Él y se convirtió, digamos, en el canal de comunicación, haciendo del cielo abierto todo lo que debía ser en materia de comunicación, conexión, comunión. Es la era del Espíritu, haciendo que todos los valores de Cristo sean reales en nosotros. “Veréis...,” lo que era potencial para Natanael es presente para nosotros. ¡Bendito sea Dios! Esa era ha llegado. Estamos en la era del Espíritu Santo, la del cielo abierto.

La Señal de una Vida Ungida por el Espíritu Santo

Ahora, ¿cuál es, entonces, la señal de una vida ungida por el Espíritu Santo? Recordemos que cuando Pablo fue a Éfeso encontró a ciertos discípulos, e inmediatamente y sin dar ninguna explicación del motivo de su pregunta dijo: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” Y la respuesta de ellos fue: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.” Entonces, la siguiente pregunta de Pablo está llena de significado y nos lleva de vuelta al Jordán. “¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Porque el bautismo está ligado a esta realidad fundamental. Si ustedes no conocen al Espíritu Santo, ¿qué puede significar su bautismo?” “Nosotros fuimos bautizados con el bautismo de Juan.” “Ya veo. Bueno, Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.” Entonces, “cuando oyeron esto, fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesús… y el Espíritu Santo vino sobre ellos,” así entraron en la escuela de Cristo. La señal de una vida ungida por el Espíritu es que usted conoce a Cristo de manera viva y siempre creciente.

¡Escuche! Esto no es tan elemental ni tan innecesario como parece. Algunos de nosotros somos académicos muy pobres y nos toma mucho tiempo aprender. En mi caso tuvieron que pasar décadas para llegar a una verdadera comprensión de esto. Conocemos mucho y descubrimos que nuestro conocimiento personal y verdadero de Cristo es muy pobre. Somos confrontados con eso constantemente. Finalmente, tarde o temprano, usted y yo vamos a llegar al lugar donde exclamaremos: “¡Yo no necesito saber doctrinas, verdades, temas, contenidos, ni Escrituras como mera materia!” Todo es maravilloso cuando estamos involucrados en eso, pero, ¿qué pasa con todas las doctrinas, temas y estudios de la Biblia cuando un hombre entra en el fuego, en una profunda prueba, en conflicto y perplejidad? ¿Cuál es el valor de todo ello? En realidad, nada de eso resuelve su problema, ni hace que lo supere. Es una tragedia.

Es cierto de muchos de nosotros, que hemos establecido ciertas doctrinas, que hemos estudiado y entendido doctrinas de la Biblia y que sabemos lo que está en la Biblia con respecto a cosas como regeneración, redención, expiación, justificación por fe, santificación…que cuando entramos en una terrible experiencia espiritual, ¡nada de eso cuenta! Llegamos al punto donde, si no fuera por el Señor, tiraríamos la toalla y diríamos: “¡Este cristianismo no funciona!”

Sí, para aquellos que han conocido al Señor por años (el tipo de conocimiento que no va más allá de la acumulación de verdades), esto tiene que ver con el valor de todo eso en la hora de la más profunda angustia espiritual. Entonces, lo único que puede ayudar no son los bonitos cuadernos llenos de doctrinas, sino, qué conozco del Señor de manera personal y viva en mi propio corazón, qué ha revelado el Espíritu Santo de Cristo en mí, para mí y ha hecho parte de mí. Tarde o temprano llegaremos a eso. Vamos a ser devueltos al conocimiento vivo y espiritual del Señor. Sólo Él personalmente, según es revelado en nuestro propio ser por el Espíritu Santo, puede salvarnos en la hora más oscura.

Llegará el día en que seremos despojados de todo, excepto de lo que conocemos de Cristo de manera interna y espiritual; seremos despojados de todo nuestro conocimiento mental e intelectual. Muchos de los que han sido gigantes en la enseñanza y en la doctrina, han tenido una hora muy oscura al final de sus vidas. ¡Muy oscura, por cierto! Cómo han salido adelante ha dependido del conocimiento interior del Señor en contra de un mero conocimiento intelectual. ¡…cómo pudiera explicar lo que quiero decir con esto!

Por ejemplo, digamos que usted padece de una enfermedad o debilidad específica, y que ha probado de todo, de todo lo que la gente puede proporcionarle para ayudarlo, pero nada ha funcionado. Entonces, de repente, descubre algo en el área alimenticia que realmente le ayuda, y la siguiente vez que es puesto a prueba se toma algo de eso y ve que puede salir adelante. Está en usted, es algo que lo lleva a través de su penosa experiencia. Esto es lo que quiero decir con referencia a este asunto de cómo y qué ha de ser Cristo para nosotros. Él debe estar en nosotros, debe ser aquello sobre lo cual podamos apoyarnos con confianza y seguridad, y al hacerlo Él nos saca adelante.

Tenemos que conocerlo de esta manera, es la única que hay para aprender a Cristo y es por la experiencia. “Veréis el cielo abierto.” El Espíritu Santo ha venido para crear un orden completamente nuevo, para que Cristo sea revelado en nosotros como nuestra vida. “Cuando el Espíritu venga, veréis el cielo abierto.” Esa es la marca de una vida ungida, ver. Cuando realmente vemos tenemos momentos maravillosos.

Algunos de nosotros hemos tenido esos grandes momentos en situaciones específicas, y algunos de nosotros hemos visto a otros tener sus grandes momentos en situaciones específicas. Hemos visto que ellos conocían todo al respecto, que habían sido enseñados en eso y que se les había inculcado por años. Y de repente, después de varios años, aquello irrumpe sobre ellos y dicen: “¡Miren, estoy comenzando a ver lo que ha sido dicho todo este tiempo!”

Recuerdo a un hombre criado en una familia muy creyente, cuyo padre yo solía comparar con Charles G. Finney. Era como Charles G. Finney en espíritu, alma y cuerpo, y uno de los hijos educado en esta casa era un gran amigo mío desde hacía años. Teníamos una verdadera comunión entre nosotros, siempre hablábamos de las cosas del Señor. Un día, puedo verlo ahora mismo en la esquina de Newington Green, iba a reunirme con él y cuando llegué a Newington Green lo vi a la distancia. Lo vi sonreír, nos acercamos y nos dimos la mano. Él tenía una gran sonrisa. “¿Sabes? He hecho un descubrimiento,” dijo. Yo le pregunté: ¿Cuál descubrimiento?” “¡He descubierto que Cristo está en mí! ‘Cristo en vosotros, la expectativa de gloria’ ha llegado a ser una realidad para mí.” “Bueno, yo podría habértelo dicho hace años.” “Ah, esa es la diferencia, yo lo veo ahora, lo sé ahora.”

¡Eso es precisamente lo que quiero decir! ¡Ojalá el mundo estuviera lleno de cristianos así! ¿No es esto lo que necesitamos? Pero, dado que esto le fue dicho a Natanael, deber ser para todos nosotros. No le fue dicho a Pedro, ni a Santiago, ni a Juan en el monte de la Transfiguración, se le dijo a Natanael, uno del círculo general. Es algo para todos y si quiere que sea reforzado y demostrado, observe lo que dijo el Señor Jesús: “He aquí un verdadero israelita…Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.” ¿Qué ha sucedido? Ha ocurrido una tremenda transición en el curso de unas pocas frases.

“He aquí un verdadero israelita.” Esto es para Israel; para los hijos de Jacob, el Israel terrenal. Sí, pero está dentro de los límites terrenales, únicamente dentro de los límites de un pueblo entre las naciones y dentro de los límites de los tipos. Pero ahora, por la formidable transición, el Señor anuló algo que dijo Natanael: “Tú eres el Rey de Israel.” “¿Rey de Israel? ¡Eso no es nada!,” dijo. “Verás cosas mayores que éstas...¡Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre!” ¡El Hijo del Hombre! Esto es algo enormemente mayor que Israel, es universal. “Verás cosas mayores que éstas.” “Veréis el cielo abierto.” ¿Para quién? No sólo para Israel, sino para todos los hombres en Cristo, el Hijo del Hombre.

Este título Hijo del Hombre, simplemente representa el pensamiento de Dios concerniente al hombre. ¡El gran pensamiento y la gran intención de Dios respecto al hombre! El cielo abierto es para el hombre que entra al pensamiento de Dios en Cristo. Dios se revela a Sí mismo al hombre en el Hombre. Es para todos nosotros. Que nadie piense que este cielo abierto, esta unción, es para algunos pocos. ¡No, es para todos!

El deseo de Dios, el pensamiento de Dios, es que usted y yo, los más simples, tontos y débiles entre los hombres, los más limitados naturalmente y con la menor capacidad natural, descubramos que nuestra primogenitura es un cielo abierto. En otras palabras, que usted y yo en Cristo, podamos conocer esta obra maravillosa del Espíritu Santo en una revelación interna de Cristo en creciente plenitud. Esto es para nosotros, para cada uno de nosotros.

Ojalá que los cristianos nos movamos hacia el Señor al respecto, y que todos lleguemos a esta primera crisis donde el domo sobre nuestras cabezas se agriete y conozcamos un cielo abierto, al Espíritu que revela a Cristo en nuestros corazones para Su gloria.

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