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Hombres Cuyos Ojos Han Sisto al Rey

por T. Austin-Sparks

Capítulo 4 - Mirándole Cambiado, Transformado

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:1,2,5).

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).

La unión entre los dos pasajes está en una palabra, desafortunadamente es ligeramente oscurecida en la traducción. En la versión King James está: “son cambiados en la misma imagen”; en la revisada: “son transformados en la misma imagen”. Los revisores ciertamente hicieron un breve avance sobre lo otro, y quizá con fina sensibilidad, o sentido de conveniencia, ellos evitaron poner la verdadera traducción, e hicieron este breve avance a “transformados”. El hecho yace en que tenemos la misma palabra griega aquí en Corintios como aquélla que es usada en Mateo para describir lo que pasó en ese Monte. “Y se transfiguró delante de ellos”; esa es exactamente la misma palabra como está aquí traducida alternativamente “cambiados” o “transformados”. La traducción exacta en Corintios sería, “somos transfigurados en la misma imagen". Así que los hijos de Dios tienen una transfiguración, tal como la tuvo el Señor Jesucristo.

La Suya fue un evento, un hecho, una cosa; podemos decir como de un momento. Nosotros no sabemos cuánto duró, pero fue en un punto de tiempo definido. La nuestra es un largo proceso, en verdad, desde el principio de nuestra vida cristiana hasta su clímax. Esto es lo que se supone que nos debe estar aconteciendo; estamos siendo “transfigurados en la misma imagen de gloria en gloria”.

EL RESPLANDOR DE LA GLORIA DEL HOMBRE PERFECTO

Esto al momento es muy desafiante para nosotros, para la historia, vida y progreso cristiano. Tal vez haya –y yo siempre estoy consciente de estar en terreno muy delicado al hacer cualquier comparación entre el Señor Jesús y nosotros–, repito, tal vez haya algo diferente respecto a Él. Se ha dicho que la transfiguración fue el resplandor de Su deidad, y no tengo disputa alguna respecto a esto; si eso fue así, muy bien; esto no afecta al tema en nada. Pero nosotros tenemos razones para creer que es algo xmás que sólo aquello –de que era el perfeccionamiento de Su humanidad, y el resplandor de la gloria de un Hombre absolutamente perfecto.

Nosotros creemos, sentimos y tenemos el terreno para creer, que algo de eso fue la intención de Dios para todos los hombres, cuando Él dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Y cuando hay tanto en la Palabra acerca de la gloria y la glorificación, que es la consumación de nuestro peregrinaje, de seguro que hay algo en la transfiguración del Señor Jesús que no está del todo aislado de lo que el Señor ha propuesto para nosotros.

Es ahí donde pondré el énfasis en nuestra consideración presente; este es el punto. En verdad, en una meditación anterior acerca de este asunto, hemos dicho esta misma cosa. Dijimos que la gloria que tomó posesión de Él, y emanó de Él, le llenó y transfiguró, era la gloria de Su personalidad satisfaciendo completamente a Dios. Porque la satisfacción de Dios es siempre el terreno de gloria en dondequiera que se lea en la Biblia. Cuando tú quieras encontrar en algún lugar aquel estado de cosas con el que Dios pueda estar muy bien agradado, hallarás allí la gloria; la gloria llena y desborda. Este es el caso supremo en el Señor Jesús, y esto es el por qué en este punto, la voz del cielo lo atestiguó, lo señaló, y dijo: “...en quien tengo complacencia”. El Padre estaba completamente satisfecho.

Repito entonces, que fue la gloria de Su personalidad como el Hijo del Hombre; porque casi en asociación con esto, Él habló de Su segunda venida como “la venida del Hijo del Hombre en la gloria del Padre”. Esto en lo que a Su perfección se refiere, no fue algo que se llevó a cabo en el monte. El monte fue la marca y la consumación de Su perfeccionamiento. No me refiero al asunto del pecado –pecador o sin pecado–, sino al perfeccionamiento de Su carácter, el perfeccionamiento de ese hombre interior, a lo que nosotros llamamos personalidad. Personalidad es una cosa extraña, una cosa elusiva, algo que no lo puedes agarrar, pero tú no puedes confundirla; esta es la persona dentro –el hombre de adentro.

Ahora, Él, en esa vida interior Suya, ha resuelto todo este asunto de la complacencia de Dios, la satisfacción de Dios por medio de Su vida. Hubo la aprobación divina en Su bautismo en palabras similares, indicando, probablemente, que sus treinta años de vida fueron aprobados; ciertamente indicando que el paso que Él estaba dando ahora, saliendo en público con la cruz aceptada (porque Su bautismo ciertamente implica esto), fue aprobado. Esto trajo la palabra del cielo: “Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

Pero ahora este período, entre el bautismo y la cruz, está concluyendo, ¡y qué periodo! Un escritor del Nuevo Testamento dice que Él fue “tentado en todo según nuestra semejanza”. Y todo eso fue recapitulado en un corto período de tres años y unos cuantos meses. Sí, el infierno lo probó; el mundo lo probó; y en un sentido, el cielo le probó. Él fue tentado en todo detalle y ganó en todo. Él, en aquel tiempo, fue perfeccionado a través de sufrimientos, “por lo que padeció aprendió la obediencia”. Aquel tiempo trajo esa vida interna, esa personalidad interna a la perfección. Ahora, tú vas a ver por qué estoy diciendo esto al principio; esto no es nuevo, esto no es fresco, pero es básico para todo el resto. Ese es el punto.

NOSOTROS TODOS SOMOS TRANSFIGURADOS

El apóstol se aferra a esa misma palabra, y dice: “Somos todos... somos transfigurados en la misma imagen.” Yo estoy contento que él haya usado esa pequeña palabra con su significado tan comprensivo –“Somos todos ...” Él no está sólo hablando acerca de sí mismo y sus compañeros de trabajo, hermanos en la obra; él está hablando de los corintios y todos los creyentes. “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Él se apodera de esa misma palabra, y la trae a todos los santos, haciendo de aquello que ha sido perfeccionado y completado en el Señor Jesús, un proceso continuo en la vida de los creyentes. Él está diciendo: Lo que fue completado y perfeccionado en Aquel Uno, ha de ser ahora reproducido en nosotros progresivamente; esa perfección, ese carácter, esa personalidad –la personalidad del Señor Jesús– perfeccionada, traída dentro nosotros, desarrollada en nosotros, manifestada a través nuestro. Podemos igualmente bien sustituir la palabra “carácter” por “personalidad”.

Ahora la primera cosa que se debe anotar acerca de esto, que es, desde luego, alentadora y de gran ayuda, es dónde el apóstol termina esta declaración, “como por el Espíritu del Señor”. Con todo aquello que sabemos de la venida del Espíritu Santo, la Persona y obra del Espíritu Santo, todos los efectos del advenimiento y habitación del Espíritu, reconozcamos esto como supremo: la obra inclusiva del Espíritu Santo, en todas sus múltiples actividades, es una cosa –el reproducir al Señor Jesús en un pueblo. Cuando tú oras acerca del Espíritu Santo, y hablas del Espíritu Santo, recuerda eso. El supremo y comprensivo objeto del Espíritu Santo es el de reproducir al Señor Jesús, en Su carácter, Su personalidad, Su perfeccionada hombría o humanidad, en un pueblo.

Eso nos prueba mucho, a ti y a mí. Si realmente lo contemplamos –y ello ha desafiado mi propio corazón al punto de hacerme muy indeciso para hablar libremente–, la prueba del Espíritu Santo teniendo su camino en tu vida y la mía, la prueba de que Él está ahí y que Él está haciendo Su obra, es nuestra transfiguración. En otras palabras, lo que Cristo es en Su humanidad perfecta, ¿está llegando a ser más y más verdadero en nosotros, en nuestras naturalezas, en nuestros corazones? La prueba real de una vida gobernada por el Espíritu yace aquí: el incremento progresivo del carácter de Cristo. Si nos vamos a encontrar los unos a los otros como verdaderos hombres y mujeres gobernados por el Espíritu, lo que debemos encontrar los unos en los otros es al Señor Jesús, y eso debe ser, no solamente hoy, no sólo una vez en nuestras vidas, sino yendo adelante todo el tiempo.

TRANSFIGURADOS POR MEDIO DE LA LIBERACIÓN DEL ESPÍRITU

Esa es la prueba y la evidencia y el desafío de la presencia del Espíritu Santo, y de la libertad del Espíritu Santo para obrar. Mira, el apóstol dice aquí, justamente en una frase anterior: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Cor. 3:17). Él está, de hecho, haciendo una comparación o un contraste con la vieja dispensación de la ley, -Moisés descendiendo con la Ley. Allí todo era compulsión; allí todo era “debes” y “no debes”; esclavitud, servidumbre, limitación, supresión, represión, una angustiosa y consumante lucha. Ahora todo esto se ha ido, y el Espíritu viene y tiene su manera. Moisés, aun representando este orden de cosas, y esta dispensación, tuvo que ponerse un velo sobre su rostro, no para esconder la gloria, sino para esconder la partida de la gloria, y pretender; pretender –porque, como tú lo sabes, esta era una dispensación del pretender, en lo exterior. Esto es de lo que el Señor estaba en contra en Su día, con las escribas y fariseos. Él los llamó ”hipócritas", es decir, pretendían algo que no era verdadero; era todo puesto encima, por fuera. La gloria que se había ido no era vista debido a este velo de pretensión.

Pero con Cristo, dice el apóstol, todo aquello se ha ido. El Espíritu ha venido, y ha venido adentro; ha entrado en nosotros; ahora nos ha hecho libres de toda esa suerte de cosas. Cuando el Espíritu es Señor, hay libertad; todo es espontáneo, es libre, simplemente sucede; tú no tienes que hacer creer, luchar, angustiarte, preocuparte y reprimir; sucede si el Espíritu Santo está allí. ¿Y qué pasa, qué sucede? Comienza la gloria del Señor -es decir, la perfección de Su Humanidad–, y continúa para expresarse de por sí en nosotros, espontáneamente. Esa es “la vida del Espíritu”. Es “vida cristiana normal”. Hay algo subnormal en caso de que no sea así, y algo anormal si es que tú lo estás fingiendo. Pero lo “normal” es que el Espíritu Santo, teniendo Su camino, haga una cosa: Él hace que Cristo sea más y más manifiesto en nuestros cuerpos mortales.

Así que aquello es el corazón de esto. Ahora, el punto es, que esta es la obra del Espíritu Santo. Eso nos ayuda mucho, que el Espíritu Santo haya tomado la responsabilidad por esto en Sus propias manos. Tú y yo no tenemos que luchar para ser como Cristo. Con todo el debido respeto hacia Tomás de Kempis, esta no es una “imitación” de Cristo –algo que nosotros tratamos de hacer. Es esto: para un verdadero hijo de Dios, que definitivamente no está poniendo obstáculo en el camino del Espíritu Santo, es tan natural llegar a ser cada vez más como Cristo, como el respirar. Ahora, tú no te detienes para discutir la pregunta si vas o no a respirar, cuántas respiraciones vas tener; si es que vas a respirar ahora, o guardarlo para más tarde, o hacer una teoría de ello –tú lo haces sin pensarlo. Y es así de natural, porque el Espíritu Santo es nuestro aliento, nuestra vida. ¡Pon esto contra las muchas dificultades con las que las personas se encuentran para ser como Cristo!

TRANSFIGURACIÓN POR MEDIO DE PRUEBAS

Ahora, lo que se dice aquí son estas dos cosas: Primeramente, está el modelo perfecto, completo –Cristo glorificado. El Espíritu Santo viene a ejecutar ese modelo progresivamente en las hijos de Dios. Él ha venido para ese propósito, tomar control y hacerlo. No nos permitimos decir cómo lo hará Él. Él escoge Su propio medio. Eso guiará a lo siguiente. El apóstol prosigue: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). Ahora, ¿cómo va a ser hecho? ¿Cómo van a contener estos frágiles vasos de barro, y cada vez más contener y manifestar esta gloria del carácter de Cristo? Tal vez no en la forma como nosotros pensamos, o escojamos. “8Estamos atribulados en todo... en apuros... perseguidos... derribados... llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús... nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús... la muerte actúa en nosotros”.

Eso es un poco desconcertante, desalentadora lista de cosas, pero es así como el Señor lo hace. El hecho no es menos cierto que esto, así nos guste o no; el estar atribulados por todos lados significa que estamos siendo traídos a algo más del Señor Jesús, y que algo más del Señor Jesús es impreso en nosotros. Esto significa que tú y yo nunca vendremos a esta transfiguración sino sólo por medio de estas tribulaciones y adversidades. Estos son los medios del Espíritu Santo para nuestro perfeccionamiento, de nuestro crecimiento en Cristo.

Es una pena que deba ser así; una gran pena que nosotros no podamos ser como Cristo, sin haber sido puestos en dificultades y problemas y sufrimientos. ¡Pero es así como es! Dale a la gente absoluta exención de toda clase de problemas y dificultades; y verás qué clase de personas son: egocéntricos, autosuficientes, imponentes. Las personas que nunca se enferman tienen gran dificultad para ser compasivos y compresivos con los enfermos. Ellos tienen, por lo menos, que hacer un gran esfuerzo para ser pacientes con ellos –¡por eso es que me gusta que los doctores estén enfermos a veces! Pero la compasión, comprensión, paciencia, nos vienen a lo largo de esta línea de dolorosas experiencias. Es un asunto de carácter, ¿no es cierto?

Y así, el apóstol pone a la largo de nuestra transfiguración todas estas dificultades y adversidades. En efecto, él dice: Este es el material del Espíritu Santo. Estos son los instrumentos del Espíritu Santo para trabajar a Cristo en nosotros. Si no somos rebeldes, si no permitimos que la amargura trepe en nuestro espíritu sigilosamente, esto opera de esa manera. Bajo el gobierno del Espíritu Santo, sufrimiento y tribulación, dificultad y adversidad, realizará esto.

OCUPADOS CON EL SEÑOR

Pero entonces el apóstol aquí nos señala. Él dice: “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo...” Los revisores han tenido alguna dificultad aquí, como tuvieron los traductores de la versión autorizada, y ellos no han obviado su dificultad. Aquí hay un asunto en que realmente no sabían exactamente lo que Pablo quiso decir; de modo que lo pusieron en estas diferentes formas –lo que nosotros tenemos en el texto y lo que tenemos al margen. Quiso decir que nosotros somos un espejo, que la imagen es puesta en nosotros como puesta en un espejo y entonces la refleja. ¿Es esto lo que quiso decir? ¿O quiso decir que Cristo es el espejo y que nosotros estamos mirándolo a Él, y Él está reflejando la gloria de Dios? Pienso que esto es lo que quería decir. El habló de “la gloria de Dios es la faz de Jesucristo”. Creo que la palabra “faz” ahí, es equivalente a “espejo”. Sé que no es la misma palabra griega, sino que es sólo otra palabra en significado; es “en la faz de Jesucristo”. “Nosotros, mirando como en la faz de Jesucristo”; esto es a lo que el apóstol se refería aquí.

Ahora, la palabra “mirando” es una palabra poderosa; no es sólo echar una mirada, es “fijar nuestra mirada”. Esto es a lo que el Nuevo Testamento se refiere por mirar. Nosotros todos, fijando nuestra mirada en Cristo, así como Él refleja en Su Persona la gloria de Dios, la satisfacción de Dios, la mente de Dios en perfección. El punto es que tú y yo debemos contemplar al Señor Jesús es espíritu, y debemos estar muy ocupados con Él. Debemos tener nuestro Lugar Santísimo donde nosotros nos retiremos con Él. Debemos tener un lugar secreto donde gastemos tiempo con Él. Y no solamente en ciertas ocasiones especiales, sino que debemos buscarle según nos movemos, para siempre tenerle delante de nosotros. Al mirar al Señor Jesús, contemplándole, seremos cambiados en la misma imagen. El Espíritu Santo obrará sobre la base de nuestra ocupación.

Tú te conviertes en aquello que te obsesiona; lo que te ocupa, ¿no es cierto? ¿Ves tú con lo que la gente está ocupada? Y tú puedes ver su carácter variando con sus obsesiones. Ellos se están convirtiendo en la misma cosa que los obsesiona; ellos están cambiando; ellos se están volviendo diferentes. Algo se ha apoderado de ellos; no pueden pensar en otra cosa, hablar de otra cosa; y esto está transformando su carácter. Ahora Pablo dice: “Para mi el vivir es Cristo –estando ocupado con El”. Esta es la palabra equivocada, pero no obstante será bueno si Él se vuelve nuestra “obsesión”, nuestra continua ocupación, al nosotros fijar nuestra mirada resueltamente en Él. El Espíritu nos cambia en la misma imagen.

“ESTE MINISTERIO” ES PARA TODOS: UN ASUNTO DE CARÁCTER

Note el contexto de estas palabras en 2 Corintios. El apóstol aquí se refiere principalmente al efecto de la vida de creyentes en este mundo, sobre esta tierra. Él llama a este efecto “este ministerio”. Tal vez aquella palabra necesita transfigurarla para nosotros. Note que cuando él dice: “Nosotros todos, mirando...”, él incluye a todos los creyentes en esa palabra “ministerio”. Es a todos los creyentes a quienes él está hablando acerca del ministerio. Y aquí yace una tremenda diferencia. Nuestros conceptos, técnico y profesional del “ministerio” son mayormente externos. Eso es, tú das un título; tú, más o menos, te pones un uniforme; y así tú eres el “ministro”. Todo es puesto por fuera, por lo tanto esto puede ser artificial. Pero lo que el apóstol está diciendo aquí es que el ministerio no es algo que tú te pones, sino algo que brota de adentro. Todos nosotros –y eso te incluye a ti, a mis hermanos y mis hermanas– somos llamados al ministerio. Cualquier aplicación especial de esta palabra, sólo sería permisible en el Nuevo Testamento en cuanto a medida, y no en cuanto a clase. Esto es, que algunos tienen un ministerio especial, y ellos son ministros de Dios en esa manera particular. Con esa medida particular. No es que ellos son una clase de llamados “ministros” y otras personas son “laicos” –tales ideas son extrañas al Nuevo Testamento. “Nosotros todos, mirando”, tenemos el ministerio como resultado de aquella mirada. Y así, todos somos llamados al ministerio; es sólo el efecto de nuestro estar aquí.

Ahora, ¿qué es lo que el apóstol está diciendo respecto a esto? El está diciendo claramente que la personalidad y el ministerio deben ser uno ¡Cuán escudriñador es esto! Pero ¡cuán más significativo! El ministerio no debe ser “alguna cosa” – predicación, enseñanza y todas esas cosas que se llaman “ministerio”–, algo simplemente hecho, mientras que el hombre en sí mismo es diferente, y la persona está aparte. Lo que Pablo está diciendo tan enfáticamente aquí es esto, que cuando te encuentras con un hombre o mujer, verdaderamente habitados y gobernados por el Espíritu, lo que ellos dicen brota de sus vidas –es parte de su misma vida. Su enseñanza se puede ver que ha sido gravada en su historia y experiencia. Cuando ese hombre o esa mujer busca enseñar, “ministrar”, decir algo de carácter cristiano a alguien, es sabido que esto sale de una historia secreta con Dios, algo que el Espíritu Santo ha hecho en ellos. Su ministerio y su carácter son idénticos.

Esto es en verdad muy importante; es indispensable. Ese es el por qué el Espíritu Santo es tan meticuloso concerniente al carácter, muy cuidadoso acerca de la personalidad, acerca del hombre interior, la vida interior. Es por eso, que si estamos bajo Su gobierno –y esto no es aplicable a todo el que ministra, o está en el servicio cristiano–, pero sí si nosotros realmente estamos bajo el gobierno del Espíritu Santo, si nosotros, en palabra, nos sobrepasamos de lo que es la realidad en nuestras propias vidas, el Espíritu Santo nos lo mostrará, y, en efecto, se encargará de llevarnos a la altura de nuestra enseñanza –de que la cosa sea mantenida en correspondencia y balance. ¿Alguna vez has dicho algo, y el Espíritu Santo te ha chequeado, y dicho: ¿Es cierto esto de ti? ¿Eso algo que tú has dicho? Es muy importante y, si fuéramos honestos, no lo tendríamos de ninguna otra manera. Nosotros queremos que sea así.

EL IMPACTO DE LA GLORIA

Pero esto es algo que involucra la gloria –ese es el punto. Es que existe tal cosa como el poder del Espíritu Santo en la gloria. Hablamos de ello en una ocasión previa como el ”impacto”, el impacto de la transfiguración en aquellos hombres; y el impacto de la visión del Señor en cualquiera después, fue lo que registró el poder. Ahora, usted y yo tal vez anhelamos y ansiamos grandemente que haya impacto en nuestras vidas, que haya poder, que nuestra vida lo registre, que nuestra presencia no deje las cosas como estaban. En la medida que continuamos, anhelamos que, cuando hayamos pasado, algo haya sido dejado como una impresión, al menos a través de nuestra presencia, y tal vez a través de nuestro ministerio; algo que permanezca. Sí, impacto es una muy buena palabra.

Eso está ligado con la gloria –esto es la gloria. Se registra, es algo que permanece. Algunas cosas podrán venir, y por un tiempo la gloria puede ser cubierta, pero hay algo allí que surgirá nuevo. Yo tengo que confesar que he tenido dificultad en comprender –y a la vez hay algo de comprensión–, por qué todos hemos sido hechos de la misma manera, cómo es que tres hombres, y uno en particular, pudieron estar en el monte de la transfiguración, y en Su hora de necesidad, pudieron ellos abandonarlo y huir por sus propias vidas; o cómo uno entre ellos fue quien, por revelación del Padre, declaró que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. Cómo es que este hombre cuando llegó el tiempo, pudo negarlo con juramentos y maldiciones. Y todavía, esto fue cubierto por un velo, por el momento; la gloria vino después. La gloria le vino a Pedro al final. Muchos años más tarde él se acuerda: “Estuvimos con Él en el monte santo”. Aquello permaneció. Hubo un eclipse temporal, pero fue algo de lo que ellos no se olvidaron. Dios no permita que tal eclipse sea verdadero en nosotros; tal vez nunca tendremos que seguir el mismo camino que ellos siguieron. Pero hay una permanencia acerca de este asunto –un efecto que permanece, y es realmente tener a Cristo revelado en el corazón; y por esa revelación interna de Él, hay una manifestación de Su carácter, algo permanente.

Ahora está claro que nosotros no podemos decir esto de todo lo que es llamado “ministerio”. Es un sermón, una dirección, algo dado y que pasa. Y sigue así en una rutina, semana tras semana, semana tras semana. Pero, por supuesto, no queremos que eso sea así. Realmente no queremos entrar y salir, que sólo ocurran cosas, no dejando una marca permanente. No, hay un impacto ligado con esto. Entonces, no es un asunto que nosotros llamamos “el ministerio” –algo externo. El “ministerio” con Pablo no es algo menos ni ninguna otra cosa que lo que es verdadero de Cristo brotando de la vida de Sus siervos, de Su pueblo; estando ahí, y brotando.

“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Corintios 4:1,2).

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