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El Vencedor

por T. Austin-Sparks

Capítulo 3 - El Testimonio del Vencedor

"Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte" (Apocalipsis 12:11).

"...Juan, 2que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto" (Apocalipsis 1:2).

"Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo" (Apocalipsis 1:9).

"Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían" (Apocalipsis 6:9).

"Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (Apocalipsis 12:17).

"Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía" (Apocalipsis 19:10).

En nuestras meditaciones anteriores hemos estado viendo que hay tres aspectos que deben observarse con relación al vencedor. Se trata de una condición o estado, de una posición, y un tercero, un testimonio. La condición o estado se trata de la justicia que es por la fe en Jesucristo, la justicia que está representada por la sangre, la vida incorruptible y la naturaleza del Señor Jesús, la cual es nuestra por medio de la fe; un estado que es esencial para vencer al mal en todas sus formas y obras. A partir de ese testimonio se produce una posición por parte del estado, una celestialidad de vida. Llegamos, pues, a este tercer aspecto en nuestra presente meditación.

EL TESTIMONIO DE LOS VENCEDORES

Estos tres aspectos, condición o estado, posición y testimonio, no son tres cosas distintas, como ya hemos señalado. Ninguno de esos tres aspectos se puede tener sin los otros, sino que cada uno lleva al otro. Es decir, el estado de la justificación por la fe, cuando es correcta y adecuadamente aprehendido, se traduce en una posición, una posición celestial espiritual, y la posición conlleva el testimonio. Si observas el orden inverso, verás que el testimonio se produce esencialmente en virtud de una posición, y la posición en virtud de una condición. Es muy importante ver en detalle en nuestros corazones el significado de eso. El testimonio de Jesús no es sólo una enunciación de la verdad, no es sólo una declaración de hechos, de ciertas verdades sobre el Señor Jesús, Su persona y Su obra. Esto puede expresarse mediante el lenguaje, puede incluir esos hechos, puede ser algo declarado verbalmente, pero el testimonio de Jesús no es sólo eso. No se trata de una fórmula, una confesión de fe redactada con palabras. El testimonio de Jesús que enfrenta el gran dragón rojo y lo saca en todas las formas de su actividad como aquí se establece –la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el seductor del mundo entero, el acusador de los hermanos; en representación de la múltiple actividad del dragón feroz en su antagonismo–, el testimonio de Jesús que lo provoca y lo lleva en esta postura y la actitud en que lo vemos en Apocalipsis 12, repito, no es un testimonio de meras palabras. Es nada menos que la encarnación misma de todos estos hechos de una manera espiritual viviente, que se registra, con efectos tan tremendos como estos, en el reino donde Satanás domina. Se trata de la eficacia espiritual de las cosas que determinan si es el testimonio de Jesús o si es un mero enunciado de la verdad. El efecto que tiene sobre el enemigo es siempre una manera bastante segura para juzgar si es el testimonio verdadero o no. Se trata de un caso del hecho o los hechos que son una realidad interior en una persona o en un núcleo de personas del Señor. Esto es lo que se confirma: No es lo que dicen, o dicen profesar, sino lo que es corroborado por su propia existencia. Ellos son eso. Este es el testimonio de Jesús.

Eso se debe a que, así como en los primeros capítulos del libro del Apocalipsis, donde el victorioso, el Señor viviente, está desafiando a las iglesias en cuanto a su testimonio, muchas cosas encomiables que se mencionan se consideran no ser adecuadas. En algunos sentidos, no hubo desviación de la verdad a la manera de declaración de doctrina. No se habían desprendido de la confesión de la fe, todavía había una posición tenaz en sus hechos acerca del Señor Jesús; sí, y muchas otras cosas muy loables, y reconocidas como tal por el Señor; y sin embargo, ahí se registra de Sus labios la palabra que expresa Su insatisfacción en vista de lo que ellos defienden. Pero: "Pero tengo contra ti", "pero tú tienes ahí...", ¡pero! Como lo puedes ver, el mismo Señor, cuando Él está teniendo en cuenta el objetivo mismo para el cuel Su Iglesia existe, nunca puede estar satisfecho con la más ortodoxa y sonora declaración de doctrina. Lo que Él busca es el efecto de eso en el universo espiritual, el poder de eso mismo como un registro en esa esfera. Eso es lo que es el testimonio de Jesús.

LA NATURALEZA DEL TESTIMONIO DE JESÚS

Pues bien, tenemos que llegar a ver lo que es en su naturaleza este testimonio de Jesús, es decir, su efecto. ¿Cuál es esa naturaleza? ¿Cuál es el testimonio de Jesús? Bueno, sin discriminación alguna, exhaustivamente, es que Jesús ha vencido a Satanás, Jesús ha vencido al mundo, y Jesús ha destruido el poder de la muerte. Ese es el testimonio integral de Jesús. En Su caso, ese es un hecho. En su caso, el príncipe de este mundo ha sido echado fuera, y el que tenía el poder de la muerte ha sido anulado, y las obras del diablo han sido destruidas. En Su caso, el Señor ha vencido al mundo.

Ahora, el testimonio de Jesús no es sólo una declaración de hechos que son verdad en su caso, sino que estos candeleros en la tierra, aquí y allá y más allá, son los vasos, la encarnación misma de eso de una manera viva. Es por eso que a la lámpara no se le permitiera apagarse en el santuario, sino que la mecha debía ser recortada –con las despabiladeras– noche y mañana para que la llama pudiese mantenerse libre y triunfante. En ella se tipifica la encarnación de esos hechos que son efectuados en Él, y Su ser viva brillantemente expresado aquí en la Iglesia. Ese es el testimonio, y hay una palabra que abarca todo eso. ¿Quieres saber lo que es la derrota de Satanás, la victoria sobre el mundo, y la destrucción de la muerte? Hay una palabra que va directamente al corazón de esto, y esta es la palabra vida. La vida es la suma total de todo el ser de Cristo y de Su obra. Él es la vida. Él viene al mundo como la vida. Él es la compensación en Su persona para esa condición que es universal, a saber, la muerte, la muerte espiritual. Él es la vida. Su presencia es la vida. Todo en torno al Señor Jesús ahora es vida; la muerte no existe en Él. En Él la muerte ha sido devorada en su totalidad. En Su misma persona Él es la plenitud de esa vida de Dios que no tiene nada en ella que pueda ser tocado por la muerte. Su obra es esa. Toda la obra del Señor Jesús se refiere a una cosa, y sólo una cosa, y esa es la vida. En Él, la vida y la incorruptibilidad han sido sacadas a la luz –maravillosa revelación de un pensamiento de Dios. ¡Incorruptibilidad! ¡Qué mundo, qué universo será, cuando esa sea la ley que esté imperando en todo, en todas partes! ¡Incorruptibilidad!

¡Piensa en ello! Ten en cuenta lo fácil que es corromper a la gente hoy en día, y corromper las cosas, y corromper el procedimiento. Considera también el resultado de eso mismo. Pero viene un mundo, una creación, un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habitará la justicia que es incorruptible. La vida incorruptible será la legislación vigente en el nuevo universo de Dios. Ese es el efecto de la obra de Cristo. Se trata de la vida; al igual que la suma de todo el ser y la obra de Satanás es la muerte. La presencia de Satanás es muerte. La persona misma de Satanás es muerte. Él es la muerte. No quiero decir que él es una cosa abstracta, sino que él es la encarnación misma y la personificación de la muerte, y el efecto de toda su obra es la muerte. Satanás ha traído la muerte. Todo lo que Satanás toca, muere. Él ha llevado consigo el aliento mismo de la muerte.

El testimonio de Jesús, entonces, es lo que se ve justo al comienzo del libro del Apocalipsis, donde Él se presenta como el Viviente que estuvo muerto, pero que está vivo por los siglos de los siglos, y tiene las llaves de la muerte y del Hades. El testimonio de Jesús es el testimonio de la muerte devorada en victoria, destruida, como la suma de toda la persona y la obra, la presencia e influencia de Satanás.

Ahora, esto está llevando las cosas justo a lo definitivo, al final –el testimonio de Jesús. Y el vencedor es establecido para ese testimonio. La Iglesia fue traída a la existencia en el terreno de eso. Siempre recuerda que eso ocurrió cuando hubo sido perfectamente realizado en Cristo, y Él fue instalado a la diestra de Dios como el reconocimiento del hecho de que todo esto fue hecho en Él y por Él y para Él; sólo cuando Él estuvo allí sentado en el trono, y la cosa fue perfecta, consumada, fue que la Iglesia comenzó, cuando nació la Iglesia. La vida misma de esa nueva creación, en la Persona del Espíritu Santo, entró en la Iglesia y la convirtió en un ser vivo. La Iglesia nació cuando la vida vino directo desde el cielo, esa vida que había vencido a la muerte; y la existencia misma de la Iglesia es a causa del "testimonio de Jesús". El vencedor sólo se hace visible cuando la Iglesia en su conjunto no ha podido alcanzarlo. El vencedor viene a compensar lo que falta, para recuperar, representar y expresar lo que se ha perdido, a representar el máximo pensamiento de Dios. Lo único que ha de caracterizar al vencedor, ya sea como individuo o como el vencedor colectivo, es este testimonio que se expresa en la vida.

Ahora vemos por qué es importante y esencial que la posición debe ser ocupada por un testimonio de esa manera. Hay que tener una posición para ser capaz de expresar eso. Tú tienes que estar en la posición de crecimiento espiritual representado por la palabra de Pablo, "celestial", y, con el fin de ocupar esa posición, tienes que estar en ese estado o condición representada por el valor de la Sangre, la naturaleza incorruptible del Señor Jesús; y eso, por supuesto, a través de la fe.

LA SANGRE, EL TERRENO DE LA VIDA

Ahora, la esfera de todo esto es la Sangre. "Ellos le han vencido por la sangre del Cordero". Yo no voy a dar nada por sentado, y voy a correr el riesgo de cansarlos con la repetición de cosas muy bien conocidas. Al citar este pasaje, Apocalipsis 12:11, "ellos le han vencido por la sangre del Cordero", vamos a tener nuestras mentes completamente libres de la idea de que esta victoria de la Sangre, se deba a una cuestión de usar la fraseología, es decir, de que ellos se apoderaron de la palabra y comenzaron a lanzarla de alguna manera objetiva sobre la cabeza del enemigo. Sé que hay momentos en que debemos ponernos de rodillas implorando la virtud y el valor de la sangre contra el enemigo, pero eso no se puede hacer de la misma manera que un médico escriba una receta y la aplique mediante una especie de método mecánico para remediar cierta dificultad diagnosticada. No se puede hacer así.

Tú tienes que estar en una posición espiritual para que la sangre sea eficaz, cuando apeles a ella. Tú tienes que estar allí por fe, donde tú en primer lugar, permanezcas por completo en el terreno de Su perfecta justicia por la fe. Eso significa que cada cuestión, duda, todo lo que sugiera estar fuera de la comunión con Dios, se tiene que ir. Todo aquello que suscite la más mínima duda acerca de tu plena comunión con Dios, te paralizará ante el enemigo. Tú y yo tenemos que ser capaces de tomar esta posición ante Dios por la fe –siempre en la fe, sabiendo cuanto hacemos en torno a la vileza y la maldad de nuestros corazones; no obstante, para poder tomar esta posición delante de Dios– que incluso cuanto Cristo está allí, así somos nosotros. Su justicia es la medida de nuestra justicia. Es una posición tremenda, y es algo que ningún mortal jamás se atrevería a asumir, si no fuera en la Palabra de Dios. Ese es el fundamento, y todo lo que esté en nuestra conciencia, que interfiera con eso, es algo paralizante en la presencia del enemigo. Tenemos que lograr aclarar en primer lugar sobre el terreno de qué es la sangre para nosotros ante Dios, como hablando de una vida incorruptible, e igualmente, por supuesto, cualquier cosa sobre la cual el Espíritu mismo ponga el dedo y diga: Mira, eso es algo en lo que te empeñas, algo en lo que actúas voluntariamente, por tu propia voluntad, y con conocimiento, eso no está de acuerdo con la mente de Dios; hay que dejarlo a un lado. De lo contrario, somos derrotados en la presencia del enemigo, y él tiene la ventaja. Se trata de una condición a través de la fe, y caminar en la luz, lo cual nos lleva a una posición de dominio sobre el enemigo, que es la única base segura y el terreno del testimonio, la proyección del testimonio. El testimonio tiene eso debajo de él.

LA SANGRE EFICAZ A TRAVÉS DE LA CRUZ

De modo que no pensemos en el uso de frases para el enemigo. Esto está ocupando una posición que paraliza al enemigo, una posición inexpugnable, y todo lo que puede hacer es andar dando vueltas y vueltas tratando de encontrar alguna manera. La sangre es la base del testimonio. "Ellos le han vencido por (y creo que la traducción es mucho mejor usando "por") la sangre del Cordero". Esa traducción justo nos lleva mucho más adelante en la comprensión. No es por el uso de algo de una manera objetiva, sino debido a algo de una manera subjetiva, debido a la sangre del Cordero. Bueno, como puedes ver, eso significa que la cruz debe haberse convertido en una realidad. La sangre se convierte en liberadora y eficaz por medio de la Cruz. Quiero decir, que la Cruz debe haber quitado todo el terreno de la muerte por el testimonio de la sangre en la vida que es aplicada. El terreno de la muerte es tratado en la Cruz. Como lo puedes observar, el significado específico de la Cruz en este asunto es que allí nosotros, en todo lo que somos por naturaleza, hemos sido tomados y apartados. Esa es la cruz. Después de eso tú tienes el testimonio vivo de la Sangre. Se trata de otra naturaleza, no la naturaleza que ha sido puesta a un lado en la cruz, sino la otra naturaleza, Su propia naturaleza, la que continúa en la gloria –el testimonio. Después de que el sacrificio ha sido ofrecido, la sangre es transportada a través del Tabernáculo hasta el Lugar Santísimo para ser un testimonio permanente de vida, y está allí, como testimonio del hecho de que todo ese terreno de muerte de la vieja naturaleza ha sido abolido, puesto a un lado. Esta sangre en la presencia de Dios dice: Hay otra naturaleza que triunfa sobre eso, triunfa sobre la muerte, sobre el pecado, sobre la carne, y por lo tanto sobre todo el poder de Satanás. Ese es el testimonio actual de la Sangre.

La cruz, entonces, debe haber sido apropiada por nosotros. Debemos haber llegado al lugar en el que aceptamos nuestra unión con Cristo en Su muerte a todo lo que es de la naturaleza; de lo contrario no habrá ningún testimonio vivo. Cualquier intento de testimonio será muy pronto contrarrestado por el enemigo.

Recuerda la historia muy familiar de David, cómo en su celo y entusiasmo, y en la verdadera devoción al Señor, él llamó un día a los ancianos de Israel y el pueblo juntos, y les dijo: Si ustedes lo aprueban y si es la voluntad del Señor nuestro Dios, enviemos un mensaje a todos los israelitas por toda esta tierra, incluidos los sacerdotes y los levitas en sus ciudades y pastizales, a que se unan a nosotros. Es hora de traer de regreso el arca de nuestro Dios. Sí, parece muy bueno, estamos de acuerdo. Es una buena cosa para hacer, y estamos bastante seguros de que va a agradar al Señor. De modo que ellos arreglaron todo el asunto. Ellos tenían un carro hecho para el arca, y tomaron el arca y la pusieron en su carro nuevo, y emprendieron su camino llenos de gran entusiasmo y de celo, seguros de que estaban sirviendo al Señor; y en el camino, los bueyes tropezaron –por ese tipo de cosas es que tarde o temprano inexorablemente sobrevienen serias dificultades–, y Uza extendió su mano para sostener el arca, y la ira del Señor se encendió contra él y murió allí delante de Jehová. David se entristeció con el Señor ese día, y dijo: "¿Cómo podré regresar el arca de Dios para que esté bajo mi cuidado?" Y el arca fue desviada a la casa de Obed–edom, y transcurrió un tiempo largo. A continuación, el siguiente capítulo se abre en un ámbito completamente nuevo. David llama a la santificación de los levitas, y dice: "Nadie, excepto los levitas, podrá llevar el arca de Dios. El Señor los ha elegido a ellos para que carguen el arca del Señor y para que le sirvan para siempre". Más tarde, en el capítulo leemos que David dijo: "Como no fueron ustedes, los levitas, los que llevaban el arca la primera vez, el enojo del Señor nuestro Dios se encendió contra nosotros. No habíamos consultado a Dios acerca de cómo trasladarla de la manera apropiada".

Ahora bien, ¿qué representan los levitas? Justo lo contrario de lo que representa Uza. ¿Qué está haciendo Uza? Bueno, Uza es uno de los custodios de un pequeño y agradable programa de trabajo para el Señor. Lo primero es: Vamos a tener una confe- rencia y discutir la manera de hacer de esto algo agradable para el Señor. Tenemos nuestro carro, nuestro agradable pequeño artificio mecánico; vamos a trabajar para el Señor. Pero apenas se han embarcado en lo propuesto, ante ellos irrumpe la muerte, la muerte ante algo que se ha hecho con las mejores intenciones y el mayor entusiasmo para el Señor. El fin de todo aquello es la muerte. Esto lleva todas las marcas de lo natural, lo que confiere a la carne y la sangre en torno a los intereses del Señor, para empezar; de tener concepciones del hombre puestas en alguna forma para la realización de la obra del Señor, y entonces el hombre asumir la responsabilidad, poniendo su mano sobre las cosas. Es el reino de la muerte, incluso en el servicio del Señor.

Los levitas vinieron a ser exactamente lo contrario de eso. Ellos llevaron el arca sobre sus hombros, no sobre un carro. Los levitas son los que representan el hecho de que todo el terreno de lo natural ha sido apartado por ser el terreno de la muerte. El testimonio que representa este trabajo es el testimonio de Jesús, que es esencialmente el testimonio de que la muerte ha sido absorbida en victoria. Es una contradicción de ese testimonio si tú traes un carro, si te basas en los consejos humanos, si te confías en la mano de Uza. Eso es lo natural, ese es el hombre, esa es la vieja creación. Trae eso junto con el testimonio de Jesús, y eso traerá una contradicción, y Dios no estará junto a una contradicción. La muerte herirá esa estrategia.

Si tú estás estableciendo el testimonio de Jesús, todo tiene que ser coherente con ese testimonio. Tú recordarás que en la consagración de los levitas había tres ofrendas; la expiación u ofrenda por el pecado, en la que se declara que esta vieja creación se destruye con la presencia de Dios; y entonces el holocausto u ofrenda quemada, con su ofrenda de harina amasada con aceite, declarando que aquí hay otra naturaleza, la humanidad perfeccionada sin pecado del Señor Jesús, y su servicio y sacrificio, que es aceptada por Dios, y que es el fundamento de la aceptación, consagración y servicio levítico, y este es ese principio que entra en juego. Eso es lo que en el Señor Jesús es el terreno del servicio; no nuestra orientación y agradables conferencias sobre cómo hacer la obra del Señor, no los artificios en torno a los intereses del Señor; es Cristo realizando todo, rigiéndolo todo. Así es la vida. El testimonio de Jesús es el testimonio de la vida, y todo debe estar en consonancia con eso, lo que significa que todo lo que somos, por naturaleza, debe haber sido por ese sacrificio, esa ofrenda, esa Cruz, muerto y consumido, y es sólo Cristo quien está aquí.

Esto fue justo en ese momento cuando el Señor estaba todo el tiempo reveando en torno a su trato con las siete iglesias en Asia. "No es lo que vosotros estáis haciendo por Mí, queridos efesios. Conozco vuestra paciencia, vuestro arduo trabajo; lo conozco; pero no se trata de una cuestión de lo que estáis haciendo por Mí, incluso con vuestro entusiasmo, vuestra devoción, vuestra paciente labor; sino que se trata de Mí mismo, del poder de Mi vida resucitada, de que Yo sea trascendente en medio de vosotros; de modo que en el reino de Satanás, el efecto se haga sentir mediante los testimonios, de que he vencido y destruido su poder en la muerte". Eso es lo que importa. Eso es todo en la sangre, y que es el terreno de la vida.

LA LECCIÓN DEL CANDELERO

Ahora una palabra en el cierre. Recuerda que, si bien hay un cambio en el candelero (o candelabro) del lugar santo en el tabernáculo para los candeleros en las iglesias de Asia, el principio es el mismo. El principio es el testimonio de Jesús, el mismo en ambos casos. Ahora, cuando tú vuelves al tabernáculo y buscas en el lugar santo en ese candelero o candelabro de siete brazos, ¿qué tienes ahí en el tipo? En primer lugar, en el caso del candelabro, tienes la luz que arroja sobre sí mismo. Eso fue una cosa muy claramente establecida, o dicha, al respecto, que la luz del candelero iluminaría al propio candelero; se mantendría en pie en su propia luz, en su propio testimonio. Luego, además, la luz sería proyectada sobre la mesa de la proposición, y, además, hacia el altar del incienso. Iluminaría su propia vasija e iluminaría todas las cosas allí.

Ahora, aquí yace algo muy valioso, porque, tengamos en cuenta, el principio se prorroga a través del Apocalipsis. Es lo mismo en el testimonio. Ese candelero (o candelabro), con su tronco central y sus seis ramas (o brazos), ese candelabro de siete brazos, es una figura de Cristo y su Iglesia. La designación del Nuevo Testamento es el Cuerpo de Cristo, del cual Él es la Cabeza, el factor central y supremo. Su iglesia es de una sola pieza con Él, un solo Cuerpo, todos compartiendo Su único Espíritu, el único aceite –un único testimonio, el testimonio de Jesús. Sin embargo, esta llama viva del candelero, que debe ser preservada con claridad y de forma continua, cae sobre todo el candelero o el propio vaso, y dice que el testimonio de Jesús debe estar en un cuerpo vivo, y el propio cuerpo debe estar en la luz del testimonio, radiante con su propio testimonio. No hay que mantener una luz para otras cosas y otras personas y estar uno mismo en oscuridad. No se debe declarar palabras como "Jesús vive" y estar uno mismo muerto. Esa es la vivencia de la propia Iglesia, ese es el testimonio, que no sólo se encuentra sosteniendo la verdad al mundo, sino que está en el bien de la verdad misma; que no se limitó a decir, Jesús ha vencido la muerte y la vida, sino también diciendo: Yo estoy en el bien de eso, yo estoy aquí como un testimonio vivo de eso, para que la luz pueda brillar sobre mí. La Iglesia debe ser capaz de soportar la luz del propio testimonio; tomar esa luz, trazarla en sí misma y decir: No estoy diciendo cosas que no sean ciertas con respecto a mí misma, yo soy la expresión viva de esa doctrina.

Amados, cuando hablemos de la Iglesia, recordemos que somos miembros de Su Cuerpo, y que lo que ocurre en el conjunto tiene que ser cierto en todas las partes. Este es el vencedor. Tengo que preguntarme a mí mismo a la luz de esto, ¿Soy yo un vencedor? Tú tienes que preguntar lo mismo.¿Eres tú un vencedor? ¿Podrá la luz de este testimonio caer sobre ti, y encontrarte tú capaz de enfrentarte a ella? ¿Podemos decir, ¡Él vive, Él ha vencido a la muerte! no sólo como una declaración sobre el Señor Jesús en el cielo, sino como un testimonio que se sustenta en cada uno de nosotros en lo que somos? ¿Podemos cada uno decir: El poder de la vida resucitada está trabajando en mí; yo conozco el poder de Su vida resucitada? ¿Dios me lo ha hecho saber a través de la experiencia en las profundidades? ¿He conocido una y otra vez lo que está por venir en el poder de Su resurrección? ¿Conozco lo que está en contra de los embates de la muerte el ser vencido por la vida del Señor resucitado en mí? ¿Se puede decir eso? Ese es el vencedor. Ninguna iglesia puede tener ese testimonio más allá de la medida en que los miembros individuales de la misma lo tengan. Una cosa que tú y yo, como miembros de una iglesia local, debemos tener continuamente puesta sobre nuestros corazones es la siguiente: Señor, impídenos ser más que una embarcación o vehículo de la doctrina; haznos estar caracterizados por la vida, de modo que otros al llegar, si entienden lo que se dice o no, puedan exclamar: Yo no lo entiendo todo, pero allí está la vida; me encontré con el Señor vivo allí. Prefiero que la gente se vaya sin que hayan entendido una palabra, pero que sean capaces de decir eso, a que ellos hayan comprendido las cosas mentalmente y no hayan sentido el impacto.

Oremos para que el Señor nos haga vencedores individual y colectivamente, en este sentido, que el testimonio no sea simplemente algo que estemos extendiendo al mundo, a la Iglesia, sino un testimonio cuya luz pueda caer sobre nosotros, y podamos estar en la luz de nuestro propio testimonio sin sentir vergüenza.

Esa luz cayó sobre la mesa de la proposición, y declaró el testimonio de Jesús para una humanidad viviente, un hombre conforme al corazón de Dios, que es nuestro sustento, nuestra vida, nuestro apoyo, nuestra comida. Vivimos porque Él vive. Ese es el significado de la proposición: que vivimos porque Él vive. Así, la luz cae sobre el pan de la proposición, y da testimonio de Cristo, nuestra vida. Entonces, el altar del incienso da testimonio de que tengamos una manera clara a través de Dios, un cielo abierto, la comunión con Dios en la vida de Cristo resucitado. Ese es el testimonio de Jesús. No hay nada más que la doctrina respecto de eso. Vivir porque Él vive, vivir para Él, y tener un camino por medio de Él de acceso claro y vivo ante el Padre; ese es el testimonio de Jesús, y necesita ser restaurado con mayor plenitud entre el pueblo del Señor. Ora acerca de esto, y sobre tu propia participación en esto, que la vida por la cual Jesús venció a la muerte sea una realidad en ti y a través de ti.

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