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Madurez Espiritual

por T. Austin-Sparks

Capítulo 1 - El Fundamento que Está Puesto

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:19,29).

“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Co. 3:1-3).

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18).

“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gá. 3:26,27).

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gá. 4:6,19).

“En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.... alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza” (Ef. 1:5,18-19).

“Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Ef. 3:18,19).

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13).

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filp. 3:12-14).

“A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:12- 14).

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Hebreos 6:1).

Esta selección de pasajes es más que suficiente para demostrar que el objetivo predominante del Señor para su pueblo es el pleno crecimiento, la medida completa de Cristo. Cada carta apostólica tiene en vista ese objetivo en la mira, y cada una de esas cartas apostólicas trata con algún factor relacionado con el crecimiento pleno. Si esto es cierto, entonces seguramente corresponde a nosotros, como el pueblo del Señor, que tengamos su objetivo delante de nosotros, y ser encontrados en el mismo espíritu del apóstol cuando dijo: "... a ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús" (Filipenses 3:12). La fuerza de esa declaración puede no haber llegado a nuestros corazones.

El apóstol ha dicho en un lenguaje muy claro y preciso, que cuando el Señor Jesús se apoderó de él, se trataba de algo más que apenas convertirse en un hombre salvo. Fue con relación a un objetivo, el cual estaba asociado con un premio, y para eso debía haber un logro. Él dijo que para él todas las cosas eran consideradas como de valor sólo en la medida en que le ayudaran a lograr ese objetivo, y nada tenía valor si de ninguna manera contribuyesen a ese fin. Así debería ser el pueblo del Señor en todo momento, plenamente entregado para el propósito para el cual han sido alcanzado. En todas partes la Palabra de Dios declara que Su pensamiento para Su pueblo se establece como que debe llegar a la plenitud, al pleno crecimiento, a la medida de Cristo.

Un Hecho de gran Significación

A mí me parece que el Nuevo Testamento asume este crecimiento, a lo largo de la línea de expansión, es decir, que la adición a la iglesia viene por medio del crecimiento espiritual en la Iglesia a lo largo de la línea de crecimiento espiritual entre el pueblo del Señor. Digo, parece ser asumida, pues es una cosa muy impresionante que el Nuevo Testamento esté tan ampliamente ocupado con este solo asunto. El hecho de que todas estas cartas –cada una de ellas– fuesen dirigidas a los creyentes con un objetivo, ese de su crecimiento espiritual, y muchas de ellas incorporan la palabra real "pleno crecimiento" (a menudo traducido en la Versión Autorizada como "perfección", o "perfecto"), no significa que la Iglesia dejara de ser un instrumento de evangelización. Ellos proseguían con su trabajo con relación a los no salvos, sin embargo, el hecho es que muy poco es realmente dicho acerca de eso, y lo que tenemos aquí como registro tiene todo que ver con el propio crecimiento espiritual de la iglesia.

Eso es tremendamente significativo, y su significado es de gran importancia para el pueblo del Señor. Parece que la Iglesia casi que se ha olvidado de esto. En un círculo muy considerable existe una gran preocupación por el área del evangelismo de la vida y de la obra de la Iglesia –una preocupación que es justa y correcta, y jamás debe ser menos de lo que es, tal vez cada vez más–, pero con mucha frecuencia y en gran medida el fondo esencial de aquella obra es pasado por alto, es decir, una edificación indispensable y el ministerio de la enseñanza. El resultado es que la iglesia está tratando de moverse al encuentro de la situación mundial con insuficientes recursos espirituales, y es muy débil en gran medida para afrontar las dificultades, y los resultados son de tal naturaleza, sin embargo, una expresión del verdadero poder de Dios y de la plenitud de Cristo.

Es que tú y yo podríamos llegar a reconocer este hecho, que el Señor ha puesto ante nosotros en Su Palabra, una aplastante cantidad de evidencias y pruebas de que Su objetivo predominante para con Sus hijos es el crecimiento pleno, y que cada hijo de Dios debe tener esto siempre delante de sí. Deberíamos estar preocupados acerca de la madurez espiritual, y otorgarle un lugar en nuestros corazones, en nuestra consideración, en nuestra preocupación, tal como, evidentemente, lo ocupa en el corazón del Señor mismo. Nos hemos referido a los fragmentos de las cartas de Pablo, que apuntan directamente hacia este asunto del pleno crecimiento espiritual, mostrando que es la voluntad del Señor para su pueblo. Hemos dicho que cada una de estas cartas apostólicas trata de algún factor que está inmediatamente relacionado con ese objetivo divino, el pleno crecimiento. No vamos a tratar de recorrer todas las cartas en este momento, pero sí vamos a dar un comienzo como el Señor nos lo permita. Estamos llegando a sentir algo de aquello que Pablo sentía cuando escribió esas palabras, "... enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto (en pleno desarrollo, completo) en Cristo Jesús a todo hombre" (Col. 1:28).

Cristo, Nuestra Justicia

Veamos por un momento la carta a los Romanos en este mismo sentido. Recordamos las palabras que están en Romanos 8:19,29. Esta carta a los Romanos, coloca el fundamento para toda la obra del Señor en Su propio pueblo y con relación a este fin que Él tiene en vista, y que rige todo lo que Él tiene que decirle a ellos, y hacer con ellos. Esta carta proporciona el fundamento sobre el cual el Señor puede seguir adelante con su obra en el perfeccionamiento de los santos. Nos preguntamos: ¿Qué es ese fundamento? Sabemos cuál es el tema de la carta a los Romanos, el objetivo para el cual la escribió el apóstol. Sabemos que su extraordinaria verdad es aquella de la justicia por la fe, o, como se llama a veces, la justificación por la fe. Entonces, ¿cuál es el asunto de tal fe? En esta carta la fe figura como aquello a través de lo cual somos traídos al terreno en que Cristo está en la resurrección. El "resucitó para nuestra justificación". Cristo en la resurrección proporciona el fundamento de nuestra
justificación y nuestra justicia. En la muerte Él ha tratado con toda injusticia, y por lo tanto con todo aquello que estaba alienado y separado de Dios y significaba condena- ción, juicio y muerte. Después de haber tratado con eso en la muerte, en la resurrección, el terreno está limpio de todo eso. El pecado ha sido conocido y tratado y todas sus consecuencias, hasta el final, y en la resurrección, el camino de Dios está abierto, y hay justicia donde había injusticia, hay comunión donde había la alienación, hay compañerismo donde había distancia. En la resurrección Cristo es la base de nuestra justicia, y la fe en el Señor Jesús está aquí mostrada para ser aquello por lo cual somos traídos al terreno donde Cristo está, la resurrección, y así la relación con Dios es establecida en Cristo resucitado, y se establece de manera inquebrantable. Este es el asunto glorioso de este capítulo, como lo puedes observar.

Queremos obtener toda la fuerza de las palabras al final del capítulo 8. Los versículos 35 al 39 deben ser considerados en conjunción con los versículos 31 al 34. Ahora tú ves este motivo inquebrantable, esta unión inseparable, esta vida indestructible, por causa de lo que el Señor Jesús realizó en su muerte y resurrección, y por lo cual Él está en Su Persona a la diestra de Dios. Creo que puede haber momentos en que hemos sido bastante vacilantes en citar estas palabras al final de Romanos 8. Hemos tenido un ligero temblor interior cuando hemos ensayado decir esas palabras y siguientes: "... ni la muerte ni la vida..." preguntándonos si estábamos siendo un poco temerarios, demasiados confiados, si al mismo tiempo no pudiéramos ser puestos a prueba y descubrir que, después de todo, nuestro uso de las palabras no era diferente de la auto-afirmación de confianza de Pedro: "Te seguiré hasta la muerte" –hemos tenido una dificultad en la declaración.

Confieso que esto ha sido verdad en cuanto a mí, pero ahora me complace decir que no hay necesidad de vacilación. Hay un fundamento que está establecido y fijado, inamovible en la muerte y resurrección del Señor Jesús. Este fundamento es la expresión del amor de Dios en Cristo Jesús para mí, no mi amor por Él, no alguna cosa que yo haya hecho o pueda hacer, no algo que esté en mí, o que pueda producir, sino que es todo aquello que Él es, lo que ha hecho, lo que ha dado, y lo que Él ha establecido en su propia persona a la diestra de Dios.

Eso es el amor divino, y esto se ha hecho para que descansase sobre ti y sobre mí, "a los que antes conoció...". Lo ha hecho todo con relación a nosotros; la cosa está terminada, y no hay ningún poder en el universo de Dios que pueda alterar esto, que lo pueda cambiar, que lo pueda sacudir. Es algo que Dios ha hecho. Se trata de una manifestación de su propio amor en Cristo, que nada en la creación lo puede tocar, y esto está ligado con los elegidos de Dios. Por lo tanto: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios?" Este capítulo alcanza el punto en donde hemos puesto la fe en Dios sobre ese terreno. Esta fe nos trae al terreno donde Cristo también es resucitado, y eso significa que no hay un ser que nos pueda acusar de nada. ¡Qué posición! Tú puedes encontrar muchas faltas en mí. Yo puedo encontrar algunas faltas en ti. Podemos ver mucho de lo que aún constituyen nuestras imperfecciones, pero tú no puedes condenarme y separarme del terreno de mi justificación. Tú puedes encontrar todas las faltas que puedan ser encontradas, y puedes continuar haciendo esto por el resto de tu vida, pero no puedes alterar el fundamento de mi justificación delante de Dios; tú no puedes tocar aquella posición de mi experiencia con la sangre de Jesucristo que ha establecido y ratificado esto para siempre. Si usted puedes arrancar a Jesucristo de Su lugar a la diestra de Dios, entonces puedes destruir el fundamento de mi salvación, de mi justificación; pero tú no lo puedes hacer. Esto está fijado en el cielo en Él.

Estar Firmemente Arraigados en el Fundamento es Esencial para el Pleno Crecimiento

El Señor establece eso como nuestro fundamento. Se trata de una seguridad que es nuestra por medio de la fe por la gracia de Dios. Ese es el mensaje de la carta a los Romanos. La gracia de Dios para nosotros en Jesucristo establece tal circunstancia en la que ninguna parte de la creación puede poner nada a nuestro cargo, pues nada nos puede condenar. No hay poder en este universo que pueda causar disturbio en aquello que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. La Palabra nos dice que debemos tomar nuestro lugar en la fe en eso. No digas: ¡Oh, las pruebas, las dificultades, las adversidades, los sufrimientos, la vida, la muerte, principados, y todas estas cosas! Ellas hacen tal diferencia para nosotros. Ellas vienen a nosotros. Nos afectan y nos perturban, y llegamos a sentir que no podemos amar al Señor tanto como lo amábamos antes, llegamos a pensar que no estamos tan en comunión con el Señor como una vez ya lo estuvimos, y creemos que es la alteración de las cosas. Pero nada de eso es verdad. Tú y yo debemos llegar finalmente al lugar en que reconocemos que Dios es inmutable, sin variación, y que en la obra de Su cruz nuestra salvación no se moverá ni un milímetro (ni el grueso de un cabello), es tan segura y asentada como Su trono.

Nuestra salvación descansa sobre ese terreno, y la fe debe apoderarse de eso. Entonces somos capaces de decir: "Si Dios es por nosotros..." y Él es por nosotros de esa manera. ¡Oh, la maravilla de esa palabra, !"Dios... por nosotros"! Él entregó a su Hijo por nosotros, y con Él nos dio todas las cosas. A través de su cruz nos ha justificado de todos nuestros pecados, de todas nuestras iniquidades, y en su Hijo Él nos ve como sin pecado, ¡perfectos! Él dice: Ahora, si tan sólo tú permitieras que tu fe descansara en eso, y no te alejaras de tu fe hacia tu propio terreno de lo que tú eres en ti mismo, sino que permanecieras allí, el poder de Satanás es destruido en tu vida, y no hay nada en este universo que pueda impedirte que alcances Mi objetivo. Nada de lo que se plantea, ya sea de vida o de muerte, o de lo presente o de lo porvenir, o de lo alto o de la profundo, o de ángeles, principados y potestades, o de cualquier otra cosa creada – nada de este universo puede evitarte que alcances Mi objetivo si tú quieres mantener tus pies en este fundamento por la fe. Ese es el fundamento de Dios, y Él nunca podrá llevarnos a ninguna parte hasta que hayamos llegado a esa posición.

Tú sabes qué tan cierto es esto, que si hay algún cuestionamiento, alguna duda, alguna variación en cada uno de nosotros en cualquier momento, terminamos muertos, y Dios es detenido, el Espíritu del Señor no puede ir más allá. Mientras creamos en Dios Él prosigue, no importa con lo Él tenga que lidiar. Esto equivale a decir lo siguiente: ¿Vamos a creer en Dios o no? Si no, entonces bien podemos abandonarlo todo, pues todo depende de eso, de si vamos a creer en Dios.

Ahora aquí está el fundamento de la fe. El pleno crecimiento descansa sobre ese fundamento. Tú nunca haces ningún progreso hacia el propósito de Dios hasta que sea colocado este fundamento. Es importante que nos encontremos sobre el fundamento firme de Dios. Tratemos de obtener esta posición. Es una palabra para los creyentes, y más que nunca quizás una palabra para hoy, que debe venir al lugar donde reconozca que Dios es totalmente apartado de variación. Por supuesto, hay algunas personas que no varían mucho, pero hay otros que conocen todas las variaciones de la vida natural, las variaciones de los sentimientos, las variaciones de los pensamientos, las variaciones que llegan a través de las circunstancias en torno a ellos.

Nos encontramos a nosotros mismos en gran medida influenciados por la manera como somos físicamente, o por las circunstancias, o por alguna otra razón, en diferentes estados de ánimo, en diferentes estados de humor, por la forma como pensamos espiritualmente. Nosotros variamos, a veces de día en día, si no de hora en hora. Dios no es así. La obra de Dios no es así. Lo que Dios ha realizado en su Hijo por medio de la cruz y de la resurrección no está sujeto a las influencias del cambio, ella permanece, está firme. Dios ha tomado esa actitud. Él no es variable. ¡Si tan sólo pudiéramos volver y reconocer que Dios es un Dios de infinita gracia, que la gracia se ha demostrado a lo sumo, y es inmutable! Si nos alejamos de ella, eso no hace ninguna diferencia para ella. Ella es la misma. Volvemos a encontrar a Dios justo allí donde lo dejamos. Él no se ha movido ni un ápice.

Esto no se dice para justificar la debilidad, sino para poner en una posición reiterada determinada en cuanto a la gracia de Dios. Todo es por Su gracia, por causa de Su gracia, el amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Si nos mantenemos ahí, Dios puede seguir con su obra. ¿Pleno crecimiento? Sí, cuando tú crees en Dios en lo fundamental, cuando tú confías en Dios, y cuando tu confianza en Dios está en el fundamento de aquella perfecta justificación que Él ha concedido, son eliminados todos los obstáculos en el camino de su verdadero propósito. La carta a los Romanos habla de eso. El fundamento es colocado en fe para todos los propósitos de Dios, y después de esto tú te mueves hacia la superestructura. Las otras cartas tienen que ver con los factores en pleno crecimiento, cuando es colocado el fundamento.

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