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Discípulos en la Escuela de Cristo

por T. Austin-Sparks

Capítulo 5 - La Vida Divina y la Liberación de la Esclavitud del Pecado y de la Muerte

“Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5:1-18).

Hemos destacado que la clave para esas señales es encontrada en la reacción que ocurría delante de ellos, y esto es verdad en este caso. Vamos a mirar algunas características. Antes de todo, debemos observar el escenario judaico de esta señal. Fue en la “fiesta de los judíos”, y muy probablemente esta fue la fiesta de la Pascua. En este caso seria la mayor de todas las fiestas judías, y esa sería la razón de esta multitud en Jerusalén en esta época, pues, aunque no fuese necesario que las personas subiesen a Jerusalén en otras fiestas, era imperativo que subiesen para la ocasión de la Pascua. De modo, pues, que había una gran multitud en Jerusalén en esta época, y esta señal fue realizada allá, esto es, en el centro exacto de Israel.

Y entonces se guardó el día sábado. El sábado es mencionado cuatro veces en esos pocos versos. Esto era lo que regía toda la vida de Israel, y todas las leyes de Israel estaban ligadas a esto. El sábado representaba todo en la vida de Israel. Espero que ustedes estén anotando esas características, porque en ellos encontraremos nuestra clave para esta señal.

Una característica más. El hombre sobre quien fue realizada esta señal había estado en aquella situación por treinta y ocho años. Esto prepara nuestro camino para el significado de las cosas; entonces vamos a darle una mirada a este hombre. Este hombre era un ser humano ligado a la tierra. Su cama era apenas una estera fina, y no había ni una pulgada entre él y la tierra. Él estaba muy bajo sobre la tierra, y estaba así de manera fija. Aunque él no aceptaba aquella posición; él había estado luchando contra la tierra y contra su situación por treinta y ocho años. No es preciso mucha imaginación para visualizarlo; de vez en cuando él hacía un esfuerzo para levantarse, luchaba para salir de su cama. Y, entonces, él tenía que caerse hacia atrás nuevamente; y siempre regresaba al lugar desde el cual había comenzado. Cada esfuerzo para dejar aquella cama sólo resultaba en tener que caerse nuevamente hacia atrás. Él era un prisionero de su cama. Ella era su ama, y él era completamente inútil allí. Aquello que supuestamente tenía que darle algún descanso, de ninguna manera se lo proporcionaba. Y él había permanecido en aquella posición durante treinta y ocho años. Esto es lo suficiente largo como para mostrar que la situación no ofrecía esperanza.

Ahora vamos a mirar el trasfondo. ¿Qué está detrás de esto? Ustedes entenderán por qué hablé sobre el escenario judaico, pues este es un retrato de Israel bajo la ley, e Israel en el desierto por treinta y ocho años. La primera generación que salió de Egipto alcanzó la frontera de la tierra, y entonces, por causa de la incredulidad, regresaron al desierto por treinta y ocho años, y ahí lucharon bajo el peso de la ley. Ellos querían salir de aquella posición, mas nunca pudieron. Ellos querían alejarse de su posición, pero nunca pudieron. Querían entrar en la tierra, pero nunca llegaron hasta ella. Si sus propios esfuerzos hubiesen podido llevarlos allá, ellos habrían llegado a la tierra, aunque la realidad fue que ellos estaban andando en círculo y siempre regresaban al lugar desde donde habían partido. El lecho de la ley estaba siempre haciendo que ellos conociesen la debilidad de la carne. La ley no les daba descanso; apenas les mostraba cuán inútiles eran ellos. Naturalmente, aquellos de ustedes que conocen el Nuevo Testamento, ya están pensando en la carta a los Romanos, y especialmente Romanos 7. ¿Recuerdan ustedes este capítulo? Aquí está el pobre hombre luchando bajo la ley. Él dice: “19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago... 24¡Miserable de mí!” (Romanos 7:19,24). Este es el hombre del estanque de Betesda: “Aquello que quiero hacer jamás lo puedo hacer. Lo que no quiero hacer (esto es, permanecer aquí), tengo que hacerlo todo el tempo. ¡Oh, miserable hombre que soy! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”

Volvamos a Israel. Ustedes se acuerdan de que la carta a los Hebreos siempre habla de la tierra prometida como “el reposo de Dios”. Esto habla de aquella primera generación que jamás entró en “Su reposo”, y que aún “queda un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9). Ahora, la tierra prometida es mostrada como un tipo de Cristo en el cielo: Cristo resucitó de la muerte. ¿Lo entienden ustedes? Israel tenía que atravesar al Jordán cuando inundaba toda su margen. Las crecidas del Jordán son un tipo de la muerte, y ellos tenían que pasar del territorio de la muerte al de la resurrección. Entonces, la palabra a Josué era que él debía subir y poseer la tierra. Es la resurrección y la ascensión. Es Cristo en el cielo, victorioso sobre la muerte, y Su pueblo con Él allá. Como dice Pablo: “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6).

Bueno, ahora, ¿dónde estamos en nuestro Nuevo Testamento? Es muy cierto que estamos en la carta a los Hebreos; pero con este hombre en el estanque de Betesda, estamos en otro lugar muy diferente; estamos en la carta a los Gálatas, y ustedes deben colocar toda esta carta exactamente en esos dieciocho versículos de Juan 5. ¿De qué trata toda la carta a los Gálatas? Primeramente, trata sobre la esclavitud de la ley, y que la ley no hace a nadie perfecto, sino que trae a todos a la esclavitud. Las personas que están bajo la ley son referidas en esta carta como las que están en esclavitud. El apóstol dice que la Jerusalén que es de abajo, “está en esclavitud junto con sus hijos” (cfr. Gálatas 4:25). Es ahí donde estaba el pobre hombre, en Jerusalén, pero en esclavitud, en la Jerusalén que es de abajo. Así, Gálatas habla primeramente sobre la esclavitud bajo la ley.

Entonces, el segundo elemento que expone la carta a los Gálatas es sobre el espíritu de la filiación en Cristo. Ustedes recordarán que las grandes palabras de esta carta son “hijos” y “el Espíritu”. Somos todos hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Se trata de la filiación en Cristo, y el espíritu de la filiación es el Espíritu Santo. Ahora volvamos a Juan y oigamos al Señor Jesús diciendo: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdade- ramente libres” (Juan 8:36); “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). ¿Cuál es la verdad que nos libera de la esclavitud de la ley? Es la grande y gloriosa verdad de nuestra filiación en Jesucristo. ¿Necesito llevarlos a ustedes a la carta a los Gálatas? La idea de libertad, “libertad en Cristo”, es mencionada once veces en esta carta, y esto es más frecuente que en todas las otras cartas juntas. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). Y nuevamente: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados” (Gálatas 5:13). Es la libertad de los hijos de Dios por la fe en Jesucristo.

Y observen nuevamente: El nombre de “Cristo” es mencionado cuarenta y tres veces en esta pequeña carta. Esto es tremendamente impresionante. Si hay mucho que decir respecto de la ley y sobre la libertad, hay mucho más que decir sobre Cristo. La ley es rota en Cristo, y toda su esclavitud es destruida para los hijos de Dios. Ellos están libres por la gracia, y Cristo los hizo libres. No sé si esto estaba en la mente de Juan, pero yo realmente veo que él tenía muchos elementos en su mente que nosotros no siempre observamos. Lo que quiero decir es lo siguiente: ¿Por qué es que cuando Juan habló sobre el estanque de Betesda, él dijo que había cinco pórticos ahí? ¿Era el artista dando un pequeño toque a la pintura? Bueno, Juan era um artista en las palabras, pero el Espíritu Santo estaba escribiendo esto a través de Juan, y 5 es el número de la gracia. Donde quiera que ustedes miren en la Biblia, 5 es el número de la gracia. Ustedes y yo llevamos este mismo número en ambas manos y pies, si somos personas normales; y más que esto, tenemos cinco sentidos físicos. ¿Por qué estamos compuestos de cincos? Dios quiso que fuésemos personas de gracia. Este pobre hombre estaba en la esclavitud de la ley, pero “la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). Y bueno, allí, en la presencia de la esclavitud de la ley, se dio este testimonio de la gracia de Dios en Jesucristo.

Entonces, ¿qué es esta señal? Es una señal maravillosa. Este hombre es una imagen y representación real de lo que significa estar bajo la ley. Jesús se levantó y dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados” (Mateo 11:28). ¿Qué quiso decir Él? El peso de la ley estaba sobre la gente; de hecho, era una pesado carga para ellas. Los fariseos le dieron más de dos mil interpretaciones a la ley de Moisés, y decían: “La ley de Moisés no significa que ustedes tengan apenas que guardar diez mandamientos; significa que ustedes tienen que observar dos mil”. No había un punto en la vida humana de ellos donde esta ley no fuese aplicada, y esto hacía sus vidas difíciles. Y todo esto estaba relacionado con el sábado: “Ustedes no pueden hacer sus camas en sábado. Ustedes no pueden cargar sus camas en sábado. No deben atizar el fuego un sábado. Ustedes no deben hacer nada en sábado; ustedes no pueden ni siquiera caminar más de tres millas en sábado”. Dos mil reglamentos para sus vidas. Lo único que ellos se proporcionaban para cada día, y especialmente en sábado, era: “Ustedes no pueden”.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¿Qué aconteció? Que Jesús se atribuyó el sábado a Sí mismo. El sábado no sería más un día de la semana, sino una Persona Divina. (Si los Adventistas del Séptimo Día viesen esto, todo su sistema desaparecería en cinco minutos). No, Jesús es el sábado de Dios. Él es el propósito de las obras de Dios, y en Él, Dios entró en su reposo. Este es el “reposo que permanece para los hijos de Dios”; no un día de la semana o del calendario, sino una Persona Divina, el Hijo de Dios. En Él entramos en el descanso, y aquello que era nuestra esclavitud es ahora nuestro siervo. En Él, aquello contra lo cual estábamos siempre luchando, es ahora nuestra victoria. Oh sí, Jesús es el sábado, y si vivimos en Él, no estaremos pervirtiendo el sábado. Cada día debe ser un día de descanso para nuestras almas. ¡Oh, esta es una cosa poderosa que Jesús hizo!

Ahora observen lo siguiente. El Señor Jesús miró aquello que Él hizo en favor de este hombre como algo serio y grande. Cuando Jesús encontró al hombre en el templo, le dijo: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5:14).

Ahora, de regreso a la carta a los Gálatas, dice el apóstol: “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó?” (Gálatas 5:7). “Ustedes están retornando, o están en peligro de retornar a la esclavitud. Ustedes están escuchando a aquellos judaizantes que quieren traerlos de regreso a la esclavitud de la ley; y si ustedes retrocedieren, el último estado será peor que el primero. Lo peor es caer de la gracia; peor de que nunca haber estado en ella”. Es esto lo que la Palabra dice –“la peor situación”. Oh, queridos amigos, hemos sido liberados de toda la ley a través de la fe en Jesucristo. Vamos a caminar, y continuar caminando en nuestra libertad. “Corríais bien” –esto es mejor que caminar. No vamos a parar de correr.

Volvemos a la carta a los Hebreos. Hay dos frases muy frecuentes en esta carta. Una es: “vamos”. “Vamos adelante a la perfección” (Hebreos 6:1). Dice el autor: “Vamos a proseguir en Cristo en la nueva posición a la cual nos trajo la gracia”. Y la otra palabra que es bastante recurrente en esta carta: “Para que no”. “Para que ninguno se vea privado de la gracia de Dios” (Hebreos 12:15). “Para que ninguno caiga en semejante desobediencia” (Hebreos 4:11). Es una palabra de advertencia y precaución; la alternativa de proseguir es retroceder. Ahora ustedes entienden, todo esto es una explicación de la vida que tenemos en Cristo. Es una vida que nos hace libres, que nos libera de la esclavitud, que nos trae al descanso y abre una grande y gloriosa perspectiva delante de nosotros.

Escuchemos la advertencia: “No pequéis más”. Es pecado desviarse de la gracia y regresar a la ley. Es el pecado de volvernos de la libertad a la esclavitud. Se dice de esta primera generación de Israel en el desierto: “...sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto” (Hechos 7:39). Y el Señor dice de tales personas: “Y si retrocediere, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38). Es algo terrible perder el placer del Señor. Esto es realmente pecado.

Bien, este es el lado escuro de la señal. Pero ¡cuántos elementos hay en este incidente del hombre del estanque! Lo que dijimos sobre esto no es apenas de mi propia imaginación, pues todo el Nuevo Testamento prueba que esto es verdadero. Vean a aquellos discípulos nuevamente. Cuán derrotados estaban ellos antes de que el Espíritu viniese en el día de Pentecostés. Ellos estaban siempre intentando hacer lo correcto, y siempre estaban fracasando. Ellos estaban siempre intentando no hacer y no hablar lo errado, pero siempre lo estaban haciendo. Ustedes lo lamentan mucho por ellos. ¿No lo lamentan? Ustedes oyen al pobre Pedro diciendo: “Iré contigo hasta la misma muerte”. Bueno, esta es una buena resolución, una buena intención. Él tenía una buena intención, aunque cuando llegó la prueba, ¿la hizo? Oh no, él era esclavo en su propia debilidad. ¡Pero miren este hombre en el día de Pentecostés! Él, con los demás, son hombres libres. Oh, sí, son hombres en libertad. No más esclavitud. Y el Nuevo Testamento sigue mostrando esta maravillosa verdad de liberación de toda esclavitud en Jesucristo.

Juan estaba en lo correcto al escoger esta señal, y el Espíritu Santo también lo estaba al escogerla. Él conocía toda la maravillosa doctrina y realidad de la gracia que estaba en ella. “¿No estáis completamente sanos?” Esto es lo que significa estar completamente sano, ser sacado del reino de la esclavitud de la ley y ser colocado en el reino de la gracia del Señor Jesús. Espero que esto recurra a sus corazones, y que no sea apenas un estudio interesante. Oh, estoy muy seguro de que si ustedes estuviesen viendo esto en el Espíritu, habría una sonrisa en sus rostros y una canción en sus corazones. Ustedes estarían cantando: “Libres de la ley, oh condición feliz”. Esto fue lo que este hombre cantó. Supongo que él no conociese nuestro himno, pero esto era lo que él estaba cantando: “Libre de la cama, oh feliz condición”. Que el Señor nos introduzca en la bendición de la libertad que hay en Cristo.

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