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La Escuela de Cristo

por T. Austin-Sparks

Capítulo 7 - Aprendiendo Bajo la Unción

Mateo 11:29, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.”

Juan 1:51, “Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

Mateo 3:16, “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.”

Juan 1:4, “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”

Romanos 8:2, “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”

2 Corintios 3:16-18, “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”

La escuela de Cristo, es decir, la escuela donde Cristo es la gran lección y el Espíritu el gran Maestro, es la escuela donde la enseñanza no es objetiva sino subjetiva, donde la enseñanza no es sobre cosas, sino hacer de Cristo parte de nosotros internamente por la experiencia. Esa es la naturaleza de esta escuela.

El Significado de la Unción

“Veréis los cielos abiertos.” Jesús “vio los cielos abiertos y al Espíritu de Dios descender sobre Él.” ¿Qué significa la unción del Espíritu Santo? Nada menos y nada más que la toma del Espíritu Santo de Su lugar como Señor absoluto. La unción trae consigo el señorío absoluto del Espíritu Santo, al Espíritu como Señor. Eso significa que cualquier otro señorío ha sido depuesto y apartado; el señorío de nuestras propias vidas, el señorío de nuestras propias mentes, de nuestras propias voluntades, de nuestros propios deseos; el señorío de otros. Se considera que el señorío de todo interés e influencia, le ha dado lugar al señorío único y exclusivo del Espíritu Santo, y que la unción no se puede conocer ni disfrutar a menos que esto haya tenido lugar. Es por eso que el Señor Jesús bajó a las aguas del Jordán (en tipo y sombra bajó a la muerte y sepultura, representativamente tomó el lugar del hombre), para no estar bajo el gobierno de Su propia vida mientras hacía la voluntad de Dios, sino total y absolutamente sujeto al Espíritu de Dios en cada detalle.

La sepultura del Jordán mostró la eliminación de todo señorío independiente, de cualquier otro señorío, de cualquier otra influencia. Si usted leyera sobre la vida espiritual de Jesús en los Evangelios, vería que Él se sujetaba a esa posición en todo momento. Las influencias que intentaban afectarlo y gobernar Sus movimientos eran muchas y poderosas. A veces era toda la fuerza de un asalto manifiesto de Satanás, que buscaba que Él hiciera ciertas cosas para Su causa o para la mera continuidad de Su vida física. En otras, era Satanás mismo vestido con los argumentos y persuasiones de amados compañeros, que buscaban desviarlo de cierta ruta o influenciarlo para que prolongara Su vida al evitar ciertos sufrimientos. Las influencias llegaban a Él en diversas formas y de todas direcciones, y muchos de los consejos parecían a primera vista sabios y buenos.

Por ejemplo, se le instó acerca de Su visita a una fiesta: “Es lo que todos hacen, si no vas perjudicarás tu causa. Si realmente quieres avanzar en esto, deberás alinearte con lo que es aceptado religiosamente, si no lo haces acabarás perdiendo, reducirás tu propia influencia y disminuirás tu campo de utilidad.” ¡Qué atractivo es esto si usted quiere algo de todo corazón, si tiene alguna causa para Dios en el corazón y cuyo éxito es de suma importancia! Tales eran las influencias que lo abrumaban. Pero ya fuera Satanás en ataque directo con toda su astucia, su ingenio y sus insinuaciones, o fuera a través de sus amados y más cercanos discípulos y compañeros, sin importar el argumento, este Hombre no pudo ser apartado ni ápice de Su principio.

“Estoy bajo la unción. Estoy comprometido con la absoluta soberanía del Espíritu Santo. No puedo moverme de ahí, cualquiera que sea el costo. Así me cueste mi vida, mi influencia, mi reputación o lo que me es más querido, no me moveré de aquí a menos que sepa por el Espíritu Santo, que esa es la mente del Padre y no la de nadie más, que esa es la voluntad del Padre y no la de alguien más, que eso proviene del Padre.” Así Él postergaba todo hasta que sabía en Su espíritu lo que el Espíritu de Dios testificaba. Vivió a la altura de esta ley, de este principio, de la absoluta autoridad, gobierno y señorío de la unción. La unción había venido para eso.

Eso es lo que significa la unción. ¿Está usted pidiendo la unción del Espíritu Santo? ¿Por qué la está pidiendo? ¿Es la unción algo que se le antoja? ¿Con qué fin? ¿Para utilizarla, para tener poder, para tener influencia, para ser capaz de hacer muchas cosas maravillosas? El primero y más importante significado de la unción es, que no podemos hacer nada excepto lo que la unción nos enseñe y nos lleve a hacer. La unción nos quita todo de las manos, se hace cargo de la reputación, se hace cargo del propósito mismo de Dios. La unción toma control completo de todo y a partir de ese momento todas las cosas están en las manos del Espíritu Santo. Debemos recordar que si vamos a aprender a Cristo, Lo aprenderemos a través del trato del Espíritu Santo con nosotros, y que eso significará ir exactamente por el mismo camino que Cristo fue en principio y en ley.

Vemos entonces que no avanzaremos en el Evangelio de Juan, que es particularmente el evangelio de la escuela espiritual de Cristo, antes de, incluso oír que Él dice: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo.” “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.”

“No puede el Hijo hacer nada por sí mismo.” Como usted ve, este es el lado negativo de la unción, mientras que el lado positivo puede resumirse en pocas palabras: “…el Padre que mora en mí, él hace las obras.” ¡Únicamente el Padre! Quizás esta idea de la unción sea un poco diferente de la que tenemos. “¡Oh, ser ungido por el Espíritu Santo! ¡Cuántas maravillas vendrán a continuación, qué vida tan maravillosa será!” Lo primero y lo permanente de la unción es que somos prisioneros del señorío del Espíritu de Dios, de modo que no puede haber nada si Él no lo hace. ¡Nada! Si la vida natural es fuerte y está en auge, no será una experiencia placentera. Es por eso que antes de que pueda haber unción debe estar el Jordán. Hacer a un lado esa fuerza natural y al yo es una necesidad, pues la unción conlleva esencialmente el absoluto señorío del Espíritu.

Usted ve el meollo de esto en 2 Corintios 3:16 y 18. “Cuando se conviertan al Señor…,” cuando el Señor sea el objetivo en perspectiva, “…el velo se quitará…[y todos nosotros], mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados…en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor,” o “por el Espíritu, el cual es el Señor.” Usted está en la escuela y puede ver y aprender a Cristo, lo cual significará ser transformado en la imagen de Cristo bajo el señorío del Espíritu.

Pero nosotros, cristianos devotos y sinceros, ¡cuánto tiempo nos toma tener al Señor como el único objetivo! ¿Es terrible decir esto? Decimos que amamos al Señor, sí, pero también nos encanta tener nuestro propio camino y que no nos lo frustren. ¿Ha llegado alguno de nosotros a ese punto de logro espiritual en el que nunca se tiene un mal momento con el Señor? No. Aún estamos en el lugar donde a menudo pensamos que nuestros corazones van en cierta dirección por los intereses del Señor, el Señor no nos permite hacerlo, pasamos un mal momento y nos sentimos absolutamente defraudados. Nuestros corazones estaban en ello. Definitivamente no es fácil ni simple para nosotros decir: “Bien, Señor, estoy tan complacido como si me hubieras permitido hacerlo. Siempre me complace hacer Tu voluntad.”

Nos desilusiona que el Señor no nos autorice hacerlo, o si el Señor lo demora, ¡qué tiempo más difícil vamos a pasar! El tiempo expone nuestro verdadero motivo. ¿No es eso cierto en la mayoría de nosotros? ¡Sí, es cierto! Esto solo significa que el Señor realmente no es nuestro objetivo como creíamos que era. Tenemos otro objetivo paralelo y asociado con el Señor, es decir, algo que queremos ser o hacer, algún sitio a donde queremos ir, algo que queremos tener. Todo está ahí y el Espíritu Santo sabe todo al respecto. En esta escuela de Cristo, donde el objetivo de Dios es Cristo, sólo Cristo y absolutamente Cristo, la unción misma indica que el objetivo tiene que ser Cristo como Señor mediante el Espíritu. La unción toma esa posición.

Bueno, ya es bastante por el momento sobre el significado de la unción. Fue cierta en Él y tiene que ser cierta en nosotros.

Señorío y Sumisión

Si vamos a graduarnos en esta escuela, a graduarnos para la gloria final y plena de Cristo, para ser instrumento competente en Su Reino para gobernar, la única forma de aprender ese gobierno espiritual, divino y celestial, lo cual es Su destino para los santos, es mediante la sujeción al Espíritu Santo. Esta palabra “sujeción” en el Nuevo Testamento es muy interesante. Creo que ha sido bastante maltratada y que se le ha dado un significado incorrecto y desagradable. La idea común de sujeción es ‘ser aplastado debajo de’, ‘estar debajo de’ todo el tiempo, ‘suprimido’. “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos…,” y así se interpreta ahora: “¡Esposas, ustedes tiene que estar por debajo de sus maridos!.” Pero la palabra no implica eso, para nada.

¡Voy a tratar de comunicar lo que la palabra griega para sujeción o sumisión realmente implica! Veamos. En una hoja de papel anote el número 1 y luego escriba las palabras sujeción o sumisión. ¿Cómo lo hizo? No las escribió debajo del número 1, ¿verdad? El número 1 es lo primero, está al frente de todo lo que viene después, gobierna y da valor a todo el resto. La palabra “sujeción” significa “colocar al lado de o después de.” Significa que Él tiene la preeminencia en todas las cosas, que nosotros venimos después y tomamos nuestro valor de Él. No tiene que ver con aplastar, sino con tomarlo todo de Él por ser el primero, pero usted nunca obtendrá los beneficios hasta que conozca la sujeción a Cristo. Es decir, usted viene después, toma el segundo lugar, toma el lugar en el que se obtienen todos los beneficios; recibe valor al tomar un determinado lugar.

La iglesia no está sujeta a Cristo en ese sentido represivo, ni debajo de Su talón o de Su dedo pulgar, ella viene inmediatamente después, al lado. Él tiene la preeminencia y la iglesia, Su novia, toma todo lo bueno de Su preeminencia, de Su primer lugar. ¡La Iglesia en un segundo plano, sí! ¿A quién le importa estar en un segundo lugar si va a recibir todos los valores del primer lugar solo por colocarse en el segundo? Eso es sujeción. La intención del Señor para la iglesia es que ella lo tenga todo.

¿Cómo lo conseguirá? No será tomando para sí el primer lugar, sino colocándose al lado del Señor y dejándolo tener la preeminencia en todas las cosas. Eso es sumisión, eso es sujeción. El señorío del Espíritu no es algo difícil, que nos despoja, que nos quita todo, que nos mantiene aplastados todo el tiempo para que no nos atrevamos a movernos. El señorío del Espíritu nos lleva a la plenitud de ese liderazgo, pero tenemos que aprender lo que es el señorío antes de que podamos alcanzar esa plenitud. “Porque de su plenitud tomamos todos…” El problema siempre ha sido, desde Adán hasta nuestros días, que el hombre no quiere la plenitud de alguien más, solo la propia, quiere tenerlo todo en sí mismo, en nadie más. El Espíritu Santo reduce ese terreno debajo de nuestros pies y dice: “Es Su plenitud, es en Él.” Él debe tener Su lugar de absoluto señorío antes de que podamos conocer Su plenitud.

¡Qué el Señor nos dé gracia para aceptar el significado del Jordán, para que podamos tener el cielo abierto, y a través del cielo abierto, tener la unción que trae sobre nosotros toda la plenitud del cielo! Esto significa el señorío absoluto del Espíritu.

Lección número uno en la escuela…Bueno, ni siquiera es la lección número uno, es la base de entrada a la escuela, el examen preliminar: Ingresaremos a la escuela hasta que aceptemos el señorío del Espíritu Santo. Por eso tantas personas no llegan muy lejos en el conocimiento del Señor. Ellas nunca han aceptado las implicaciones de la unción, en realidad, nunca han bajado al río Jordán. Su progreso, su aprendizaje, es muy lento, muy pobre. Encuentre a una persona que por despejar la vía para el señorío del Espíritu, realmente conoce el significado de la cruz o del Jordán, y encontrará un rápido crecimiento, un desarrollo espiritual superior a los demás. Es muy cierto. Esto es lo preliminar, la prueba de ingreso, pero cuando ingresa en la escuela comienza la lección uno.

La Primera Lección en la Escuela de Cristo

Esto no es más que una repetición de lo que ha sido enérgicamente dicho en lecciones anteriores. La primera lección en la escuela de Cristo que va a enseñarnos el Espíritu Santo, es lo que hemos llamado la “otredad” de Cristo con respecto a nosotros. Ésta podría ser no sólo la primera lección, sino una que continúa a lo largo de toda la vida, pero es la lección con la que comienza el Espíritu Santo, con la absoluta “otredad” de Cristo con respecto a lo que somos nosotros. Tome el Evangelio de Juan con este pensamiento en mente y léalo de nuevo, tranquila y constantemente. ¡Cuán distinto es Cristo de las demás personas, incluso de Sus discípulos! Usted puede extenderse desde el Evangelio de Juan a todos los demás evangelios con esta única idea en mente. ¡Cuán absolutamente distinto es Él!

Esa diferencia se afirma una y otra vez. “Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba,” por ejemplo. Esa es la diferencia, y dicha diferencia se convierte en un choque a lo largo de todo el camino; un choque de juicios, de mentalidades, de voluntades, de ideas, de valores. Un choque entre Él y los demás en todo, incluso, un choque entre Él y Sus discípulos, los que están con Él en la escuela. Su naturaleza es diferente. Él posee una naturaleza celestial, una naturaleza divina. ¡Nadie más la tiene! Él tiene una mente celestial, y por consiguiente, una mentalidad celestial; ellos tienen una mentalidad terrenal. ¡No existe un punto de encuentro entre ambas mentalidades! Cuando se ha dicho la última palabra, hay un grandísimo abismo entre ambas. ¡Él es absolutamente otro!

Siendo así estamos en una gran desventaja, se podría decir. Él es una cosa y nosotros otra, pero esa es justamente la naturaleza y el significado de esta escuela. Y, ¿cómo se resuelve este problema? Bueno, Él les habla de un tiempo, del tiempo cuando Él estará en ellos y ellos estarán en Él, y que cuando ese tiempo llegue, serán completamente diferentes de lo que son, en la más íntima y profunda realidad de sus seres. Es decir, que estará en ellos lo que es Cristo, lo que es Cristo en todo lo que Él es, como el absolutamente Otro. A veces creerán que lo mejor es hacer tal cosa, pero ese completamente Otro dentro de ellos no se los permitirá. A veces pensarán que lo más sabio es no hacer tal otra cosa, pero ese completamente Otro se mantiene diciendo: “¡Adelante con ello!” El hombre exterior dice: “¡Es una locura! ¡Voy de cabeza al desastre!” Y el Hombre interior responde: “¡Debes hacerlo!” Estos dos no pueden ser reconciliados.

Él está en el interior y es totalmente Otro. Nuestra educación es aprender a seguirlo a Él, a seguir Su camino: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo… y sígame.” “Niéguese a sí mismo,” niegue sus argumentos, sus juicios, a veces, hasta su sentido común, “y sígame,” y Cristo es vindicado cada vez. Los hombres han hecho las mayores locuras desde el punto de vista de este mundo y han sido vindicados. Esta no es una sugerencia para que usted vaya y empiece a hacer locuras; de lo que estoy hablando es de la autoridad de Cristo en el interior, de la diferencia que hay entre Cristo y nosotros. Ésta es la primera lección que el Espíritu Santo le enseñará a cualquiera que entre a la escuela de Cristo, que existe esta gran diferencia, este gran abismo, que Él es una cosa y nosotros otra muy distinta, y que nunca estaremos seguros de estar en la ruta correcta, a menos que lo sometamos todo a Él.

Por eso la oración debe tener un lugar muy importante en la vida de un hijo de Dios, y por eso la oración tenía un lugar muy importante en Su vida cuando Él estuvo en la tierra. La vida de oración del Señor Jesús es, en cierto ámbito y sentido, el mayor problema que usted puede enfrentar. Él es Cristo, Él es el Hijo de Dios, Él está bajo la unción del Espíritu Santo y no tiene pecado en Su persona, y aún así, tiene que pasar toda la noche en oración después de un largo y pesado día de trabajo. Una y otra vez, usted lo encuentra en oración. ¿Por qué tenía que orar Él? Debido a que había otras influencias en la obra, a que había otras cosas que buscaban consideración, respuesta y obediencia. Debido a que debía mantenerse alineado con la unción todo el tiempo, en armonía con el Espíritu, bajo cuyo gobierno se había colocado. Debido a que Él no podía decidir nada por Sí mismo.

Si Él tenía que hacer esto, ¿qué de nosotros? Ni siquiera estamos en Su nivel libre de pecado. Todos tenemos en nuestra misma naturaleza lo que lucha violentamente contra Dios, contra la mente de Dios, contra la voluntad de Dios. ¡Cuánto más necesario es para nosotros, entonces, tener una vida de oración, a través de la cual el Espíritu nos dé una oportunidad de mantenernos rectos, en el propósito divino, en los caminos y los tiempos del Señor!

Amado, si hay algo que un hijo de Dios aprenderá bajo el señorío del Espíritu Santo será: ¡Cuán distinto es Él de nosotros, cuán distintos somos nosotros de Él; cuán totalmente diferentes! Pero ahora en esta administración, si somos verdaderamente hijos de Dios, ese absolutamente Otro no es meramente objetivo, sino interior. ¡Bendito sea Dios! Esta es la segunda etapa de este asunto de la “otredad.” La primera es el hecho de la diferencia. ¿La aceptará usted? ¿Resolverá usted esto ahora, en este mismo punto y en este mismo momento? El Señor Jesús es totalmente distinto de lo que yo soy. Cuando pienso que estoy perfectamente en lo correcto, Él aún sigue siendo totalmente Otro. Yo no puedo fiarme de mi propio sentido de justicia, a menos que haya sometido mi justicia a Él. Esto es absoluto, pero muy necesario.

Muchos hemos aprendido estas lecciones. No estamos hablando de un libro, sino de nuestra propia experiencia. A veces hemos estado bastante seguros de tener razón y hemos ido hacia adelante siguiendo nuestra propia justicia en dicho juicio, sólo para llegar a una dolorosa desilusión y quedarnos en medio de una niebla de perplejidad y desconcierto. ¡Estábamos tan seguros de estar en lo correcto y mira a dónde hemos acabado! Entonces, cuando pensamos en ello y lo ponemos delante del Señor, tenemos que preguntarnos: “¿Cuánto esperé en el Señor y por el Señor en esto? ¿No me precipité un poco con mi propio sentido de justicia?”

Este es el caso de David y el arca. El motivo de David era correcto y su sentido del propósito de Dios también. Que Dios quisiera que el arca estuviera en Jerusalén era suficiente, pero David metió el asunto en su alma como una idea, la desarrolló con gran entusiasmo dentro de él e hizo el carro. El motivo, el buen motivo, la buena idea, el espíritu devoto, lo metió en el más horrible problema. El Señor hirió a Uza y murió delante de Él, el arca se quedó en la casa de Obed-edom y allí permaneció. Todo porque un hombre tuvo una buena y justa idea, pero no había esperado en el Señor. Usted conoce el resto.

Más tarde David les dijo a los jefes de los Levitas: “Ustedes que son los principales padres de las familias de los levitas, santifíquense, ustedes y sus hermanos, y pasen el arca de Jehová Dios de Israel al lugar que le he preparado; pues por no haberlo hecho así ustedes la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza.” La instrucción había estado ahí todo el tiempo, pero él no había esperado en el Señor. Si David hubiera traído su devoto entusiasmo quietamente delante del Señor, Él lo habría dirigido a la instrucción que le había dado a Moisés y le habría dicho: “Sí, todo está bien, pero recuerda, así es como debe ser transportada.” No habría ocurrido una muerte, ni retraso y todo habría salido bien.

Sí, podemos tener una muy buena idea para el Señor, pero tenemos que someterla a Él, para estar muy seguros de que no es nuestra idea para el Señor, sino la mente del Señor que ha nacido en nosotros. ¡Es muy importante aprender a Cristo…Él es tan Otro!

Como ve, esto divide ampliamente a los cristianos en dos clases. Existe la muy grande clase de cristianos, cuyo cristianismo es objetivo, externo. Han adoptado una vida cristiana en la que hacen muchas cosas que no habían hecho. Van a reuniones, van a la iglesia, leen la biblia…un montón de cosas que no solían hacer, y dejan de hacer muchas cosas que en otro momento hicieron. Esto es lo que más o menos vale en esta clase de cristianos. Ahora es un asunto de hacer o no hacer, de ir o no ir, de ser un buen cristiano exteriormente. Es una clase bastante numerosa con sus diversos grados de luz y sombra; una numerosa clase de cristianos, en efecto.

Hay otros que están en esta escuela de Cristo, para quienes la vida cristiana es un asunto interno, que se trata de caminar con el Señor y de conocerlo a Él en sus corazones, en mayor o menor medida. Esa es la naturaleza de esta clase, caminar interna y realmente con un Señor vivo en sus propios corazones. Hay una enorme diferencia entre esas dos clases.

La Ley del Espíritu o el Instrumento de Instrucción

¿Por cuáles medios nos da a conocer el Espíritu la “otredad?” Porque el Espíritu no nos habla en un lenguaje audible ni de palabras. No escuchamos una voz externa diciendo: “Este es el camino, ¡síguelo!” Entonces, ¿cómo vamos a saber? Mediante lo que el apóstol Pablo llama, “la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús.”

¿Cómo vamos a saber? ¿De qué manera vamos a ser iluminados sobre la diferencia entre nuestros caminos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y los del Señor? ¿Cómo vamos a tener luz? “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” La vida era la luz. “El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”

Entonces, el instrumento de educación del Espíritu, si se me permite llamarlo así, es la vida en Cristo. Es decir, conocemos la mente del Espíritu mediante la vida vivificante, perceptiva, discernidora y divina del Espíritu de vida. “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me liberó de la ley del pecado y de muerte.”

Por otro lado, si estamos vivos para el Señor, sabremos cuando el Espíritu no está de acuerdo con algo por un sentido de muerte, muerte en esa dirección. Esto es algo que nadie puede enseñarnos con palabras o al darnos una lección, pero es algo que podemos saber. Usted lo descubre por reacciones, a menudo violentas. Toma un rumbo y tiene una mala reacción. Se esfuerza en cierta dirección para alcanzar algo determinado, pero si se detuviera por un momento y mirara sabría que es usted quien está tratando de lograrlo. Sabría bastante bien que no es espontáneo, que carece de la espontaneidad, señal que es del Señor. Sabría que el Señor no es el que está siendo visto, que usted no tiene sentido de espontaneidad ni de paz, que tiene que esforzarse, dirigirlo y hacer que ocurra.

Creo que todo verdadero hijo de Dios sabe de qué estoy hablando. Recuerde, en la escuela la Vida es el instrumento del Espíritu para enseñar a Cristo. La marca de un espíritu gobernado y ungido, hombre o mujer, es que se mueve en la Vida, ministra Vida y que lo que brota de él significa Vida. Sabe por esa misma ley de Vida, dónde está el Señor, en qué está, qué busca y qué quiere. ¡Así es como lo sabe! No oye una voz, no ve una visión objetiva, pero muy adentro en su espíritu, la Vida gobierna.

¡Cuán necesario es que estemos vivos para Dios en Cristo Jesús! ¡Cuán necesario es que aprovechemos la Vida todo el tiempo! Si Satanás logra traer su espíritu de muerte sobre nosotros y poner nuestro espíritu bajo ese manto de muerte, de inmediato se cortará la luz y quedaremos trastabillando; no sabremos dónde estamos, ni qué hacer. Él siempre busca hacer eso, y la nuestra es una batalla continua por la Vida.

Todo lo necesario para la realización del propósito de Dios está ligado a esta Vida. Esta Vida es potencialmente la suma de todo el propósito divino. Tal como en la semilla está la vida y dicha vida resultará en un gran árbol si es liberada, así también en la vida que nos ha sido dada en nuestra infancia espiritual, en nuestro nuevo nacimiento, está todo el poder del pensamiento completo, final y consumado de Dios. Satanás queda fuera, no sólo para cortar nuestra vida, sino para evitar la plena exhibición de los intereses y deseos de Dios que están en esa vida eterna dada a nosotros ya.

El Espíritu siempre está preocupado por esa Vida. Él nos diría: “Cuiden la Vida. No permitan que nada interfiera con ella. Vean que cada vez que algo perturbe al Espíritu y detenga la operación de la Vida, acudan inmediatamente a la preciosa sangre que permanece como un testigo contra la muerte, a la preciosa sangre de Jesús; la Vida incorruptible, la testigo en los cielos de la victoria sobre el pecado y la muerte, y mediante la cual ustedes han sido liberados de las manos de Satanás.” Esa sangre preciosa es la base sobre la cual debemos afirmarnos para enfrentar todo lo que aflige al Espíritu y limita la operación de la Vida. Porque por ella llegamos a conocer, y conocemos a través de este Camino vivo, la plenitud siempre creciente de Cristo. ¡Qué el Señor nos ayude!

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