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La Centralidad y Supremacía del Señor Jesucristo

por T. Austin-Sparks

Capítulo 3 - La Centralidad y Supremacía de Cristo para la Iglesia, que es su Cuerpo

“Reunió David en Jerusalén a todos los principales de Israel, los jefes de las tribus, los jefes de las divisiones que servían al rey, los jefes de millares y de centenas, los administradores de toda la hacienda y posesión del rey y de sus hijos, y los oficiales y los más poderosos y valientes de sus hombres. Y levantándose el rey David, puesto en pie dijo: Oídme, hermanos míos, y pueblo mío. Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar. Mas Dios me dijo: Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre. Pero Jehová el Dios de Israel me eligió de toda la casa de mi padre, para que perpetuamente fuese rey sobre Israel; porque a Judá escogió por caudillo, y de la casa de Judá a la familia de mi padre; y de entre los hijos de mi padre se agradó de mí para ponerme por rey sobre todo Israel. Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel. Y me ha dicho: Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios; porque a éste he escogido por hijo, y yo le seré a él por padre. Asimismo yo confirmaré su reino para siempre, si él se esforzare a poner por obra mis mandamientos y mis decretos, como en este día. Ahora, pues, ante los ojos de todo Israel, congregación de Jehová, y en oídos de nuestro Dios, guardad e inquirid todos los preceptos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la buena tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos después de vosotros perpetuamente. Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. Mira, pues, ahora, que Jehová te ha elegido para que edifiques casa para el santuario; esfuérzate, y hazla. Y David dio a Salomón su hijo el plano del pórtico del templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposentos, sus cámaras y la casa del propiciatorio. Asimismo el plano de todas las cosas que tenía en mente para los atrios de la casa de Jehová, para todas las cámaras alrededor, para las tesorerías de la casa de Dios, y para las tesorerías de las cosas santificadas. También para los grupos de los sacerdotes y de los levitas, para toda la obra del ministerio de la casa de Jehová, y para todos los utensilios del ministerio de la casa de Jehová. Y dio oro en peso para las cosas de oro, para todos los utensilios de cada servicio, y plata en peso para todas las cosas de plata, para todos los utensilios de cada servicio. Oro en peso para los candeleros de oro, y para sus lámparas; en peso el oro para cada candelero y sus lámparas; y para los candeleros de plata, plata en peso para cada candelero y sus lámparas, conforme al servicio de cada candelero. Asimismo dio oro en peso para las mesas de la proposición, para cada mesa; del mismo modo plata para las mesas de plata. También oro puro para los garfios, para los lebrillos, para las copas y para las tazas de oro; para cada taza por peso; y para las tazas de plata, por peso para cada taza. Además, oro puro en peso para el altar del incienso, y para el carro de los querubines de oro, que con las alas extendidas cubrían el arca del pacto de Jehová. Todas estas cosas, dijo David, me fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del diseño. Dijo además David a Salomón su hijo: Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová. He aquí los grupos de los sacerdotes y de los levitas, para todo el ministerio de la casa de Dios, estarán contigo en toda la obra; asimismo todos los voluntarios e inteligentes para toda forma de servicio, y los príncipes, y todo el pueblo para ejecutar todas tus órdenes” (1 Cr. 28:1-21).

“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18)..

La segunda esfera de la centralidad y supremacía del Señor Jesucristo es la de la iglesia, el cuerpo. Para comenzar, fijémonos exactamente en lo que se dice en este versículo: "...y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él tenga la preeminencia". Esta traducción "él que es el principio" no es suficiente; la traducción más completa y literal debería ser: "en que él es el principio". Le ayudará a comprender lo que aquí se dice, leyéndolo así usted tendrá una más plena aprehensión de la verdad. "Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, en que Él es el principio, el primogénito de entre los muertos". Así usted ve que aquí la iglesia está relacionada a Cristo por Su resurrección. "En que Él es el primogénito de entre los muertos". Él es la cabeza del cuerpo, la iglesia, en Su resurrección.

RESURRECCIÓN Y SEÑORÍO

El señorío tiene dos facetas. En cuanto a posición, Él ocupa el lugar supremo; y en cuanto a tiempo, ese lugar fue ocupado por Él con relación al cuerpo, la iglesia, en su resurrección. Por lo que el señorío de Cristo sobre el cuerpo, la iglesia, es mediante su resurrección. Esto representa más de lo que puede parecer en un momento, pero a medida que avancemos sé que usted verá el contexto más amplio y pleno. Habiendo hablado ya bastante sobre el señorío de Cristo y su supremacía y centralidad en la vida del creyente en particular, debemos reconocer que el señorío individual de Cristo no es, en lo que al creyente se refiere, una autoridad independiente. Es relativo, en otras palabras, no hay tantas cabezas como creyentes, constituyéndose cada creyente en una entidad de autoridad única, haciendo de cada creyente una autoridad independiente. En tanto que el señorío debe ser establecido en cada creyente individual, hay sólo un señorío y no diez mil veces diez mil, o una innumerable multitud.

Una cabeza: significa que todo está relacionado, y el verdadero sentido del cuerpo es el de una unidad bajo una cabeza. La idea, la concepción de un cuerpo claramente representa el concepto de una unidad bajo una cabeza. La supremacía individual de Cristo llevará al espíritu y al principio del cuerpo. Quiero decir que si Cristo es realmente el centro absoluto en la vida individual de los creyentes, el resultado natural, espontáneo e inevitable de todo esto será el principio del cuerpo. Si Cristo mora en tu corazón por la fe –que hemos considerado como una fase de la centralidad y supremacía individual de Cristo–, si Cristo habita en tu corazón individual mediante la fe, ello nos conduce a la siguiente parte del versículo: "... a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos..." Cristo habitando en el corazón del individuo, inmediatamente nos lleva a "todos los santos".

El principio del cuerpo emana del establecimiento de la centralidad y supremacía o señorío de Cristo en el individuo. Hay una contradicción, amados, si alguien dice que Cristo es absoluto en su corazón y en su vida, pero él aún está marcado y caracterizado por acciones e intereses personales e independientes. Hay una profunda contradicción aquí. Cristo no puede tener supremacía absoluta en la vida de un individuo que aún mantiene una independencia e intereses o actividades personales. Si alguno es ley para sí mismo en su espíritu –aunque él no quiera admitirlo–, si su vida asume una forma autónoma, separada, independiente, desligada del resto del pueblo de Dios, siendo como un compartimiento hermético, hay una contradicción aquí, Cristo no es supremo, Cristo no es central. Estas dos cosas no pueden ser reconciliadas, la independencia y el cuerpo; la independencia y la supremacía del Señor Jesucristo, porque Él es supremo en la vida como cabeza, pero no meramente como cabeza de un individuo, sino la cabeza del cuerpo, una cabeza sobre todo. El cuerpo, con relación a la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, opera al revés del espíritu de independencia.

EL CUERPO DE CRISTO REPRESENTA SU VICTORIA

Podemos ver que el cuerpo de Cristo representa una tremenda victoria. Ese cuerpo surge de su resurrección o con su resurrección, y el preeminente ejemplo del ejercicio del poder divino en este universo es la resurrección del Señor Jesucristo de los muertos, o de entre los muertos. Esta resurrección de Cristo de entre los muertos mostrando el supremo ejercicio del poder divino, representa la poderosa victoria de Dios en Cristo, y si el cuerpo de Cristo surge con su resurrección y en ella, este cuerpo es parte de una expresión de esa poderosa victoria de Dios. Ahora, Efesios lo aclara y confirma: "...la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales". El cuerpo de Cristo en su realización es la poderosa victoria de Dios en Cristo. ¿Cuál fue la naturaleza de esta victoria? ¿Sobre qué fue esta victoria? Fue sobre aquel espíritu que entró en escena en el universo y encontró directa y concreta expresión trayendo el cisma, la desintegración en el universo.

Todo era gobernado como una totalidad en Dios. Todo era uno en Él. Él en la eternidad pasada, reunió todas las cosas en su Hijo, el Señor Jesucristo, en el cual todas las cosas reunidas subsisten; debía ser un todo corporativo reunido unitariamente en el Hijo de su Amor. Cuando Satanás, Lucifer, vio la posición preeminente y la trascendencia de la gloria del Hijo de Dios, él aspiró a ocupar una posición superior que aquella, tener una mayor, más alta, así que él rompió la relación de todas las cosas con la cabeza, y con una independencia de espíritu, de acción y motivación él actuó por sí mismo, separado de la cabeza divinamente establecida. El resultado de esto trajo un cisma y un quiebre en el cielo; la unidad en los cielos fue quebrada, y los ángeles que no guardaron su dignidad, fueron arrojados de allí y reservados para prisiones eternas. La unidad en los cielos fue rota. Pero Lucifer introdujo ese espíritu dentro de la creación; y mientras Dios le había dado al hombre todas las cosas para tenerlas en Cristo (en su secreto que aún Él no había revelado a las edades, su misterio, el secreto oculto de su corazón concerniente a su Hijo), el enemigo, Lucifer, de nuevo, provocó, indujo, tentó y atrajo al hombre a actuar por sí mismo separado de Dios, y el hombre se movió independientemente de Dios, actuó con un espíritu independiente, egoísta, para obrar por sí mismo y no según el querer de Dios.

Así, en la tierra, el cisma del cielo tuvo una contraparte: la unidad de todas las cosas en Dios se quebró, y de ahí en adelante el principio de la raza caída es independencia, autodirección, autorrealización y autoposesión; la carne es justo eso, y esto arranca de la historia terrible de esa rebelión en los cielos y el desastre en la tierra. No hay unidad hasta que Cristo viene, Dios en Cristo. En este punto, el adversario tiene que enfrentarse a Dios en Cristo, y cuando Dios levantó a Cristo de entre los muertos y le trajo con Él –como el primogénito de entre los muertos– la iglesia, el cuerpo, Él confirmó su respuesta a toda la obra del diablo, y la iglesia, el cuerpo de Cristo, representa la victoria de Dios sobre la obra de desintegración, división y cisma del diablo. Oh sí, esto es verdad a pesar de todo.

De ahí en adelante, lo que el diablo hizo en el comienzo y siempre ha hecho, ha perseguido con una energía incesante, es difamar a Dios, y él ha tratado de difamar a Dios desde la resurrección del Señor Jesucristo, obrando entre los hombres, azuzando la carne, aun entre los cristianos, para traer cismas y divisiones; la carnalidad está tras todo esto. El enemigo lo ha hecho, y en este obrar ha tratado de contradecir la victoria de Dios. Pero, amados, la unidad no es en nosotros, es en Cristo; la unidad no es nuestra unidad, es la unidad de Cristo. La unidad es en una persona. Ahora puedes comprender la necesidad de que Cristo sea absoluto y central.

CRISTO, EL CENTRO UNIFICADOR Y EL OBJETIVO

Como hemos dicho antes, si tenemos algún otro interés que queremos promover, algo que podríamos llamar un testimonio, quizás un sistema de enseñanza, o una forma de comunión, o una denominación, o lo contrario, lo opuesto, cualquiera de estas cosas, bueno, igualmente la historia será, de seguro, más divisiones. Si es Cristo, sólo Cristo, central y absoluto, tenemos la respuesta para el diablo; tenemos el secreto de la victoria, tenemos el secreto de la comunión, tenemos el poder de Su resurrección. Oh, cuán importante es que veamos que el cuerpo representa Su victoria. El cuerpo es Su victoria en el sentido en que es opuesto a toda independencia, y que la independencia de espíritu o acción es una violación no sólo de la verdad del cuerpo de Cristo, sino del poder de Su resurrección.

Ahora esto lo lleva a usted lejos. Si usted falla en reconocerlo, no tiene el secreto de la victoria sobre la muerte y el poder del diablo. ¿No es exactamente lo que el apóstol decía a los corintios? "...sin discernir el cuerpo de Cristo. Por lo cual hay mucho enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen". Algunos han muerto. Por supuesto, no todas las enfermedades y muertes son a causa de fracasar en reconocer el cuerpo de Cristo, pero el Espíritu Santo pone su dedo en esto, y dice que una gran mayoría se atribuye a esto. Esas enfermedades podrían haber sido tratadas y manejadas; esa muerte, esas pérdidas, podrían haber sido innecesarias si es que hubiera existido un reconocimiento de para qué está el cuerpo de Cristo y en aplicar el valor práctico de la vida corporativa entre los santos. "¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor". Ancianos, ¿por qué? ¿Por qué esto? Es el reconocimiento del principio corporativo, es reconocer el cuerpo de Cristo.

Esos ancianos son sólo representantes del cuerpo, y están trayendo simbólicamente al cuerpo, y ese cuerpo representa su victoria, y si el enemigo está detrás de este hecho, Cristo, la cabeza, opera a través de su cuerpo, contra el enemigo. Nosotros podemos estar sufriendo un duro trato más de lo necesario a causa de que hemos fallado en comprender el orden divino. El enemigo podría estar causando más estragos de lo que debiera, porque hemos fallado en aplicar los recursos divinos. Nos hemos guardado las cosas para nosotros mismos, y no nos hemos integrado al cuerpo, no hemos hecho de esto un asunto corporativo. El individualismo nos puede perjudicar mucho en todos los ámbitos.

LA VIDA INDEPENDIENTE CONTRARÍA LA VOLUNTAD DE DIOS

Pero yo estaba diciendo que el cuerpo se opone a la independencia, y nosotros transgredimos algunas de las grandes revelaciones de Dios cuando hay independencia, separación, cuando manejamos nuestro propio carro y aramos nuestro propio surco y no reconocemos que somos parte de un todo. Toda la horrible obra que el enemigo ha hecho es revertida por el Señor Jesucristo, y el producto de esta reversión es a través del cuerpo, la iglesia. Ese es su instrumento en resurrección para dar a conocer, a través de las edades y siglos venideros, la poderosa victoria sobre toda la obra desintegradora, la acción de independencia de Satanás y el espíritu que él ha introducido en la raza humana. Pero esto está muy arraigado en nosotros; la sutileza de la carne y su deseo imperceptible de gratificarse.

Si se nos preguntara directamente si acaso nos gustaría agradarnos a nosotros mismos, si acaso estamos buscando nuestra propia gratificación, si acaso es nuestro placer y satisfacción lo que está motivando y dirigiendo nuestra vida, de inmediato repudiaríamos vehementemente estas sugerencias, y probablemente nos sentiríamos muy ofendidos por quien nos dijera esto; pero, amados, más hondo que nuestra más profunda honestidad, más hondo que nuestra más verdadera sinceridad, está la oculta constitución de nuestra naturaleza caída, que muchas veces pasa inadvertida para el propio creyente, y ama la recompensa, la satisfacción personal, y no quiere ser despojado y quedarse sin nada.

La gratificación y la gloria es la esencia misma de la carne, aunque estemos ocupados en la obra del Señor. Realizando 'para el Señor', sí, pero las personas lo señalan y dicen: "Esta es obra de él o de ella". ¡Y cómo nos gusta oírlo! Seguro que será un buen testimonio de fe, un gran monumento –Sí–, pero sutilmente es el monumento a 'nuestra' fe. Así es esta cosa horrible que siempre aflora encubiertamente, en forma callada e imperceptible, usurpando la gloria que corresponde al Señor. El remedio para eso es la aplicación práctica del principio del cuerpo de Cristo. ¡Sí lo es! Por eso es tan difícil vivir la vida corporativa con otros creyentes, porque usted tiene que ser totalmente crucificado. Nada demanda más el ser crucificado que vivir a diario con otros cristianos.

Usted dirá: "¡Pero qué terrible es lo que está diciendo!", pero usted sabe bien a qué me refiero. Tendrá que posponer, someter, consultar, sujetar y soltar. De una y mil maneras, tiene que poner aparte sus propios agrados y desagrados para que el Señor cumpla Su propósito. Oh sí, es el cuerpo de Cristo lo que salva. Es la vida corporativa el remedio, pero, oh amados, ese es el camino al triunfo, el camino a la victoria. ¡Lo es! Es un poderoso remedio para la carne, un poderoso remedio para la obra del diablo, pero también representa el majestuoso poder de Dios obrando en nosotros. Usted verá que nunca podrá integrarse al cuerpo de Cristo hasta no haber sido crucificado. Es porque la carne no crucificada ha entorpecido la vida corporativa de los creyentes, por lo cual hay tal contradicción y negación, puesto que el cuerpo representa la exclusión del hombre en sí mismo, en su carne.

EL CUERPO, NECESARIO PARA LA PLENA COMPRENSIÓN DE CRISTO

Ahora, el cuerpo es esencial para la plena comprensión, crecimiento y expresión. El cuerpo es esencial para la total comprensión. Ningún individuo, ni individuos aislados y desligados pueden alcanzar la plena comprensión de Cristo. El Señor ha consolidado todo sobre este principio. Usted piensa en la gran variedad de miembros del pueblo de Dios como siendo estandarizados en una mente. Y dice: "Este es un enfoque que no me gusta". ¡Claro que sí! Yo quiero decir que el mismo hecho de que el Señor nos ha creado diferentes a cada uno, hace posibles los variados aspectos de comprensión, lo cual tiene su contribución particular. Y estoy en condiciones de decir: "Bueno, el Señor te ha mostrado a ti aquello que yo no veo, pero es maravilloso"; yo gano con esto. Y tú también estás en condiciones de decir: "Bueno, a mí nunca se me había revelado eso, pero gracias al Señor también gano con ello". Y así es que todo el cuerpo es necesario para la completa comprensión de Cristo. La oración del apóstol era que nosotros: "...

seamos plenamente capaces de comprender con todos los santos..." Se necesita que todos los santos comprendan, y nosotros perdemos mucho cuando estamos desconectados, aislados, separados espiritualmente.

EL CUERPO, NECESARIO PARA EL PLENO CRECIMIENTO EN CRISTO

El cuerpo es necesario para la total comprensión, y también para el crecimiento, porque es el cuerpo el que crece, que es edificado, y se edifica hasta que todos lleguemos a la medida de la estatura de un hombre en Cristo. Tú y yo en forma individual jamás alcanzaremos la medida completa de esa estatura. Nunca se me prometió que yo podría llegar a la estatura de Cristo de manera personal, pero como un miembro, una extremidad, o aun una diminuta célula en este gran organismo espiritual, con todos los demás puedo llegar a su plenitud. Se requerirá de todos para llegar a su plenitud, y en la medida en que yo me desconecto, estoy limitado, paralizado. A medida que me integro a la comunión del cuerpo y reconozco la voluntad del Señor, yo crezco en la medida de Cristo.

EL CUERPO, NECESARIO PARA LA PLENA MANIFESTACIÓN DE CRISTO

En la expresión o manifestación de Cristo, rigen los mismos principios. ¿Se manifiesta Él por sí mismo contra el enemigo? Bien, amados, yo tendré pocas esperanzas contra el enemigo si actúo individualmente; pero si yo estoy en el cuerpo, aunque seamos dos o tres congregados en Su nombre, eso representa al cuerpo, y allí está el principio del cuerpo en función y representación; (y el Señor se compromete con este principio), Él está en medio. El mínimo irreducible del Señor para su cuerpo son dos miembros, no uno. Traed el cuerpo aun en su mínima representación, y el Señor reconocerá el valor pleno del mismo, para su manifestación en su plenitud a través de él.

Por eso es que, solos, muchas veces somos detenidos; muchas veces nos vemos impedidos de avanzar, hasta que nos integramos en cooperación. El Señor nos sujeta a eso. Pero si el pueblo de Dios en su mayoría comprendiera espiritualmente el señorío de Cristo con relación al cuerpo, cuánto mayor sería la potencia del impacto de Cristo en su manifestación contra el enemigo, y delante de los hombres. El cuerpo es necesario para la manifestación de Cristo en plenitud, y este es el método divino determinado para la plena expresión de Cristo en los siglos venideros. El señorío del Señor Jesús requiere del cuerpo. No muchos individuos aislados, sino el cuerpo; porque una cabeza implica un cuerpo, requiere un cuerpo.

EL INDIVIDUALISMO ES LIMITACIÓN Y DEBILIDAD

Pienso que ya puedo cerrar esta fase por el momento; y al hacerlo quiero enfatizar una vez más ciertas limitaciones que deben asociarse con el mero individualismo, el aislamiento y la independencia. Aparentemente, pareciera que se consigue mucho con acciones independientes; usted ve personas que son independientes y desligadas, y pareciera ser que han hecho grandes cosas. Ahora, a pesar de esto, le puedo decir enfáticamente que eso no va a llegar a donde Dios quiere que llegue. Pueden parecer obras amplias, pero superficiales, sin profundidad. Pueden llegar hasta un cierto punto en las cosas espirituales, pero no avanzan más. Pueden lograr conversiones; pero las conversiones, amados, no son el fin de Dios, son sólo el comienzo. Pueden lograr mucho en ese ámbito, ¡gloria a Dios!, pero mientras nos regocijamos por cada conversión y el trabajo que resulta de las conversiones, ¿podemos ver que la voluntad de Dios es infinitamente más que eso?

La tragedia es que muchos que han sido llevados al Señor no han sido apacentados, y se han estancado o han vuelto atrás, simplemente porque al convertirse no se les presentó en forma adecuada la plenitud de Cristo. Todo se basó en que fueran salvos; pero Cristo no ocupó su lugar absoluto, como soberano Señor y Cabeza, y muchas veces tienes que volver al principio una y otra vez, simplemente porque se detuvieron. Bueno, tú puedes tener mucha actividad y resultados aparentes; mi punto no es que ello no tenga valor, sino esto, que invariable e inevitablemente siempre hay limitación, si no avanzamos en ver que el cuerpo de Cristo representa su plenitud, y no la vida u obra cristiana individual. No es nuestro servicio individual para el Señor, es en el servicio del cuerpo al cual estamos unidos, lo que nos lleva a la plenitud.

Siempre habrá limitaciones y debilidades –ah, sí–, y mucho más aún estaremos expuestos al error en la línea del mero individualismo, expuestos al error, y cayendo en el error. ¿No hemos visto esto una y otra vez? Las cosas concluyeron marcadas por un evidente engaño o confusión, teniendo que volver al comienzo y a retractarse, y a la confesión de que se cometió un error, y que los cálculos fueron erróneos porque había algo individual e independiente en todo el asunto. Necesitamos la cobertura del señorío de Cristo en su cuerpo y entre sus santos para salvarnos de todas estas cosas. Usted puede probarlo –en los frutos– que la independencia en la vida y servicio individual del Señor tarde o temprano llegará a un punto de limitación, y a un elemento de contradicción y confusión. De seguro será así. Inquirir en su casa es la forma de conducción ordenada por el Señor. Si usted está luchando para tener una guía independiente del Señor, luego le van a sobrevenir un montón de contradicciones; usted realmente no sabe dónde se encuentra ni lo que es correcto. El Señor no le dará a usted aquello que se va a constituir en ley para usted mismo con relación a Él, no; Él le dará con relación a Sus propósitos. Compártalo con los hijos de Dios, tráigalo a aquellos a quienes el Señor le ha constituido como compañeros, y en esta multitud de consejeros encontrará la sabiduría. En la voluntad del Señor, encontrará la luz.

Usted ve que el principio es muy claro y nos vuelve al punto donde habíamos comenzado. No es que el cuerpo lo sea todo. ¡Dios nos libre de ello! Es reconocer que el Señor Jesús como cabeza del cuerpo, nos pone bajo su señorío para protección, para guía, para plenitud, para todo, y nosotros reconocemos que somos miembros de un cuerpo, no sólo unidades individuales. Nosotros nos gozamos con todo lo que es en Cristo, y que Cristo es, como cabeza, soberano con relación a los santos, en comunión con los santos, y no en una línea aislada propia. ¿Deseamos el apoyo total del Señor? Lo obtendremos relacionados, no independientemente.

Que el Señor le ayude a aceptar Su Palabra, guardarla en su corazón, porque estoy seguro que este es el camino a una plenitud que hasta ahora no habíamos conocido, encontrándonos con lo que el Señor es por designio divino, en una medida superior. Este es el camino. El Señor nos dé gracia para abandonar nuestro apego a ser libres e independientes, y crucificar nuestra carne, llevándonos a vivir bajo su suprema soberanía.

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