17 AGOSTO
“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10-11)
Usted nunca toca al Señor Jesús en Su muerte, en cualquier medida, sin conocer una nueva medida de la Vida resucitada. Cuando el Señor Jesús por Su Espíritu nos da una mayor medida del significado de Su muerte, permite establecer en nosotros, de una vez por todas, que eso es en sí mismo una nueva medida de la Vida resucitada. Las dos cosas van de la mano, no puede ser de otra manera. Es de muerte a Vida. Es perder para ganar. La Vida y la ganancia son de una especie diferente de la muerte y la pérdida. La muerte y la pérdida, tarde o temprano, serán en cualquier caso, e incluso mientras permanezcan, de un valor dudoso; pero la Vida y la ganancia son eternas, y tienen en ellas todo los valores de Dios.
Así Pablo pudo con algo de gozo, ajustarse a la muerte de Cristo. No habla de ello en términos muy tristes, como si fuera a perderlo todo. No hay sombra en su cara, o sollozos en su voz, cuando él habla de ser conformado a Su muerte. Es el grito de un vencedor. Él ha conocido el poder, la popularidad, la fama, la posición, y dice que el conocimiento de Cristo Jesús es más excelente que todo eso. ¿Qué conocimiento es este? Es el conocimiento particular de “Él y del poder de Su resurrección.” ¿Por qué? Porque conduce a todas las posibilidades de la Vida y del poder de la resurrección, porque el lugar al cual se puede acercar, no es nada menos que al mismo lugar del Trono, ¡del Mismo Señor!
Por T. Austin-Sparks. Título original:
The Power of His Resurrection – Capítulo 7