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El Ministerio Profético

por T. Austin-Sparks

Capítulo 8 - El Clamor de los Profetas por la Santidad

"Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús. Por tanto, al condenarlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados” (He- chos 13:27). (NVI)

Hemos tomado nota, en el capítulo anterior, de un marcado contraste entre la dispensa- ción antigua y la nueva: de cuánto se perdería si hubiese una continuación del rígido or- den antiguo, y de lo mucho que hay para ganar moviéndose hacia la naturaleza esencial de lo nuevo. Esto está focalizado para nosotros en el pasaje que hemos leído.

Sin repetir demasiado de nuestra meditación anterior, solo puedo decir que está perfec- tamente claro en el Nuevo Testamento, a partir del libro de los Hechos en adelante, que las personas en la nueva dispensación, la dispensación del Espíritu Santo, tuvieron que mantenerse completamente libres de toda posición fija, de todo lo que tuviese una posi- ción concluyente, exceptuando los hechos fundamentales de la fe. En relación con la men- talidad de ellos - sí, esa mentalidad religiosa, tradicional, esa mentalidad que se había formado en los orígenes de Israel, por todo lo que ellos habían recibido a través de la for- mación y la educación desde la primera infancia hacia adelante -, era estar siempre abier- tos al Señor, aun para lo revolucionario. Ellos habían sido llamados a entrar en un lugar donde aquellas cosas nunca más los cautivasen, donde el Señor quedase absolutamente libre de hacer algo revolucionario dentro de ellos, y les hiciese revisar toda aquella antigua forma de pensar – en la luz, no de algo contradictorio, sino del significado más pleno de Dios en todo lo que ellos conocían de la Palabra de Dios; donde ellos reconociesen que el Señor tenía "más luz y verdad para traer a ellos de Su Palabra" – tanto, que todo lo que ellos habían conocido, pareciese como nada.

Usted descubre, por lo tanto, que esta necesidad precipitó una crisis en el curso espiritual de ellos, y algunas veces los llevó a un punto muerto, donde se estableció un enorme conflicto; pero el Espíritu Santo estaba completamente a cargo para vencer, y para poder lle- varlos más lejos. Esto sucedió con Pedro en la azotea en Jope. Sucedió con Saulo de Tarso. No hay duda de que, actuando como él hizo, Saulo se estaba basando en las Escrituras del Antiguo Testamento. Él pensaba que tenía todo el apoyo de la Palabra de Dios para hacer lo que estaba haciendo. Cuando él se encontró con Jesús de Nazaret en el camino a Da- masco, aunque él se rindiese allí, reconociendo a Jesús como su Señor, su gran problema fue, “¿Cómo voy a conciliar mi Antiguo Testamento con esto?". Él se marchó para Arabia, y probablemente durante dos años estuvo ocupado en conciliar el Antiguo Testamento con el hecho de Jesús como Cristo y Señor. Y así lo hizo, volvió de su desierto, y atrapado en la irresistible corriente del Espíritu, se convirtió en un poderoso siervo de Dios.

Deseamos ir un poco más adelante ahora. Estamos diciendo que aquí, en esta nueva dis- pensación, representada en el libro de los Hechos, los profetas están siendo re- interpretados, su significado interior está siendo traído a la luz, con todo lo que ese signifi- cado interior implica. Sabemos que la inauguración de la dispensación en el día de Pente- costés fue acompañada por una cita de los profetas. Comenzó con Joel - "Esto es lo dicho por el profeta Joel" (Hechos 2:16) - y continuó con otras citas del Antiguo Testamento que apuntaban a ese tiempo. Ahora, sea por cita directa (como se ve claramente en el caso de la profecía de Joel), o por una implicación indiscutible, los profetas son traídos aquí en muchas conexiones.

Solo Cristo es la Medida de lo que es de Dios

Usted pasa del capítulo 2 de los Hechos, y continúa hasta el capítulo 5 - la terrible y som- bría historia de Ananías y Safira. ¿Dónde los profetas entran en eso?

En el primer capítulo del libro de Ezequiel, usted tiene lo que fue introducido espiritual- mente el día de Pentecostés. Allí usted tiene esa maravillosa, aunque difícil, visión de los seres vivientes, las ruedas llenas de ojos, el Espíritu en las ruedas, el Espíritu de vida yen- do, siempre yendo: el Espíritu, vida, ojos y el irresistible movimiento desde el cielo en re- lación con el Hombre sobre el trono. Los "Hechos" comienzan allí. El Señor Jesús fue reci- bido arriba, fuera de este mundo; y en relación a aquel Hombre en el trono hay este ir aquí, tocando la tierra, y, con todo, desligado de ella; tocando, pero no fija aquí; una cosa celestial. Y esto se mueve con gran rectitud y parsimonia. Esto es como el capítulo 2 de los Hechos. El Hombre en el trono, las ruedas, el eterno consejo de Dios, los movimientos de Dios desde la eternidad, los seres vivientes, la Iglesia, la vida interior, el Espíritu de vida allí, con Su visión perfecta - "Llenos de ojos". ¿No es eso lo que está aquí?

Sí, pero eso es el comienzo de "Ezequiel". En el otro extremo de su profecía usted tiene lo siguiente: (lejos, encima de la tierra) una visión, un cuadro, de un templo, una casa espiri- tual, muy bien representada y definida, con cada detalle marcado. El hombre que conduce al profeta alrededor sigue midiendo, midiendo, dando la medida de cada detalle. Esta casa es toda del Espíritu Santo. Toda es una medida de Cristo, en cada parte. Esta cosa no está sobre la tierra; es una medida celestial. Antes de que usted tenga el río fluyendo desde el santuario, que fluye en un volumen creciente, profundizándose y ensanchándose, hacien- do vivir todo a su paso, y sorbiendo la muerte en victoria a medida que avanza, usted tie- ne que tener la casa completamente según Dios y, luego, una declaración general sobre esto es: "Todo en derredor, será santísimo" (Ezequiel 43:12). Es todo de Dios, es todo de Cristo; Su resucitado y exaltado Hijo. Es de Él, a través de la Iglesia constituida conforme al modelo celestial, que la vida fluye, y esto fluye aquí en los “Hechos”.

Santidad: La ley de lo que es de Dios

Ahora, Ananías y su esposa violan la propia ley gobernante de la casa - la santidad, ¿y qué sucede? Fue ahí que Israel fracasó en oír las voces de los profetas. Dijimos, en nuestra meditación anterior, que ellos llevaban a cabo las formalidades externas del templo, los servicios diarios, el ritual y la liturgia, adoptaron las formas y las vestimentas, pero la vida interior no correspondía. El clamor de los profetas era que un sistema estaba siendo man- tenido y preservado, sin relación alguna con la vida interior del pueblo. Los profetas esta- ban en todas partes clamando por santidad. El problema estaba ahí. ¿Y qué significa real- mente esto de la santidad? Cuando usted llega al corazón de eso, ¿qué es? "¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?" (Hechos 5:3). Esto es falta de santidad. El acto de Ananías y Safira implica algo más profundo - esa siniestra mente de- trás; Satanás que encuentra una oportunidad de entrar en ese recinto santo, ese terreno celestial, corrompiéndolo y contaminándolo, y estableciendo su mentira. "Él es mentiroso y padre de mentira", dijo el Señor (Juan 8:44). ¡Una mentira directamente en la presencia del Espíritu Santo! La vida del Espíritu y el Espíritu de vida simplemente no avanza igno- rando las condiciones. Ellos requieren que primeramente todo esté constituido sobre el modelo celestial de Dios; esto quiere decir, constituido sobre el modelo de Cristo, Su Hijo; que esto sea realmente una expresión y representación del Señor Jesús por el Espíritu Santo.

El Espíritu Espontáneamente Reproduce la Naturaleza de Cristo

Ahora, yo no voy a volver atrás en aquello que dije anteriormente. No estoy diciendo que debemos tomar la Biblia en sus letras y frases y hacer un molde, un modelo escritural, se- gún pensamos sea el nuevo orden neotestamentario. Definitivamente, ésta no es la cues- tión. Al principio, el desarrollo no ocurrió de esta manera. Cada nueva reproducción de la Iglesia, en cualquier parte del Imperio Romano, y más allá, en los días de los apóstoles, su- cedió, no tomando de allá un modelo fijo, y tratando de poner a las personas en ese mo- delo, reproduciendo la forma de las cosas que existían en otro lugar. Comenzó con la vida-la vida del cielo - "El Espíritu Santo enviado del cielo" (1ª Pedro 1:12). Y allí donde los creyentes iban, dos cosas eran imperativas: primeramente, el bautismo, como un testi- monio del hecho de que el viejo orden había acabado, y que todo ahora tenía que tener un nuevo comienzo, como debe tener alguien que ha muerto y fue sepultado; y segundo, el don del Espíritu Santo, el Espíritu de vida, viniendo para hacer morada dentro de las personas.

Cuando el Espíritu Santo entra y tiene Su camino, Él lo libera a usted de toda responsabili- dad del nuevo orden neotestamentario; usted no tiene más carga y responsabilidad sobre eso, como no la tiene un árbol para producir hojas y frutos. Ningún árbol consume horas y horas preocupándose y angustiándose: "¿Cómo puedo producir algunas hojas? ¿Cómo puedo producir mis frutos?". Él solo vive – él se rinde al proceso de la vida, y el resto su- cede. Esta era la espontaneidad gloriosa de las iglesias del Nuevo Testamento – ellas sim- plemente surgían. Y el Señor necesitaba tenerlas de esta forma – constituidas desde el cie- lo por el Espíritu Santo; no el hombre trayendo su forma de iglesia y de gobierno, su mo- delo, su concepción de las cosas, y diciendo: 'Esta es nuestra concepción de la iglesia de la Biblia’. No, esto es producto de la vida. Ahora, como permitieron al Espíritu de vida traba- jar, las cosas tomaron un cierto curso y una cierta forma, y era la forma de Cristo. El Espíri- tu Santo asumió la responsabilidad. "Edificaré mi iglesia", dice el Señor (Mateo 16:18), y Él quiso decir eso, y Él se encuentra haciéndolo aquí.

La Naturaleza de Cristo es Completamente Santa

Pero recuerde: Cristo, en la expresión más íntima de lo que Él es, es muy santo. "El Santo Ser que nacerá”, dijo el ángel a María, “será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:35). Él "se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios" (Hebreos 9:14). Él fue "tentado en todo según nues- tra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15). Cristo era y es sin pecado. Él es infinita- mente santo. El gran antagonista de Cristo, que es el impío, siempre está buscando des- truir lo que es de Cristo, introduciendo una contradicción, una mentira, dando por mentira la santidad de Cristo; y eso fue lo que pasó aquí.

Realmente siento que esta es una cuestión muy solemne para todos nosotros. No he di- cho esto sin mucho ejercicio en mi propio corazón. No es una cosa fácil de decir. Algunos de nosotros no ignoramos las maquinaciones de Satanás. ¿Quién tiene derecho de hablar de santidad? ¿Quién es suficiente en santidad para hablar a otra persona acerca de ello? La santidad es lo que Cristo es. ¿Quién de nosotros podría decir que somos de esta mane- ra?

El Espíritu Restringido por la Conciencia de Falta de Santidad

La falta de santidad no es compatible con Cristo. Es lo opuesto de lo que Cristo es; es una contradicción a Cristo. El poderoso propósito de Dios, el poderoso curso del Espíritu de Dios - todo lo que entró con esta nueva administración - puede ser rápidamente detenido, y ocurre una tragedia si usted o yo intencionalmente experimentamos con la falta de san- tidad. "Sabiéndolo también su mujer" (Hechos 5:2) significa que la cosa fue consciente. Yo no estoy hablando de la falta de santidad que es nuestra en general -, pero no vamos a to- lerarla o a hacer vista gorda. Sobre lo que hablo ahora es el pecado deliberado en la pre- sencia misma del Espíritu Santo. Ananías y Safira deliberadamente planearon dar al Señor solo una parte del producto de la venta, pero representarlo como si fuese el todo. Si ellos realmente hubiesen estado bajo la influencia del Espíritu Santo, habrían reconocido al Es- píritu diciéndoles: 'Eso no está bien - es una contradicción a Cristo". ¿Y no podemos con- cluir con seguridad que el Espíritu Santo les haya advertido? ¿No habrá habido dos voces, aunque tal vez no audibles, que hayan hablado en ellos, una advirtiéndoles sobre el mal, la otra sugiriendo este engaño - la voz del Espíritu y la voz de Satanás? Ellos estuvieron dis- puestos a oír la voz del tentador, y Satanás "llenó sus corazones." Este es el tipo de falta de santidad de que estamos hablando.

Nosotros estamos en la dispensación del Espíritu. Ahora, si efectivamente estamos en el beneficio de esta dispensación, es decir, si el Espíritu Santo está en nosotros, Él nos habla- rá – Él realmente nos habla. Si queremos, podemos conocer la mente del Espíritu sobre todas las cosas, sobre lo correcto o errado. Pero hasta que no nos rindamos al Espíritu, to- do queda en suspenso. La vida entera del Espíritu es detenida. El Señor fue muy bueno al colocar los principios para la nueva dispensación. Él no nos dejó ninguna duda acerca de cuál es Su actitud en relación a este tipo de cosas. Si Él no actúa de la misma manera todo el tiempo, y si nosotros no caemos muertos, eso no significa que algo igualmente trágico no ocurra en nosotros. El Espíritu queda detenido, y entra la muerte espiritual, y no hay ningún progreso más a partir de ese momento. Hay un sentido en el cual, espiritualmente, nosotros también somos "sacados".

Sí, éste es un asunto solemne. Perdóneme si parezco opresivo, pero este asunto de la san- tidad es muy pertinente, y está muy relacionado con todo lo que estamos tratando de vertodo el maravilloso significado de que el Espíritu esté aquí, y de Su capacidad de seguir adelante; vida y plenitud, profundidad cada vez mayor, creciente vitalidad, conocimiento cada vez más pleno, y el sorber la muerte en victoria. Esta debe ser la existencia espiritual de la Iglesia; sin embargo, todo esto puede ser detenido por la falta de santidad, conocida y no tratada delante Dios, no repudiada y rechazada. Sea lo que fuere que signifique para usted en su aplicación particular, recuerde que es muy peligroso tener una caprichosa controversia con el Espíritu Santo - peligroso no solo para usted, sino quizás para muchos otros que se verán afectados.

El Peligro en Persistir con la Falta de Santidad

¡Oh, la tragedia de una controversia no resuelta con el Señor! Ciertamente, viendo el arreglo de un asunto como ese, necesitamos encarar las cosas específicas desde la pers- pectiva del panorama general. Usted no tendrá un motivo adecuado para tratar con las cuestiones específicas de falta de santidad pendientes, a menos que vea toda esta cues- tión en su gran trasfondo. Si es algo puramente personal, que dice relación solo con noso- tros, podemos o no sentir que vale la pena resolver el asunto. ¡Pero mire! Todo el curso de los consejos eternos de Dios, descendiendo sobre nuestro camino, y reuniéndonos en él; el propósito poderoso de Dios para ser realizado en y a través de nosotros; la gama de largo alcance de esos propósitos de Dios que nos tendría a nosotros como vehículos y ca- nales; todo lo que Dios haría al darse a conocer a nosotros por el bien de los demás: ¡todo detenido debido a esto! Sí, un ministerio personal, un gran ministerio que podría ser de largo alcance, puede ser dejado de lado – el Señor, de acuerdo con Su propia naturaleza, tendría que dejarlo de lado – si hubiera una persistencia en algo sobre lo cual Él ya había hablado, pero que no fue tratado. Es un trasfondo tremendo.

El salmista dice: "Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fide- lidad me afligiste" (Salmo 119:75). ¿Qué quiso decir? Evidentemente, él había pasado por una severa disciplina de parte del Señor, y cuando vio lo que su error implicaba para al pueblo del Señor cuántos fueron afectados y cuánto aquello tocó la honra del Señor - di- jo: "Solo la fidelidad Dios está por detrás de Su trato para conmigo: Él debe ser fiel consigo mismo y para conmigo, y no dejarme en la impunidad; y Él debe ser fiel a su propia natu- raleza, a Su propia justicia, porque muchas cosas están ligadas a eso”. Que el Señor nos muestre lo que esto significa, y nos dé gracia. ¡Oh, necesitamos de protección, de defensa en esta cuestión de un caminar santo con Dios; necesitamos resolver toda controversia con Él, porque hay mucho asociado a eso!”.

Vemos que los que habitaban en Jerusalén, y sus gobernantes y aquellos a quien repre- sentaban, no querían resolver la controversia que Dios tenía con ellos, y fueron dejados de lado, y otra nación que producía los frutos del reino fue traída. ¡Qué pérdida! ¿Y usted piensa que el Señor irá a tratar con nosotros de manera diferente? Puede no ser nuestra salvación que esté en juego, pero ciertamente nuestra vocación va a sufrir alguna conse- cuencia. ¡El Señor nos dé gracia!

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